-La Orquesta Sinfónica de Bilbao está celebrando su centenario con una temporada dominada por la diversidad. El ciclo destaca por el elevado número de compositoras, que se inauguró con el estreno de la última obra de Isabel Urrutia, y en el que se ha programado también música de Louise Farrenc, Clara Schumann, Fanny Hensel-Mendelssohn, Sofia Gubaidulina y Madeleine Dring.

El programa de hoy y mañana tiene como protagonista el Concierto para piano y orquesta en la menor Op. 7 de Clara Schumann y para dirigirlo, los responsables de la BOS han querido contar con Shiyeon Sung, una de las mujeres más destacadas de la dirección internacional y primera directora de Corea de Sur en dar el salto a los escenarios para conducir orquestas de renombre internacional.

Debuta en Bilbao con este concierto...

—En realidad, estaba previsto para 2020, pero llegó la pandemia y todo se paralizó. Durante ese tiempo, solo pude dar dos conciertos, uno en Oviedo y otro en Madrid. El confinamiento me pilló en Lyon, ensayando, y afortunadamente, tuve tiempo para coger un avión y trasladarme a Berlín, que es donde tengo la residencia, junto a Seúl. Me paso todo el día viajando y, sobre todo, doy conciertos en Europa y en América.

Ha comentado en alguna ocasión que iba para pianista pero en el camino le sedujo la dirección de orquesta...

—Empecé a estudiar piano en Seúl con cuatro años y luego me fui a Berlín a perfeccionarlo. Cuando tocaba el piano, tenía la sensación de que quería algo más. Fue a los 25 cuando empezó a interesarme la dirección, me encantaba ir a los ensayos de la Filarmónica de Berlín. Ahí vi a Claudio Abbado y a otros grandes directores. Recuerdo también la experiencia de ver un vídeo de Furtwängler. Admiré especialmente la energía y la autoridad que desprendía al dirigir la orquesta; con unos movimientos muy simples conseguía tener a los 100 músicos entregados. Sentí que dirigir era algo que tenía que hacer en mi vida.

En aquel tiempo había pocas directoras mujeres.

—Muy pocas, muchas orquestas no tenían ni una sola directora durante toda la temporada; ahora afortunadamente, muchas más mujeres han tomado la batuta en todo el mundo, pero cuando yo empecé éramos poquísimas. En algunas ocasiones, la gente se sorprendía cuando me veía sobre el escenario y se daba cuenta de que era una mujer. Con un nombre como el mío, si no se acompaña con una fotografía, en Europa nadie distingue el género (se ríe).

Algunas compositoras y músicas se han quejado siempre de que la música clásica es bastante machista...

—Esto no es feminismo, pero se están consiguiendo muchos logros. En los últimos años, hay presión para que haya más mujeres en las temporadas, esto está bien, aunque creo a veces que esa avalancha de mujeres tampoco es buena. Si eres buena, tienes que tener la oportunidad, pero si no lo eres, no. Falta tiempo para que todo esto se equilibre; la discriminación positiva es buena pero sin llegar al extremo de que por el simple hecho de que eres mujer se te tienen que abrir todas las puertas. Lo mismo ocurre con los hombres.

Está entre las directoras más relevantes del mundo: la primera mujer en ocupar los puestos de directora asociada en la Sinfónicade Seúl y de directora asistente en la Orquesta de Boston. También ha sido la primera mujer directora en ganar el concurso Georg Solti de dirección de orquesta. Rompiendo barreras.

—El concurso Georg Solti me abrió las puertas, me dio la oportunidad de dirigir y se fijaron en mí. Pero es triste que tenga que ser noticia de que somos las primeras mujeres en obtener algo. Eso es que todavía falta mucho por conseguir.

Clara Schumann, la compositora de la que se van a tocar unas piezas en el concierto, lo tenía mucho peor...

—Clara Wieck, porque ese era su verdadero apellido, vivió siempre a la sombra de su renombrado marido, el compositor Robert Schumann. Fue una excelente compositora y pianista y, sin embargo, desde los 12 años asumió el rol de estrenar las obras de Schumann. Gran parte de su vida la dedicó a mantener viva la memoria de su marido, ayudar a sus hijos y a ofrecer conciertos. Gracias a ella, hoy la música de Robert se mantiene viva. Y, sin embargo, se olvidó de la suya.

Va a ser un programa de mujeres en Bilbao. Junto a usted estará también la pianista Gabriela Montero. ¿Han coincidido en alguna ocasión?

—No hemos coincidido nunca y estoy muy ilusionada por hacerlo. Este concierto es muy exigente para las pianistas.

¿Cómo afecta dirigir una orquesta con mascarilla?

—La expresión del rostro es fundamental para dirigir correctamente y con la mascarilla resulta muy complicado. Es muy confuso porque te tienes que comunicar con los ojos, y yo tengo los ojos pequeños (bromea). Se necesita más concentración, se hace más música de cámara, hay que comunicar con menos gestos... Los músicos tienen que tener más responsabilidad que sin las máscaras, pero, a pesar de llevar la mascarilla, funciona. La mascarilla es obligatoria en los ensayos porque se pasan más horas juntos, pero en los conciertos, la directora o el director se la puede quitar.

¿Qué proyectos tiene en el futuro más inmediato?

—Voy a trabajar con la Orquesta de la Radio de Baviera y luego me iré a Nueva Zelanda. Allí voy a ofrecer varios conciertos y estaré unas cuantas semanas. Además de las actuaciones, tendré que hacer cuarentena. Hay unas medidas muy estrictas por el tema del covid.

Mujeres protagonistas. Esta tarde y mañana, se ofrece en Euskalduna un programa en el que las mujeres son protagonistas. Una directora de Corea del sur, que ha roto barreras en el mundo de la dirección, y Clara Schumann, que vivió hace doscientos años y se dedicó a ofrecer conciertos de piano por todo el mundo, componer obras musicales y a interpretar las obras de su esposo, difundiendo su legado. Además, se ocupó del cuidado de sus ocho hijos. Una superheroína del siglo XIX.

"Empecé tocando el piano, pero me fascinó la energía y la autoridad que desprendían los directores de orquesta con unos pocos movimientos"

"Clara Schumann era una excelente pianista y compositora y, sin embargo, se dedicó a difundir la música de su marido"