En 1904, Ignacio Zuloaga realizó cuatro impresionantes lienzos para la predela del altar del Santuario de Nuestra Señora de Arrate, en su Eibar natal. Y lo hizo por una promesa. Al parecer, el pintor se los ofreció a la Virgen si intercedía en la mejoría de la salud de su hija Lucía, que padecía una grave enfermedad. Tras la curación de su hija, el artista se lo agradeció a la Virgen donando estos lienzos.

En las cuatro piezas (Romeros Orantes I, Romeros Orantes II, Romeros Orantes III y Romeros Orantes IV), de 1904, se reconocen los rasgos principales del estilo de eibarrés en aquella época, un período de experimentaciones para el pintor. En las obras aparecen figuras a mitad de camino entre el simbolismo y el naturalismo, generando una fuerte teatralidad, y destaca el empleo de una paleta clara y luminosa.

Pero el paso del tiempo no perdona. Y los lienzos necesitaban trabajos de conservación. Ha sido el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que cuenta con una gran experiencia en la restauración y tratamiento de la obra de Zuloaga, quien se ha encargado de realizar estos trabajos, en colaboración con el Museo Ignacio Zuloaga y la Diputación Foral de Gipuzkoa.

El resultado de este largo proceso, que comenzó en 2019, se ha presentado hoy en la pinacoteca, donde se podrán ver los lienzos expuestos en la sala O del museo hasta el 31 de agosto.

AL SANTUARIO DE ARRATE EN SEPTIEMBRE

“El trabajo de restauración llevado a cabo permitirá que las cuatro piezas estén en el santuario de Nuestra Señora de Arrate a tiempo para la festividad de la Virgen el 8 de septiembre, pero hay margen suficiente para que el conjunto pueda ser expuesto en este museo. Siendo una restauración tan importante, queríamos enseñar las obras en la sala O de la pinacoteca”, explica el director del Bellas Artes, Miguel Zugaza.

Los trabajos de conservación se han realizado en el marco del 150 aniversario del nacimiento de Zuloaga (Eibar, 1870-Madrid, 1945), que está considerado uno de los artistas más cosmopolitas e internacionales de su generación y una figura indiscutible de la pintura figurativa.

Miguel Zugaza dedicó esta colaboración del museo a Rosana Suarez-Zuloaga, nieta del artista y promotora del trabajo de Zuloaga, que “nos dejó hace unos meses”. Quien sí estuvo en la presentación fue el biznieto del artista, Enrique Laborde Suárez-Zuloaga, director del museo Zuloaga en la Pedraza (Segovia). No ha podido asistir al acto el diputado de Cultura de Gipuzkoa, Harkaitz Millán, por problemas de salud, y lo ha sustituido la directora de Cultura de la Diputación foral de Gipuzkoa, la eibarresa Maria José Telleria.

Dos restauraciones más

No es la primera vez, que estos cuadros son restaurados en Bilbao, durante la guerra civil debido a las grandes humedades del santuario también se restauraron y estuvieron expuestos en el Museo de Bellas Artes, recuerda el coordinador de Conservación e Investigación del museo, Javier Novo. El artista restauró los lienzos en dos ocasiones, la última con motivo de la Guerra Civil española, cuando fueron despojadas del altar y trasladadas a Bilbao.

Según explica Novo, “en los lienzos se reconocen los rasgos principales del estilo que afianzaba a Zuloaga en aquella época y con el que estaba revolucionando la figuración internacional”. En ellas, desplegó sus dotes artísticos para captar la esencia física y psicológica de las figuras. Aunque conocemos al Zuloaga más oscuro, destaca en estas obras el empleo de una paleta clara y luminosa, que fueron habituales en la producción del artista entre 1903 y 1905”.

LABORIOSO TRABAJO

La jefa del departamento de Conservación y Restauración del museo, María José Ruiz-Ozaita, ha explicado el laborioso procedimiento de recuperación desarrollado en los cuatro lienzos. Dos de ellos, según ha detallado, sufrían una “gravísima alteración” en el color, con importantes “eflorescencias blanquecinas que alteraban cromáticamente el conjunto.

Eran unas manchas motivadas por un proceso químico de saponización, una reacción provocada porque internamente se combinan ácidos grasos del óleo con partículas metálicas de los pigmentos que terminan aflorando a la capa pictórica en forma de jabones o sales metálicas.

En los trabajos han tomado parte cuatro restauradoras, que procedieron a la limpieza de los lienzos mediante soluciones acuosas para eliminar las sales, antes de barnizarlos y trabajar con el color de las pinturas.

Según la experta, las obras no tenían grandes pérdidas de materia pictórica, pero las especialistas han tenido que hacer pequeños ajustes para que las cuatro hayan podido recobrar su apariencia original.