Cuando el Guggenheim Bilbao se inauguró el 18 de octubre de 1997, Juan Ignacio Vidarte (Bilbao, 1956) ya llevaba cinco años coordinando el proyecto de su puesta en marcha. Veinticinco años después de la apertura del museo, Vidarte, que es además director general de Estrategia Global de la Fundación Solomon R. Guggenheim, afirma satisfecho que el museo, que ha servido de “catalizador de transformación en Bilbao”, sigue siendo una institución de referencia cultural internacional.

Acaban de firmar el verano con más visitas de su historia. ¿El efecto Guggenheim sigue más vigente que nunca?

Ahora son momentos de celebración porque se han cumplido todos los objetivos que se plantearon con creces y además, podemos mirar al futuro con unas bases muy sólidas desde el punto de vista de funcionamiento del museo, de su modelo operativo, de financiación, su participación pública y privada, de la dinámica de la programación, de sus equipos internos, de sus profesionales... Pero, el peor error que podríamos cometer es pensar que, porque estamos en una situación muy buena, haya garantías de que vayamos a poder seguir cumpliendo los objetivos en el futuro. Nosotros creemos que no somos un proyecto ni para 25 ni para 50 ni para 100 años, somos un proyecto con vocación de presencia indefinida. Queremos seguir ayudando en el proceso de la transformación permanente que vive Bilbao, Bizkaia, y el País. En ese sentido, tenemos que seguir siendo un catalizador de un proceso de transformación, que esperamos que continúe y en el que confío en que el museo pueda seguir jugando ese papel con su propia actividad y con la de su ampliación cuando se realice. Y además, siendo un elemento de proyección en el mundo de la realidad de este País. Hay que afrontar el futuro con los valores que siempre hemos tenido de ambición y de capacidad de innovación. Y dentro de eso se enmarca entre otros, el proyecto de la ampliación del museo en Urdaibai.

Precisamente, esta semana el diputado general anunciaba que se están fijando las bases arquitectónicas y ambientales del proyecto del Guggenheim Urdaibai, que abrirá unos meses al año con límite de visitas.

Es uno de los retos del futuro y así está planteado en la estrategia del museo desde hace 12 años y sigue siendo un proyecto de futuro hoy. Ahora se están dando pasos importantes y necesarios en diferentes ámbitos, administrativos y urbanísticos, liderados por la Diputación para despejar el terreno de manera que cuando el proyecto vaya adelante, se pueda desarrollar en unos plazos razonables. Se están dando pasos también para conseguir articular una sintonía y consenso entre las diferentes instituciones implicadas, que son muchas, porque es enormemente complejo desde ese punto de vista, y requiere un consenso institucional a todos los niveles: municipal, foral, Gobierno vasco, con la administración general del Estado... También en articular la estructura financiera que soporte el proyecto... Estamos en una fase muy esperanzadora.

Una ampliación que tiene unas características muy específicas...

Es una ampliación más cualitativa que cuantitativa, no continua, que lo que pretende poder ofrecer a los visitantes del museo es una experiencia muy complementaria, muy ligada a la naturaleza, al paisaje, que pueda tener una base muy firme en cuanto a dar acogida a los procesos de creación, de interdisciplinariedad entre las prácticas que ahí se plantean. El proyecto tiene vocación de sostenibilidad, evidentemente no solo porque esté en Urdaibai, sino porque quiere ser una referencia en el ámbito de la sostenibilidad. Aspiramos a que tenga no solo una contribución que sea neutral, sino a que mejore la situación medioambiental de un espacio tan singular y especial, que por tanto, tiene la protección que se merece como es Urdaibai.

¿Se atrevería a poner una fecha para su apertura?

Todavía al proyecto no se le ha dado ese banderazo de salida, no están todos los elementos que hay que tener bien definidos para el momento en el que se pueda dar ese banderazo de salida. Será entonces cuando se podrá poner una fecha para su inauguración.

