Las chicas del Trébol han decidido hacer un viaje de 40 años y han aterrizado en una tarde lluviosa de Bilbao de 1983, previa a las inundaciones. Las tres amigas Gurutze Beitia (Nekane), Karmele Larrinaga (Begoña) e Iñaki Maruri (Farrah. nombre artístico en homenaje a Farrah Fawcet, la sex symbol rubia de Los ángeles de Charlie) se encuentran en una denostada whiskería en esta comedia a la bilbaina bajo la dirección de Gurutze Beitia que se representa en el Palacio Euskalduna hasta el 10 de septiembre

¿De dónde saca tanta energía para compaginar los tours teatralizados del Bilbao City View con las funciones de ‘Las chicas del trébol’ en Euskalduna?

Tengo mi nervio, el día que lo pierda, dejaré esta profesión. Llevamos durante todo el mes de julio con los tours teatralizados por Bilbao y hemos repetido durante esta Aste Nagusia. Nos ha pasado de todo, se nos ha estropeado el autobús en una ocasión, nos hemos encontrado con manifestaciones de jubilados, pero estoy con Mitxel Santamarina e Iñaki Maruri, que son dos cracks de la improvisación. Y hemos sacado todo adelante, es una paliza, pero ahí estamos encantados..

Y por la tarde, es una de ‘Las tres chicas del Trébol’...

El publico se parte de la risa y eso me da la vida; cuando salimos a escena y en el minuto uno empiezan las carcajadas, dices ya está. Veo las caras del público y ya me relajo. En fiestas, hay muchas ganas de reír, vienes al teatro, luego sales con los fuegos, has quedado con la cuadrilla, vas a cenar... Es un planazo. La gente viene muy alegre, el público de Bilbao tiene fama de frío pero nos desternillamos de risa con las comedias. Eso de fríos es un tópico, es un buen público; de hecho, muchas obras de teatro vienen a Bilbao a estrenarlas porque si aquí funcionan, tienen éxito en el resto de plazas. Tenemos un público maravilloso

¿’Las chicas del Trébol’ se ha cocinado poco a poco?

Hemos t enido poquísimo tiempo. La idea se le ocurrió a Jon Marin y Borja Elorza, ellos son los ángeles. Jon me comentó que se cumplían 40 años de las inundaciones y que no podíamos pasar esa fecha por alto. Estábamos emocionados por el tema, no teníamos texto, en principio iban a ser monólogos unidos por un hilo conductor pero al final ha sido una obra de teatro. Txemi (Parra) escribió una cosa preciosa, la adaptó y durante los ensayos han ido surgiendo muchas cosas tiernas y divertidas. Tenemos un totum revolutum tan bien salpimentado que desde el minuto uno, la gente se empieza a partir de la risa. Menos mal que estoy con Karmele Larrinaga e Iñaki Maruri, que se han dejado dirigir en todo. Ha sido muy intenso porque íbamos muy apretados de tiempo, pero el resultado ha sido este bombón que tenemos entre manos y que el público nos agradece muchísimo.

Cantan, bailan, interpretan en el escenario...

Y no solo nosotros, el público también canta canciones de Sergio, de Mocedades... Se viven momentos mágicos. Te vas a la cama agotada, pero sonriendo, a mí esto me da vida...

Pero ¿quiénes son las chicas del Trébol?

Yo soy Nekane, una profesora de mecanografía de una academia, muy maja, feminista y reivindicativa, que quiere ser mas moderna, avanzar en el tiempo, conseguir mas derechos para las mujeres... pero todo desde la perspectiva de 1983. Bego (Karmele Larrinaga) es una dependienta de las antiguas Galerías Preciados, es viuda desde hace muchísimos años, no ha disfrutado casi del matrimonio y ahora está conociendo a un gallego que le gusta. E Iñaki Maruri es Farrah, un travesti que trabaja en Trébol. A los tres nos une una amistad desde críos porque hay un conflicto que no voy a desvelar, por eso nos hemos reunido en esta whiskería, de los antiguos locales donde se fumaba. La obra está toda salpicada de recuerdos, de risas...

Y el otro protagonista de esta comedia es el Bilbao de hace cuarenta años.

