Un terrible suceso ocurrido durante una cena de Nochevieja abre una brecha insalvable en una familia aparentemente normal y, a todas luces, ilusoriamente feliz. Con este planteamiento, la obra de teatro Fake Begiari Tranpa edo Trampantojo comienza escenificándose como una comedia antes de mudar su piel para exteriorizar lo que esconde ese espejismo. En este ejercicio, el espectador será un aliado necesario que conocerá los hechos incluso antes que los propios protagonistas. Ello será posible gracias a que el artífice del texto, David Caiña, ha optado por romper la estructura cronológica de un espectáculo en el que la verdad es la que tiene las patas cortas. El Teatro Arriaga ha estrenado este miércoles la versión en euskera y el jueves en castellano. Ambas funciones son a las 19.30 horas.

Lucía y Celia, hermanas; Xabier, el marido de Celia; Pablo, el hijo de Lucía, y Uxue, su prima. Son los protagonistas de esta historia en la que mientras se evidencian las situaciones de dependencia y manipulación entra en juego el más trágico de los componentes: el abuso sexual. "Los números asustan, el 70-80% de los abusos se comenten en el entorno familiar", afirmó ayer martes Gorka Mínguez, director de la obra junto a David Caiña. Según indicó, este tipo de agresiones se dan en ámbitos en los que la víctima, a la que le cuesta mucho denunciar porque teme no ser creída, se muestra más desprevenida al estar rodeada de personas de confianza. "El vínculo familiar se rompe completamente", aseguró Mínguez, quien añadió que, en la obra, es muy visible con las hermanas. "Intentamos reflexionar también sobre el dolor de las madres, tanto de la víctima como del agresor", matizó Caiña.

Así, como sobre las tablas todo apunta a una Nochevieja alegre y divertida, todo indica que la obra será ligera y cómica. Hasta que todo se trastoca. "El abuso es la anécdota. Lo interesante es ver la reacción de la familia ante ese hecho", expuso Gemma Martínez, que interpreta a Lucía en la versión en castellano. De hecho, el acto en sí no se escenifica y solo se retrata en parte porque el objetivo es fomentar el debate en cuanto a cuáles son las líneas rojas que se pueden observar alrededor para prevenir estas acciones. "Es un tema con el que no queremos frivolizar en absoluto, queremos tomárnoslo en serio. Donde no hay espacio para la comedia, ni lo hay ni lo buscamos", puntualizó el autor de la obra, quien señaló que más que en los chistes busca la comedia en la identificación de los personajes que responden a ciertos clichés. "Antes del detonante hay mucho de esto: esa es como mi cuñada. Reconoces a la gente", aseveró sobre la que Martínez tilda de "función espejo".

El que la estructura cronológica esté "rota" es una fórmula para buscar la complicidad con el espectador. "La montamos en función de la información que creemos que necesita el público en cada momento para entender las situaciones que se están dando", detalló David Caiña. María Urcelay, que interpreta a Celia en la versión en euskera, consideró que la obra es como un puzle: "Nosotros vamos dando las piezas y el público tiene que estar muy despierto para armarlas y descubrir la imagen en su totalidad". De esa manera es como se desvelan las mentiras que los propios protagonistas aún desconocen. "Hay mucha participación del espectador, que se regodea en el engaño, algo que hacemos mucho los humanos", declaró David Caiña, quien se consideró "fan de la mentira, en la vida real y en la ficción".'

Es más, el autor de la obra es de la opinión de que la verdad no existe como tal, sino que es "una suma de subjetividades". Así, expuso que si a nivel vital observar la mentira y aprovecharse de ella en beneficio propio puede resultar divertido en el teatro resulta "delicioso". Este juego, precisamente, partió de la idea de hacer referencia a las redes sociales y a las fake news; de ahí el nombre de la obra. A juicio de la María Urcelay, hay tres lecturas interesantes en relación a ello. Por una parte, las relaciones en el entorno familiar y cómo se exteriorizan "de cara a la galería". Por otra, la importancia de las redes y la línea divisoria entre la verdad y la mentira. Y, por último, "las mentiras que nos hacemos creer a nosotros mismos".

Reto interpretativo

La obra Fake Begiari Tranpa edo Trampantojo, "una productora local que apuesta por la nuevas dramaturgias", expone Gorka Mínguez, que trabaja por tercera vez junto a David Caiña. Además, prácticamente repite el elenco de la obra ¿Cómo hemos llegado a esto? En este caso, en euskera los actores son Maria Urcelay, Aitor Fernandino y Leire Ucha; mientras que en castellano son Maribel Salas, Gorka Mínguez y Gemma Martínez. "Nos hemos retroalimentado los unos a los otros, viendo los ensayos de los demás para poder construir nuestro personaje y estado de ánimo", indicó Fernandino, quien consideró que copiar ideas de otros resulta enriquecedor.

Quienes no han tenido esa opción son Albar Cirarda y Lorea Intxausti, que interpretan a los más jóvenes de la casa en ambas versiones, por lo que estarán en todos los bolos que se realizarán durante 2022 en localidades como Getxo, Eibar, Gernika, Muskiz, Elgoibar o Sestao, entre otras. "Han sido un soplo de aire fresco. Suman muchísimo a la producción, son la guinda", aseveró Gemma Martínez sobre estos jóvenes. Después de haber estado como figurante con La Cubana, para Albar Cirarda esta es la primera experiencia como actor sobre las tablas del Arriaga. "Acabar la carrera y subirte a un escenario con un papel no tan pequeño es una oportunidad tremenda", afirmó el intérprete.

La obra también resulta desafiante para los veteranos. Según Leire Ucha, el hecho de que la estructura dramatúrgica no sea cronológica "es un reto interpretativo", ya que pasan de un estado de ánimo a otro radicalmente opuesto en cuestión de segundos. "Tenemos que tener un nivel de concentración brutal, somos como acróbatas interpretativos", apostilló la actriz. Esas transiciones entre escenas, por otro lado, son visibles para los espectadores que atestiguan cómo se organizan los actores en los márgenes del escenario para los siguientes actos. "Se ven las tripas del escenario, se va a ver a los actores, cuando no estamos en escena, sentados en una sillas a los lados", aseveró Mínguez, quien afirmó que la idea es "mostrar las entrañas del teatro y mostrarlo como artificio".