"Hemos firmado malos contratos, pero hecho buenas canciones". Así resume Álvaro Urquijo, el líder de Los Secretos tras la muerte de su hermano Enrique, la trayectoria de un grupo que ha superado las cuatro décadas de carrera. Tras el éxito de su doble disco y DVD en vivo y la biografía escrita por Álvaro, el quinteto que ha dejado para la historia himnos como Déjame o Pero a tu lado está de vuelta en la carretera y este domingo recala en Euskalduna Jauregia. "Las tragedias forman parte de la vida, pero no hemos tirado nunca la toalla", asegura Álvaro en esta entrevista.

Vuelta a los escenarios...

-Es un regreso al concepto natural de nuestra banda. A principios de 2020, con el nuevo disco, Mi paraíso, teníamos previstos más de 80 conciertos que incluían múltiples detalles en escena, escenografía, proyecciones, staff grande de técnicos y guitarras€ Y ahora lo retomamos tras dos años de recitales de menor formato y con el caché más bajo que fueron casi como un servicio público, para dar trabajo a la gente, productoras, empresas de sonido y técnicos.

¿El repertorio también se ha modificado?

-Sí, claro. Incluye gran parte de nuestros éxitos y temas del último álbum y de otros recientes, junto a canciones menos conocidas que vamos cambiando y rescatamos. Estas más oscuras sorprenden a la gente y se preguntan si son nuevas. Incluso hemos notado nota de cuáles de esas se oyen más en plataformas, que se suman a Déjame o A tu lado. Entre ellas, destacan No me falles o Nuevo color.

¿Sigue apeteciendo tocar los viejos éxitos?

-Nunca me cansaré de cantarlos porque veo cómo los disfruta la gente y lo que significan para ellos. No concibo el show que deja a su público con la miel en los labios y solo toca el último disco. A mí me ha pasado y no me gusta. Hacemos como una treintena de canciones y la mitad son clásicos.

¿Qué sensaciones tienen en el escenario?

-Muy buenas, estamos con todas las ganas. Llevamos ocho conciertos y con grandes resultados de asistencia y satisfacción para todos. El show complace a la mayoría, que descubre canciones escondidas, y a los más fans, que conocen hasta esos patitos feos de los discos.

Bilbao nunca falla en sus giras. Aquí nació su aita.

-Claro, tengo hasta 19 primos allí. Una vez actuamos al aire libre y llegué a pedir 39 pases para ellos. Es lo menos que puedo hacer, compensarles con todo mi cariño ya que no me da tiempo a estar con ellos. Vamos a todos los sitios con prisa.

A su padre le debe la pasión por la música y el sonido.

-Es verdad. Antes del walkman de Sony, él tenía uno parecido comprado en Alemania, muy grande y que gastaba muchas pilas. Era un melómano y aunque era un currante, un ingeniero civil que empezó en Iberduero y pasaba mucho tiempo fuera de casa, siempre mejoraba sus equipos de sonido y cuidaba la aguja del tocadiscos, compró una doble platina... Y nos despertaba los fines de semana con Ray Charles, Duke Ellington, Mozart, Beethoven o Brahms. La música y los cacharritos eran sus aficiones.

Antes de la gira vivió un periodo creativo muy fértil con el disco y DVD de homenaje a Enrique y su libro sobre el grupo.

-El disco del WiZink Center era benéfico, para ONGs, y totalmente altruista por parte de los invitados, de Miguel Ríos a Manolo García, Amaral, Mikel Erentxun, David Summers o Coque Malla. Luego, ya celebrado y para que la gente que no pudo ir lo disfrutara, hubo complicaciones con las compañías de discos de los invitados. Y se retrasó todo durante la pandemia. Al final, se publicó el año pasado, dos después de su celebración.

¿Y el libro, cómo surgió?

