A Ibon Urizar (Elgoibar 1975), el músico que se esconde tras el nombre artístico de Amorante, le da pereza grabar discos y defiende “la vitalidad y la emoción” de los conciertos. A pesar de ello, acaba de presentar Harri herri har (Forbidden Colours), un disco con ocho canciones y colaboradores múltiples que vuelve a asentarle en el pasado y la tradición, que él corrompe con heterodoxia electrónica y autotone. Esta noche lo presenta en el Kafe Antzokia de Bilbao, en su piso superior, a las 20.30 horas y con entradas a 12 euros.
Amorante es el proyecto en solitario de Iban Urizar, exintegrante de proyectos experimentales como Bizarra o Mengele Quartet. A punto de cumplir su primera década de actividad en solitario acaba de publicar su nuevo álbum, Harri herri har, grabado en los estudios Mala Estrata de Bilbao bajo la batuta de Aitor Etxebarria, el músico vizcaino responsable de las bandas sonoras El cuerpo en llamas y Mentiras pasajeras, con quien ha compartido la composición y arreglos sonoros de sus ocho canciones.
“He levantado una piedra mientras voy camino del pueblo. Encuentro un gusano. Quién sabe desde cuándo esta ahí y quién sabe hasta cuando querrá quedarse”, explica Amorante sobre el título de su nuevo trabajo. “Harri proviene de que hacer un disco es tirar una piedra al agua. Las ondas generadas se van extendiendo hasta desaparecer. Las piedras pueden llevarte a construir pequeñas chozas o también catedrales. Puede ser inamovible como la tradición, pero puede marcar un rumbo cuando los apilamos junto al camino -prosigue-. Una piedra es un vestigio del pasado. Aunque sirva para cambiar la dirección de un arroyo, el agua seguirá haciendo su propio camino”.
“Soy de un pueblo, y no lo cambiaría por una ciudad”, indica Amorante al referirse a la segunda palabra del título. “Este disco huele a pueblo, a mi pueblo. No es el pueblo mas bonito. Tiene un olor dulce y suave a veces; crudo e incómodo otras. Ese olor que te hace huir, pero te hace sentir que estás en casa”, apostilla antes de completar la explicación con Har. “Se oye una melodía y se forma un gusano en el oído. Un gusano que da vueltas, vueltas y más vueltas. Con la mayoría de las canciones del disco he sentido este gusano. No podía sacármelo de encima. Soy un gusano, y eso duele muchas veces”, concluye.
Tradición y vanguardia
Amorante es un artista, un tipo que se gana la vida como docente en un instituto y solo acude a la composición –con un pie en los ecos del pasado euskaldun y el otro en la vanguardia– cuando lo necesita, ajeno a las leyes del mercado. “No digo que me dé pereza, pero grabar me resulta duro. Y como la industria es caprichosa, lo tengo que hacer para que me sigan llamando para tocar”, razona. El músico cree que “la vitalidad del disco caduca antes que la del concierto”, que considera “más vivo”. En su opinión, “el disco es una fotografía concreta cuyo resultado condicionan muchas cosas durante la grabación; el concierto tiene la estética del error, que obliga a salir de ahí como sea y, de alguna manera, lo disfruto más”.
Harri herri har se nos presenta en Agurra con el sonido de campanas y después nos colma de melancolía, fiesta, animales y poesía. Y también de cantos a la memoria, a los bailes solitarios en plazas, a la necesidad de la poesía, a las esperanzas perdidas, la vejez… Y desde su álbum anterior, Bat edo hiru, con el apoyo de Aitor Etxebarria a la composición, arreglos y producción. “Me encanta su trabajo y ha sido una gozada trabajar con alguien tan intuitivo y que, como yo, huye de los patrones comerciales. Se nota su mano y las decisiones han sido compartidas”, reflexiona.
“He tenido la suerte de tener como compañeros de viaje a extraordinarios músicos”, se felicita Amorante, que cuenta con las cuerdas del exOskorri y Alos Quartet Xabier Zeberio en Erreka, texto de Harkaitz Cano y epopeya lírica y minimal de cámara; el dúo catalán Los Sara Fontán para vestir de vanguardia los poemas escondidos en una botella en Kale erdian; el bertsolari y rapero del grupo 2zio Odei Barroso en Ez dira, donde se acerca a los sonidos urbanos sin abandonar su trompeta; la dulzura y calma acústica de la guitarrista Amaia Miranda en el instrumental Arrels; los bertsos reivindicativos y aún actuales de Bilintx en Pobriaren suertia, Felix Buff, Hasier Oleaga…
Harri herri har incluye también una habanera, mucha cobertura electrónica, guiños al jazz, alguna distorsión ruidista, bertsos, sintetizadores… “Todo sale de mi mochila llena de experiencias y gustos”, explica a este diario. “Me gustan los artistas que practican la religión de la heterodoxia. Me gusta más este término que vanguardia, ya que esta lleva más de cien años. ¿Lo es ya?”, se interroga este músico que muchos ligan a Mikel Laboa. “En sentido estético, sí, pero somos de épocas diferentes y nos hemos enfrentado al arte de manera distinta. La similitud estaría en compartir el punto de fuga sobre lo establecido y el querer escapar de ello”, concluye.