Intérprete habitual de cineastas como Imanol Uribe, Álex de la Iglesia, Enrique Urbizu, Juanma Bajo Ulloa, Gracia Querejeta o Fernando Trueba, entre otros, Ramón Barea (Bilbao, 1949) opta a su primer Goya en más de cuarenta años de trayectoria gracias a su papel de Koldo en Cinco lobitos, la película de Alauda Ruiz de Azúa que cuenta con 11 nominaciones. 

El actor bilbaino recuerda que la primera vez que se subió a un escenario, entre comillas, fue de monaguillo, “además muy celebrado por don Eluterio, que era el cura de la parroquia de San Juan. También he sido torero de perros. Mi padre era muy aficionado a los toros así que los Reyes Magos me trajeron una montera y un capote, que era un trozo de tela roja. Y jugaba en la Plaza Nueva de Bilbao toreando perros que pasaban por allí”. Después de eso, ha tocado casi todas las facetas del oficio de actor. Se curtió en el mundo del teatro independiente en Cómicos de la Legua y el cine le dio su primera oportunidad en 1981 con La fuga de Segovia. 

El actor, de 73 años, acudirá el próximo 11 de febrero a Sevilla para asistir a la gala de los Goya, después de participar en más de 100 películas. “El gran premio en esta profesión es mantenerse y eso es lo que yo he hecho. No he dejado de trabajar”, confiesa. Estos días está en Bilbao preparando un montaje sobre la trilogía La lucha por la vida, de Pío Baroja, que dirige y en la que actúa, y que tiene previsto su estreno para el 17 de febrero. 

Ahora, tras cuarenta años de profesión le llega su primera nominación con ‘Cinco lobitos’ de Alauda Ruiz de Azua.

Estoy encantado, me ha pillado desprevenido. No he estado nominado nunca y he estado una sola vez en la ceremonia. Fue entregando un premio junto a Belén Cuesta, pero no vi nada salvo la compañía de Belén, que fue excelente. Pero me dije que no iría más a entregar nada. Lo veía siempre muy bien desde casa. Eso sí, he trabajado en muchas películas que han ganado muchos Goyas. Me gusta ver cuando han ganado mis compañeros y compañeras. Como dicen mis nietos, no me ha tocado, piensan que es la lotería. Pero lo he llevado siempre bien. No me he planteado nunca la necesidad de triunfar, no me importaba. Yo quería que los proyectos fuesen bonitos. 

En esta ocasión sí asistirá a la ceremonia...

Sí, ja, ja ,ja, ya tengo preparada la camisa. 

“Cuando Alauda (Ruiz de Azua) me presentó el guion de ‘Cinco lobitos’ me pareció brillante, fue un flechazo”

¿Le ha sorprendido el éxito de ‘Cinco lobitos’, una película que ha crecido con el paso de los meses y en muchos casos gracias al boca a boca?

Me pareció un guion brillante porque tiene una historia muy normal. Fue un flechazo conocer a la directora. Me llamaron para hacer el personaje y antes de empezar a rodar, nos reunimos el equipo y hablamos de la vida, de nuestros hijos, de mis nietos o del primer llanto de mi hija. Alauda nos hizo jugar a situaciones que no estaban en el filme, fue un encuentro con la vida, el cine vino luego. Es la primera vez en toda mi carrera que me mandan mensajes por facebook de felicitación por la peli. He notado el impacto que ha tenido este filme, que ha llegado a todo el mundo. No tiene una trama retorcida, pero la mirada es especial, una mirada femenina de las pequeñas cosas, en la que todo el mundo se reconoce, como el nacimiento, la maternidad, la familia o la muerte. La he visto muchas veces, además me gusta ir con gente para comprobar cómo reaccionan y noto cómo, a veces, contienen la respiración. Es muy emocionante.

‘Cinco lobitos’ parte como favorita a los Goya con 11 nominaciones. ¿Puede hacer su quiniela?

Alauda opta al premio a la mejor película y al de mejor dirección novel, confío en que se los lleve. Y que Laia Costa se lleve el de la actriz protagonista, Susi Sánchez el de actriz de reparto y Mikel Bustamante el de actor revelación. En realidad, se merece los once Goyas a los que está nominada. 

Estará también pendiente del premio al mejor cortometraje como protagonista de ‘La entrega’, de Pedro Díaz.

Estoy de prota del corto. Somos dos personajes nada más y yo estoy todo el rato en la pantalla. Interpreto a un señor de 80 años que no quiere salir de casa. Es un filme que habla de soledad, muy propio para estos tiempos que corren de miedos y de temores. Es una película que tiene muchas capas.

“Entré en el cine por casualidad, porque para ‘La fuga de Segovia’ necesitaban actores vascos”

Para una persona que llegó al cine treintañero y de casualidad no le ha ido nada mal. 

