Escuchar a Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936) es adentrarse en su mundo de viñetas trapisondas. "El día que pase tres días en blanco, hago una pirámide con todos mis papeles, prendo una cerilla y a tomar por saco todo", confiesa a DEIA el creador de los inmortales Mortadelo y Filemón. El historietista catalán se encuentra en Bilbao de visita relámpago, pues ayer recibió el Premio BBK-La Risa de Bilbao, como símbolo del humor surrealista (leitmotiv de la segunda edición del festival). El galardón, dotado de 25.000 euros y una escultura de Jesús Morua, fue "muy bien recibido" por el autor, pero el mejor premio lo recibirá hoy, durante la "maratoniana" firma de libros que tendrá lugar en El Arenal bilbaino (de 12.00 a 14.30 horas). "Ver una larga cola de personas esperando con tu libro bajo el brazo para que se lo firmes es el mejor premio que se puede recibir", asegura. Pese al reconocimiento, el autor rehúsa la idea de una película sobre su biografía (como ocurriera con su compañero Vázquez).

Dibujo de Ibáñez dedicado a la redacción de DEIA. DEIA

"Las memorias de mi vida caben en una línea: un gilipollas que trabajó, trabajó y trabajó", apunta. Pepe Gotera y Otilio, Rompetechos, la comunidad de 13 Rue del Percebe... Los personajes del imaginario de Ibáñez han entretenido a varias generaciones -las rotativas publican sus historias desde 1957-, pero entre todos, solo Mortadelo y Filemón han llegado hasta el cine. "Son unos supervivientes del mundo del cómic; años atrás los quioscos estaban llenos de tebeos: del capitán Trueno, el capitán Relámpago... ¡Todos los fenómenos atmosféricos tenían su capitán en el cómic! -bromea-; pero éstos han ido desapareciendo". En cambio, los simpáticos agentes de la TIA permanecen al pie del cañón medio siglo después. El padre de esta extraña pareja desvela el secreto del éxito: "La clave no reside en el dibujo, que no es que sea muy rococó precisamente, sino en un guion capaz de entretener y de hacer reír al público, aunque sea de ombligo para dentro", señala. Ibáñez se apresura en aclarar que no es dibujante: "Si hay algo que me gustaría saber hacer en este mundo es dibujar. Yo soy un historietista en su conjunto, es decir, reúno la faceta de dibujante -soy uno más-, y la de guionista, y en esta sí que me esmero", apunta.

"El mejor premio es ver a una cola de personas esperando a que les firmes tu libro"

Francisco Ibáñez - Historietista

Lápiz, papel "y la cabeza en medio" es todo lo que necesita para crear sus historias. "Cuando se fabrique un ordenador capaz de crear un personaje y de desarrollar una historia, seré el primero en comprarlo", comenta. Antes de adentrarse en el universo de Mortadelo y Filemón, Ibáñez trabajó en la banca. "Yo digo que estuve en la banca, no que trabajé -corrige-, entre el papeleo de debe y haber aprovechaba para hacer mis dibujitos, por eso cuando decidí dedicarme a ello los directores de la sucursal se alegraron aún más que yo", recuerda. Matar a mortadelo Con todo, no siempre se le aparece "esa musa que se sienta a tu lado y te sopla a la oreja", y en esos "espantosos" momentos de abismo frente al folio en blanco, confiesa entre risas: "Mataría a Mortadelo... ¡y a Filemón! ¡A los dos!".

Su afición por el tebeo se remonta a su más temprana niñez, cuando a los cuatro años publicó "un ratoncillo" en el rincón de un periódico. "Mi padre recortó el dibujo y lo llevó siempre consigo. Cuando falleció, entre sus cosas encontramos la cartera donde guardaba intacta mi primera publicación", relata. Al poco de dejar la banca, surgieron Mortadelo y Filemón, y tras probar suerte en varias editoriales recaló en Bruguera, de donde se marchó en 1985 después de que la editorial se quedara con los derechos de sus personajes. "¡Hasta la mujer del dibujante era propiedad de Bruguera", ironiza. Ibáñez ha sabido adaptar sus personajes a los cambios sociales.

"Mortadelo y Filemón son unos supervivientes del mundo del cómic"

"Si escribiera igual que hace 50 años ya me habría llegado esa temida carta de la editorial donde te piden que cambies el disco", indica. Por eso el autor incluye en sus viñetas personajes y elementos de la actualidad cotidiana, pero sin entrar en críticas políticas o sociales. "Puedo sacar a los políticos en mis historias, pero sin ningún atisbo de crítica. Los chistes políticos se los dejo a los compañeros de los periódicos, que lo hacen de maravilla", comenta. Respecto al reciente pleito sobre el cómic de Hergé, Tintín en el Congo -denunciado ante un tribunal belga por racista-, Ibáñez duda de que el autor belga tuviera intención de ofender "a nadie", y cita a su colega Vázquez. "En su día publicó una historieta sobre una familia gitana, y tiempo después se le acusó de maltratar a esta etnia. Lo que no es ofensivo hoy lo será mañana y, en cualquier caso, si solo pensáramos en lo políticamente correcto, no crearíamos nada", sentencia.