 La obra no se entiende sin nuestra ciudad, sin aquellas historias, canciones y detalles de unos años en los que la villa, pese a la nube gris que la cubría, nunca perdió su encanto. Es una comedia para nostálgicos, pero no tiene edad. Tantos los jóvenes como los no tan jóvenes van a pasar un rato divertido. Por ejemplo, el tema de la tecnología nos ha dado mucho juego. Yo digo en la obra que ahora con los walkman tenemos sesenta minutazos de música. Claro, la gente joven se parte de risa, ¡si ahora con spotify pueden escuchar las horas que quieran! También se notan mucho los 40 años que han pasado en lo que se ha avanzado en los derechos laborales, de la mujer... Es un guiño continuo al pasado y al presente. La gente disfruta porque la mayoría lo han vivido y los que no lo han vivido surge luego un debate, cuando sales de la obra, porque todo el mundo se acuerda de lo que había en la televisión, porque en verano nadie tenía teléfono en el pueblo... Me gusta que haya gente joven con sus aitas, con sus aitites...

Todo el mundo dice que es más difícil hacer reír que llorar, pero pocos lo valoran...

–A mí me pone un drama mucho, me encanta un Chéjov, un Pirandello, un Shakespeare, pero que te tengas que callar porque la gente se está riendo, me da la vida. Me voy a casa con más endorfinas, serotoninas y con todas las cosas que acaban en nina, que nos vienen muy bien. 

Es una todoterreno... 

Tenemos que serlo, me encanta la comedia y siento también pasión por los musicales. Mi aita era el delegado de una casa de discos, por eso en mi casa se escuchaba música desde las ocho de la mañana. Había tortas para poner el tocadiscos; me he criado con música, cada uno ademas ponía la suya. Mi aita era un loco de los clásicos, a mi ama le encantaba Moustaki, a mi hermano, los Rolling y los Beatles. La música era vital. Yo, de pequeña, aprendí solfeo, llegué a cuarto de Piano y primero de Canto. Aunque algo se te dé muy bien, hay que seguir formándose siempre.

Pero usted en realidad iba para periodista.

Hice Ciencias de la Comunicación, pero antes de licenciarme me titulé en Técnico Especialista de Relaciones Públicas de Empresa.

Y trabajó en numerosas cosas antes de dedicarse por completo a la escena...

Como mucha otra gente, he dado clases particulares de cría para tener mi dinero, de idiomas... He sido también secretaria en los campeonatos mundiales de surf en Mundaka, he trabajado en un banco de crédito, en un concesionario de coches...

¿Y cuándo dio el salto definitivo a esta profesión?

Llevo 22 años haciendo teatro, televisión... Tengo 58 años, empecé muy mayor. Era mi hobby, disfrutaba mucho, por eso me apunté a la escuela Juan Antxieta, las clases eran de tarde y de noche y podía compaginarlas con mis trabajos. Tenía una vida de persona normal, con mi trabajo, mi sueldo fijo... Cuando estaba trabajando en el concesionario, entré en Radio Euskadi los fines de semana y en verano. Me escuchó una compañera que tenía una productora y me dijo que me querían hacer un casting. Me pidieron que contara unos chistes y escribiera un monólogo. Me presenté y, efectivamente, pasé el casting. Me empezaron a salir cosas de teatro y tele y ya no podía compaginarlo con mi trabajo. Mi hermana me dio la clave, me dijo que un plato de alubias no me iba a faltar. Me aconsejó que me diera un año y me lo dí. Y ya han pasado 22.

No para de trabajar, pero además es muy ‘disfrutona’ de la vida.

Por algo soy zarambolas (ja, ja, ja). Me crié además en una casa que era muy alegre, he salido a mi ama, que era una persona con mucha alegría. Hay vecinas mayores que todavía me dicen que echan de menos cómo cantaba cuando colgaba la ropa. Fue una mujer muy positiva y creo que he heredado ese carácter, por supuesto tengo mis momentos tristes, pero procuro disfrutar. Soy muy seria trabajando, pero muy disfrutona de la vida.

No me imagino a Gurutze Beitia sin nuevos proyectos.

Ahora voy a descansar un poco porque necesito vacaciones. En octubre voy a coger unos días, luego me toca otra vez Madrid, tengo dos zarzuelas este año, La rosa del azafrán y La verbena de la paloma, disfruto mucho en Madrid, siempre lo digo, pero a mí me gustaría trabajar siempre en casa, porque soy más del botxo que el jabón chimbo. Para mí ir a trabajar andando o en tranvía es disfrutar de la vida. Es que me gusta hasta el clima, la lluvia... Se reían en Madrid cuando pasé allí un año entero con la serie de televisión Acacias 38 porque llegó un momento en el que me estaba angustiando porque me faltaba la humedad, mi gris. Fíjate hasta qué punto que durante todo el año me venía los viernes a Bilbao y cuando estaba lloviendo ya me relajaba. Ese olor a salitre, a la ría, a yodo... Es insuperable. Además, tengo varios proyectos más. Ya sabes, en esta profesión si no tenemos cosas, nos volvemos locos.