Con su primera novela, El heredero, Rafael Tarradas Bultó (Barcelona, 1977) se reveló como un exitoso autor de ficción histórica. Después llegaron El valle de los arcángeles y La voz de los valientes, que cautivaron a lectores y críticos.
Tarradas, que forma parte de una saga empresarial de origen textil, es un apasionado de la historia de los siglos XIX y XX. En El hijo del Reich (Espasa) vuelve a zambullirse en los vericuetos de la II Guerra Mundial.
¿Cuál es el secreto para que todos sus libros se conviertan en best-sellers?
—Intento que sean agradables de leer, que no ahonden demasiado en la desgracia. Tienen pasajes duros, pero se alternan con otros más alegres. Quiero que el ánimo del lector no caiga demasiado, que siempre se mantenga con altibajos. Además, cuando hay una desgracia muy importante, luego la remonto con una fiesta o con una historia de amor bonita. Es como la vida, siempre hay luces y sombras.
Todas sus obras tienen un trasfondo histórico, pero, ¿por qué le gusta especialmente la historia del siglo XX?
—Porque es muy convulsa, al final pongo a los protagonistas en situaciones en las que se tienen que mostrar cómo son realmente. Las guerras, como contexto, me sirven para que las emociones afloren muy bien, para que todo el mundo se muestre como es.
Sus libros están ambientados en guerras, pero nunca hay batallas en realidad.
—Siempre me centro en lo que pasaba en la retaguardia. Intento que el lector se sienta identificado con el personaje y se ponga en su piel, que piense qué haría él en esa situación. Aunque son personajes de otra época su actitud es muy actual; al final, cuando llevas al lector por una historia con la que se siente identificado, con la que aprende algunas cosas, normalmente le interesa.
Sus libros están muy bien documentados...
—Yo era muy mal estudiante, las matemáticas y la química se me daban fatal, pero la historia me encantaba. Nunca he dejado de volver a la historia. Investigo durante el libro, pero también mucho antes. Estoy todo el tiempo leyendo reportajes, libros... En el caso de este último, sobre Inglaterra durante la Segunda Guerra mundial, el ambiente de las grandes casas inglesas, Londres bombardeado, los grandes sacrificios a los que se enfrentó el pueblo inglés y que solventó con mucha fuerza... Y, por otro lado, también me fijo en cómo estaba España en esa época; realmente era un nido de espías, se calcula que solo alemanes había más de 2.000 y que unas 38 ciudades españolas tenían delegación de los servicios de inteligencia alemanes.
Ha comentado que su protagonista, Daisy, está inspirada en parte en un personaje real.
—La inspiración para esta novela me llegó del personaje real de Unity Mitford, una inglesa que se enamoró perdidamente del fascismo y se fue a Alemania para conocer a Hitler. Lo acabó conociendo y se hicieron amigos. Cuando empieza la Segunda Guerra Mundial, se pega un tiro, pero no consigue matarse y vuelve a Inglaterra. Yo alargo un poco esta historia y la llevo a la ficción. ¿Por qué no imaginarnos que esta chica hubiera vuelto a su país con una señorita de compañía, que ésta se hubiera quedado en una de las fiestas en las que su señora se rodeaba de nazis y que uno de ellos la hubiera forzado y se hubiera quedado embarazada? La novela es la historia de una madre que huye con su hijo mientras aquel la busca para llevarlo a Alemania. Porque el príncipe del Reich tiene que estar en el lugar que la historia le tiene reservado. Es la fuerza de la motivación, su hijo, frente al poder.
En ‘El hijo del Reich’ imperan las operaciones secretas, las investigaciones, el espionaje y el contraespionaje. ¿Esa pasión por los espías le viene de familia?
—Un hermano de mi abuelo fue espía, es una información que supimos después de su muerte. Siempre nos contaban que había hecho cosas muy importantes durante la guerra, pero nadie nos decía qué había hecho. Los espías están poco o nada reconocidos en la historia. Fueron fundamentales en la maniobra de distracción del desembarco de Normandía para que los aliados engañaran a lo alemanes haciéndoles creer que sería en Calais.
Viene de una familia ligada al mundo textil y trabaja en una agencia de comunicación. ¿Qué le llevó a escribir novelas?
—Empece escribiendo historias de mi familia, El heredero al final está muy arraigado a mi familia, a las historias que me habían contado mis abuelos. Mi motivación era que no se perdiera la memoria familiar. Fue como un regalo de Navidad a mi familia, pero de ahí nació una ficción que me enganchó mucho. Desde entonces, he incorporado escribir a mi día a día y no puedo vivir sin ello. Es una suerte que por un avatar tonto del destino he descubierto cuál es mi vocación, lo que me divierte es contar historias y tratar con los lectores.
¿Y no le motiva escribir sobre el siglo XXI?
—El presente no me resulta tan atractivo, que lo escriban mis hijos o mis nietos. Cuesta mucho no plasmar la fealdad que tiene, a lo mejor en el futuro se puede pensar que fue terrible, pero se puede sacar algo muy bonito para contar una historia, pero en este momento, lo único que veo son muertos, tristeza e injusticia. No veo las historias de detrás, que son las que a mi me interesan.
¿Qué opina sobre el ascenso de la extrema derecha en Alemania?
—Es tremendo que no hayamos aprendido porque tanto los extremos por un lado como por el otro están presentes en nuestra sociedad y a mí me preocupan tanto unos como otros, Creo que, por suerte, la mayoría de la gente tenemos en la cabeza las cosas claras y va a ser difícil que se repitan situaciones del pasado.