En la nueva novela del escritor Manuel Ríos San Martín conoceremos a unos personajes con los que es fácil empatizar, los animales que viven en el zoo. Pero un criminal los acecha en las sombras.

¿Qué llegó antes, su amor por los animales o por la literatura?

Antes por los animales. De los primeros recuerdos que tengo de niño es ver los programas de Félix Rodríguez de la Fuente y que mi madre me leyera las enciclopedias que escribía Félix. Yo tendría 5-6-7 años, y en vez de leerme cuentos infantiles me leía enciclopedias de animales. Y yo lo vivía ya eso como si fuese un cuento. Y desde ahí siempre me han gustado mucho los animales, más los salvajes que las mascotas. El amor por la literatura creció ya más de adolescente, de más mayor.  

En ese aprendizaje sobre la historia de los animales, ¿hay alguna anécdota que recuerde especialmente? ¿Algo que le contara su madre y se le quedara grabado en la memoria?

No tanto con los animales, sino con contar historias. Yo, como cualquier niño veía la tele por la noche y había un punto en el que te mandaban a la cama. Siempre te enfadabas porque no podías terminar de ver la película… Y a la mañana siguiente iba con mi madre al colegio, y en el camino ella me contaba la película. Me la contaba muy bien, la verdad, y para mí eso tiene mucho que ver con la literatura. Es como si yo hubiese visto algo, hubiese vivido algo, y se lo tuviese que contar al lector. Y de una manera muy natural, pero que tenga como la capacidad de meterse en la historia. Que no sea una lectura fría, desde fuera, sino que el lector se meta dentro de la historia, que era lo que conseguía mi madre mientras íbamos andando hasta el colegio. 

Y de animales y de literatura está lleno ahora El olor del miedo. Entre otras muchas cuestiones, encontramos una relación muy especial entre Elena, la protagonista, y Blanca, un elefante albino. ¿Alguna vez ha sentido una conexión tan especial con un animal como ella?

A ese nivel no.

Es difícil, ¿verdad?

Es difícil, sí. Es verdad que yo cuando era pequeño viví durante un año en casa de unos primos míos que tenían perro. Y era un perro problemático, difícil. Y sin embargo, yo que era muy pequeño, me encantaba y tenía una relación con él que no tenían los demás. Jugaba conmigo. Yo tenía una relación muy especial con él.

Aquí tenemos a unos protagonistas con los que es fácil empatizar, crear lazos. Estos animales del zoo. ¿De dónde surge la idea de ambientar en un lugar tan atípico un thriller?

Confluyen dos cosas. Por un lado, yo quería escribir una historia original porque hay tanto policiaco… Hay que buscar algo que al lector le descoloque, porque cuando muere un ser humano tienes unos esquemas de cosas que puedes esperar si has leído muchas novelas. Claro, cuando matan a una elefanta delante de un montón de gente no hay esquemas. Realmente, yo creo que el lector no sabe qué esperar de una novela así, y eso yo creo que genera mucha inquietud. 

¿Y qué tiene el zoológico de Valencia que lo hace tan especial, ese zoológico en el que ambienta la novela?

Lo conocí de casualidad, y les pedí que me dejasen convivir tres o cuatro días con los cuidadores. Me dejaron, y eso ya me dio una visión muy particular. Además, es un zoológico muy moderno y por ejemplo el espacio donde están los elefantes cuenta con un lago en el que se bañan, una cascada… Es un zoo distinto a esos que tenemos en nuestra mente. Y luego vi que era un sitio donde podía haber misterio, con muchos recovecos, lugares ocultos… Me parece que daba mucho juego.

Como también lo da esta historia para ahondar o reflexionar sobre la ley de bienestar animal y la situación de los animales a nivel legal. ¿Siente que se está avanzando en ese sentido?

Yo no entro tanto en el tema legal. Creo que en lo que estamos avanzando es en el respeto a la naturaleza y el disfrute. Yo estoy un poco en contra de esa especie de culpabilización de “Somos malos los humanos, no cuidamos el medioambiente, nos estamos cargando el planeta…”. Todo eso genera culpabilidad, tristeza, depresión y la gente se queda quieta. Creo que el discurso tiene que ser “Esto es tan bonito que vamos a intentar conservarlo”. Me parece que hay que hablar de lo buena y bonita que es la naturaleza, y lo bueno que es que haya un equilibrio, y no culpabilizar a la gente. 

Y en esa otra reflexión que plantea de si hay algún animal más peligroso que el ser humano, ¿usted qué responde?

El ser humano es el más inteligente, y nos hemos quedado sin otra especie que nos pare los pies. Las especies viven en equilibrio. En el parque natural de Yellowstone, por ejemplo, hace un siglo desaparecieron los depredadores, y los ciervos y los alces empezaron a crecer. Al crecer, echaron a los herbívoros pequeños, y cuando estos se fueron, se fueron los zorros y los coyotes. Como ya no había muerte en el parque, las águilas y los buitres desaparecieron. Los ciervos comían tanto que cambiaron el curso del río, y se fueron los castores. En ese parque los ciervos eran el animal más peligroso, y casi un siglo después, hace relativamente poco, se reintrodujeron los lobos. Volvieron los herbívoros pequeños, volvieron los zorros y los coyotes, las águilas, los buitres… El río volvió a su curso anterior… ¿Qué quiero decir con eso? Que el ser humano no tiene a nadie que le haga de contrapeso, y somos nosotros los que nos tenemos que poner límites. Pero los límites son difíciles de cumplir.