Por primera vez, el 14 de marzo de 2020 tuvieron que cerrar el museo debido a la pandemia. En estos 25 años del museo, ¿ha sido el momento más duro al que se han tenido que enfrentar?

Ha sido el momento más complicado, más inesperado y más dramático. Un momento absolutamente excepcional que nos ha forzado a tener que trabajar con unos parámetros que han requerido lo mejor de todos. Como alguien dijo, ha sido como reparar el motor de un avión en pleno vuelo. Estábamos en marzo de 2020 en una situación muy dulce con unos índices de visitantes elevados y con una programación enormemente ambiciosa. De repente, tuvimos que cerrar dos meses y medio y la mayor parte del año restante tuvimos que funcionar con unas condiciones de restricciones de movilidad, que hacían muy complicado que la audiencia del museo estuviera en los niveles previstos. Tuvimos que adaptarnos para funcionar con un 70% menos de los visitantes previstos y con un 30% menos de recursos. Eso nos obligó a hacer unos reajustes importantes en el presupuesto, en la programación...

La buena noticia fue que fueron capaces de afrontar ese escenario que no estaba previsto...

Así es y fue gracias a la colaboración de todos, de la plantilla, de nuestros colectivos de apoyo, institucionales y privados; todos entendieron lo complicado de ese momento. Ese año lo pudimos acabar, aunque con unos niveles de visitantes y de ingresos muy por debajo de los previstos, sin déficit, pudimos afrontar 2021 como un año de transición y eso ha hecho que hayamos podido hacer frente a 2022 sin mochilas. Para este año, el del aniversario, hemos preparado una programación muy ambiciosa y afortunadamente los resultados parecen que están dando por buena esa apuesta.

Uno de los datos más positivos de este año ha sido el tirón internacional que ha tenido el museo, que ha recuperado el volumen de visitantes y el porcentaje de extranjeros a unas cotas ya similares e incluso en algunos casos superiores a la prepandemia.

Pensábamos que iba a ser un año todavía de transición pero se ha desarrollado de una manera más rápida de lo que preveíamos. Es un dato esperanzador en el sentido en el que parece que la tendencia de recuperación de la normalidad en este terreno se ha acelerado. Todos sabemos que, después de la experiencia que hemos pasado, la incertidumbre es un factor ya de la realidad y, por tanto, no podemos hacer previsiones con ninguna garantía de seguridad porque sabemos que en cualquier momento las cosas pueden cambiar. Y, en ese sentido, la flexibilidad y la resiliencia que hemos desarrollado en los dos últimos años también en el futuro va a ser necesaria. Pero, en principio, soy optimista. Vamos a afrontar un otoño y un invierno que van a ser complicados por las condiciones del contexto de la economía, pero tengo la sensación de que hemos recuperado el posicionamiento que teníamos y tengo la confianza de que nos vamos a mantener así en el futuro.

Cuando se abrió el museo parecía un disparate pensar que la mitad de las 400.000 personas que se suponían que iban a visitar el museo iban a venir de fuera del Estado...

Se superaron las previsiones desde el principio. Y la realidad es que en un año normal la cifra de visitas está en torno a 900.000 y de estas, dos terceras partes son extranjeros. Esto demuestra que la notoriedad del museo sigue más vigente que nunca.

¿Se imagina Vidarte un Bilbao sin el Guggenheim?

No, y eso es un indicativo del éxito del proyecto, que ha participado de esa manera en la transformación que forma parte indisoluble de la realidad de Bilbao, de Bizkaia y de Euskadi. Sin el Guggenheim, nuestra realidad sería muy distinta y peor. Obviamente, yo soy parcial, pero es evidente que el museo ha tenido un contribución sustancial y significativa en el proceso de transformación de Bilbao y se puede hablar de un antes y un después del museo.

Por cierto, hace mucho tiempo que el arquitecto Frank Gehry, autor del edificio del museo, no visita Bilbao.

Espero que pueda venir para celebrar este 25 aniversario con Bilbao. Tiene 93 años, pero le hace mucha ilusión poder estar aquí.