Yo registré al grupo Cómicos de la Legua en 1969. Era un veinteañero, ahí empezábamos. Era mi primer grupo semiprofesional. A los tres o cuatro años empecé a dedicarme exclusivamente al teatro en condiciones de altibajos, alrededor del teatro independiente de la época. En el País Vasco no había tradición teatral profesional. Cómicos de la Legua duró hasta 1980 y luego fundamos Karraka, que siguió hasta más allá de 1990. He hecho mucha vida de grupo y más teatro que cine. Empecé tarde en el cine, ya treintañero, y porque Imanol Uribe iba a rodar en 1981 La fuga de Segovia y tenían que llenar la película de etarras, de presos, y claro, la fuente eran los grupos de teatro del País vasco. Un buen día se presentó con el hijo de Paco Rabal, Benito Rabal, que era el ayudante de dirección, y miraron entre la gente que estábamos ensayando en Karraka y dijeron: A ver, el calvo y el del bigote. El calvo era Álex Angulo y el del bigote era yo. Y ahí aparecimos en la película, con un montón de gente sin saber lo que era un rodaje de cine. Pensé que era la primera y la última peli que hacía porque el cine era lo que hacían otros, pero desde entonces no he parado. Hay veces que he hecho cuatro películas al año.

¿Y dónde está más cómodo, en el cine o en el teatro? 

Estoy más cómodo en el teatro como actor, no dirigiendo. Cuando se dirige, tienes esa sensación de que todo el mundo depende un poco de tí y de tus decisiones. Y eso es mucho desgaste, a pesar de que afortunadamente en el caso de la obra de teatro que estamos preparando para el Arriaga cuento con un equipo con el que he trabajado en más ocasiones, con lo cual es mucho más fácil. Además, en el cine no puedes echar demasiadas raíces porque los rodajes son de seis semanas o siete o a veces menos. Durante este tiempo, la relación es muy intensa, pero te lo juegas todo cada día, las jornadas de trabajo son muy largas. No tienes la misma relación con el público que en el teatro. El teatro es el territorio más natural, muchos actores y actrices tenemos el privilegio de poder alternarlo con el cine y algo de tele. Eso es lo ideal en nuestra profesión.

En el caso dela tele, ha tenido una relación rara, como usted la ha calificado en algunas ocasiones.

Y no es porque no me haya gustado, es que siempre ha ocurrido algo que me ha impedido enrolarme en una serie larga. Me la ofrecían cuando tenía otros proyectos o cuando decía algo que sí, se frustraba. Me acuerdo que me llamaron para El peor programa de la semana, que dirigían Monzón, El Gran Wyoming, y Fernando Trueba y duró cinco capítulos porque hubo un problema de censura. Fue un enredo y una cosa un poco triste, porque era un programa que estaba muy gracioso, pero nos echaron todos a la calle. También Alfredo Landa me llamó para una serie de televisión para trabajar juntos. Se hizo un capítulo piloto estupendo, pero el proyecto se fue al carajo. Yo ya había parado todo en mi vida para estar un año con él. Se puede decir que he tenido una relación rara con la televisión sin haberlo pretendido nunca. 

“Se va a hacer un documental sobre 'Cómicos de la Legua', se mostrará dónde hemos acabado esos chavales”

Lo cierto es que tiene una agenda de vértigo. Acaba de volver de un par de rodajes en Madrid, está ensayando estos días la obra para el Arriaga, dirige Pabellón 6....

Hay gente que está más ocupada, lo que pasa es que nuestro trabajo es más público y notorio porque estamos en los medios y parece que hacemos más cosas de las que realmente hacemos. De todos modos, me considero un privilegiado por poder enlazar un proyecto de trabajo con otro y cuando no he tenido trabajo, me lo he generado yo con proyectos o con lo que sea; no me asusta. Soy un currante, no tengo tendencia a estar parado, en este oficio hay rachas, no puedes prever lo que va a pasar el año que viene o a veces el mes que viene. Pero te diré, ahora tengo menos aguante para hacer varias cosas a la vez. Antes lo llevaba mejor o quizás tenía un nivel de estrés con el que convivía mejor; ahora me agobio. De hecho, no he tenido nunca representante en toda mi carrera, me he arreglado. Me han timado cuando han querido, pero no me ha importado porque he hecho lo que me gustaba, pero en los últimos meses, he tenido un aluvión de proyectos que se han puesto en marcha todos a la vez; parece que se estaba esperando a rodar cuando se pasara un poco la pandemia. Llegó un momento en el que no podía encajarlos, así que le he pedido a mi compañera Irene que me haga las gestiones administrativas, porque me estoy volviendo loco. Al final, he podido hacer todo lo que pensaba que no iba a poder hacer echando mano de alguien que me organiza la vida.

¿Y entre los proyectos futuros? ¿Teatro, cine, televisión...?

Hay un documental que me hace mucha ilusión sobre una época de Cómicos de la Legua de la que hay poco material de archivo. Éramos unos críos, inscribimos en el registro civil de Bizkaia una asociación de teatro que se llamaba Cómicos de la legua, nombre con el que se denominaba en siglos anteriores a los miembros de compañías ambulantes, ya que debido a la mala reputación de la profesión teatral, se les obligaba a acampar a una legua de las murallas de la ciudad. Tuvimos que hacerlo para poder hacer teatro porque, por aquel entonces, empezaban a prohibir y a exigir una cierta legalidad para actuar en los barrios. Aquello era una cosa militante, muy de guerrilla, de teatro social, ideológico... Pensabas que ibas a cambiar el mundo a partir del teatro, ensayábamos en Bolueta, nos venía a visitar Atxaga, porque nos daba clases de euskera, Sarrionandia... De todo eso, se va a hacer un documental este año con entrevistas, encuentros... Éramos unos chavales, que viajábamos en furgoneta pueblo a pueblo, llevando nuestras obras de teatro, el documental mostrará dónde hemos acabado esos chavales.