-Con las entrevistas que hice para el concierto del WiZink. Me di cuenta de que había mucha desinformación sobre la historia de mi hermano y cosas sacadas de contexto. Cuando murió, mantuvimos el silencio y se dieron cosas por sentado, como algún periodista que relató que ese día fue para Enrique como el día cualquiera de un yonqui. Decidí reunir mis recuerdos en pandemia, al ver que gente de mi edad estaba muriendo, y luego, desde Espasa y con el apoyo del editor Gonzalo Abadía, se interesaron y vieron que podía convertirse en un libro. Toda esa información no se podía quedar desdibujada. Tuve que llamar a mucha gente de la época de los 80 para contrastar información y que todo fuera veraz.

Tenía apenas 17 años cuando empezó.

-Era el último mono (risas). Tocaba con mis hermanos Javier y Enrique, pero no tomaba decisiones. Me encargaba de afinar las guitarras, una por una hasta ocho. Yo lo sentía como algo importantísimo.

El libro se titula 'Siempre hay un precio'. ¿Ha sido demasiado alto?

-Nos sentimos afortunados de formar parte de la historia colectiva de este país. Enrique, aunque no esté con nosotros, estaría orgulloso de esta segunda vida de sus canciones y de que A tu lado, que fue un fracaso en 1995, ahora sea nuestro n.º 1 con más de 60 millones de descargas en los últimos cuatro años. Es una suerte y un orgullo. ¿A quién que lleve 42 años de carrera no le han pasado cosas, perdido un ser querido o tenido un accidente? Es normal, las tragedias forman parte de la vida. Lo más importante es nuestra capacidad de sentir, el amor, la cultura, el conocimiento€ Cada uno de nosotros es un milagro, y cada vida, sagrada.

Ustedes perdieron también a dos baterías, además de a Enrique.

-Es cierto. Muchos no han perdido tantos amigos como nosotros, ni tenido épocas valle en las que nos vimos arruinados, tocando en zonas pantanosas y cayendo en el mundo de las drogas. Pero la música y la fe, la propia y la de la gente que nos animaba, nos han traído hasta aquí. Me quedo con lo bueno, que pesa más. No hemos tirado la toalla nunca.

Y siempre vivieron lejos del círculo del 'artisteo'.

-Éramos muy tímidos y no queríamos ni entrevistas. Nunca tuvimos el deseo de triunfar y ganar dinero y fama. Al contrario, Enrique era el anti-héroe, quería hacer música porque le gustaba tanto como a mí, como a Jackson Browne o a Eagles. El escudo del grupo fue nuestra música, no las pintas o hacer temas comerciales. Nos decían que nuestras canciones olían a vaca en plena época de los Nuevos Románticos. Siempre hemos la música que hemos querido tras oír a Dylan, The Who, CSNY o The Police. Nos gustaba todo.

¿Los Secretos siempre ha sido un grupo familiar? Empezó con los hermanos y ahora sigue con el guitarrista Ramón Arroyo y el teclista Jesús Redondo.

-Al elegir un músico nuevo siempre primábamos el feeling y si nos sentíamos cómodos por encima de la cuestión técnica y el virtuosismo. Igual con colaboradores, técnicos y productores. La química es importante cuando hay que convivir con alguien mucho tiempo. Y la había y hay con Ramón y Jesús, además de su pericia como músicos. Tenemos conexión.

En el libro habla de trabajo, seriedad, suerte y cariño como razones de su éxito.

-Y las canciones, claro. Todo pasa por ser humilde, no ser ambicioso o pesetero. Se refleja en las canciones, en las que queríamos imitar a nuestros ídolos en nuestra lengua. Esa afición nos enredó; y lo hicimos sin referentes. De hecho, nuestro padre nos decía que de qué íbamos a comer. Nosotros sí nos convertimos en referentes para la generación de gente como David Summers.

Y casi siempre peleados con la industria.

-Pues sí, siempre hemos renovado a la baja debido a las muertes de Enrique o de nuestro batería Pedro, a las absorciones de compañías, la llegada de Internet y la piratería, el cambio de vinilo a compacto€ Hemos sido malos hombres de negocios y firmado malos acuerdos, pero hecho buenas canciones. Y cómo las ha acogido el público nos hace seguir aquí. No nos vendimos a la industria, nos refugiamos en nuestro propio jardín, en nuestro paraíso.