El barítono malagueño tiene una relación muy especial con Bilbao. “La primera vez que canté aquí era muy jovencito, en diciembre de 1990, con un papel pequeño en la ópera Marina, de Emilio Arrieta, en el teatro Arriaga. Era mi primera salida profesional de mi ciudad natal sin tener la certeza de que ésta iba a ser mi profesión”, explica uno de los mejores barítonos del panorama internacional. Los registros de su voz la conocen los espectadores de los principales teatros del mundo.Carlos Álvarez confiesa que los avatares de su vida profesional le han traído a Bilbao en momentos muy importantes para él. Esta tarde, se enfrentará junto a la soprano Rocío Ignacio, en la Sociedad Filarmónica a partir de las 19 horas a una selección de piezas llenas de matices y fuerza, en la que su voz resaltará la belleza del repertorio interpretando Qui donc commande?, del Enrique VIII, de Saint-Säens; Zazà piccola zíngara..., de Zazà, de Leoncavallo, y Eri tu, de Un ballo in maschera, de Verdi. El recital, patrocinado por la Fundación BBVA, está programado como alternativa a la ópera cancelada, Tosca.

De estudiante de medicina a barítono internacional...

—Así es, yo quería ser médico. Mi vocación fundamental era la medicina, el canto era mi afición, cantaba desde pequeño en el coro del colegio, en corales en Málaga, hasta llegar al coro de la ópera de mi ciudad en 1988. Pero conseguí que mi mayor afición se convirtiera en mi profesión. Llevo 32 años haciendo este trabajo, es un privilegio. Quizá Bilbao tuvo mucho que ver en esa decisión, les preguntaba a mis compañeros que eran más experimentados que yo, con trayectorias largas, si creían que yo me podía ganar la vida con esto. Y la respuesta de uno de ellos me ayudó a decidirme, me dijo que si yo no podía, tampoco ellos. Fue un piropo precioso en aquel momento, la confirmación de la alternativa.

Una lesión en sus cuerdas vocales estuvo a punto de truncar su carrera....

—Fue el momento más duro de mi trayectoria. Habían pasado 20 años de carrera y quizá ya tenía la suficiente trayectoria para ser reconocido y la expectativa de que me quedaba por delante tiempo para poder hacer cosas. Si hubiera sucedido antes, posiblemente me encontraría en la misma situación en la que se encuentran muchos jóvenes hoy en día con carreras incipientes, que han visto un parón tremendo en la posibilidad de crecer. Y si hubiera tenido esta lesión más tarde, quizás hubiera sido el final o el declive de mi carrera. Pero sucedió en ese momento en el que tenía la posibilidad de tomar la decisión de seguir adelante, hacer las cosas bien y tener un resultado bueno. Estos años están siendo deliciosos.

¿Cómo ha vivido Carlos Álvarez la crisis por el covid?¿Cuántas óperas ha tenido que suspender?

—He de decir que he sido un privilegiado en ese sentido porque estoy trabajando desde finales de junio, casi ininterrumpidamente. Al menos en España, casi todo que estaba en mi agenda se ha llevado a cabo, haciendo esfuerzos para adaptarnos a la nueva situación. Al final del año pasado, fui a A Coruña a hacer un concierto y nos dijeron que solo iba a haber 60 personas. ¡Y en el avión venía más gente conmigo que el público que podía asistir!

¿No está de acuerdo con las restricción de aforo en los teatros?

—Me parecen una equivocación de percepción porque se ha identificado ocio a cultura segura y eso no es verdad. Son cosas distintas, la cultura segura se da en los teatros, en los ámbitos en los que el riesgo está controlado, tanto en el escenario, como en el público. Los espectadores mantienen las normas de seguridad, no se quitan la mascarilla en ningún momento... Se ha demostrado que no existe casi ninguno, por no decir ningún caso, de contagio en los teatros. Y, sin embargo, se ha identificado con la palabra ocio, que conlleva un ámbito más amplio, y donde la gente sí se quita la mascarilla y hay posibilidad de riesgo. Las administraciones han hecho tabla rasa, todos con igual porcentajes de aforo... No está bien.

La ABAO ha cancelado algunas de las óperas programadas este año. ¿Resulta inviable en estas condiciones de aforo?

—Hay dos casos que son distintos, la iniciativa pública y la privada. Para la privada, como ABAO, es prácticamente inviable, pero sin embargo la pública tiene que apostar por la amortización, no del dinero que se invierte, sino de la cultura. Está prácticamente obligada con el dinero y el presupuesto que tiene para hacer que esto siga adelante de la mejor manera posible.

¿Como cantante lírico cuáles son las dificultades que se plantean en esta nueva normalidad?

—Si colocamos en la balanza los pequeños inconvenientes que supone que te metan un palito por la nariz, una PCR para poder viajar con seguridad, frente a nuestro trabajo de poder hacerlo en buenas condiciones, pesa mucho más la capacidad de hacer que la cultura siga adelante. Ni siquiera lo pienso. Nuestro trabajo es nómada, sometido a las circunstancias, y eso lo tenemos que afrontar.

En algunas óperas se ha eliminado el contacto entre los cantantes...

—Se ha dado el caso de que para mantener las distancias de seguridad, se han adaptado las direcciones de escena a las necesidades del momento. Sería como hacer una ópera en versión de concierto. Bueno, pues no pasa nada, se hace así. Mientras el contrato que se establece con la entrada que compra el público sea suficientemente claro para que sepa que el espectáculo al que asiste tiene unas características determinadas, me parece perfecto.

Por primera vez, los cantantes líricos se han sindicado...

—Hace un año, prácticamente a la semana siguiente de que empezara la situación de la pandemia y el confinamiento, se creó el sindicato de artistas líricos. Es la primera vez que los cantantes nos hemos unido, en principio para poder tener un interlocutor válido con las administraciones. Queremos hacer evidente la temporalidad de nuestro trabajo, no se le puede pedir la misma trayectoria de cotización a un cantante que a cualquier otra persona que trabaje, por ejemplo, en la industria.

Es usted ya una leyenda en el mundo lírico. Le dijo que no a Ricardo Muti para cantar ‘Rigoletto’.

—Ja, ja, ja... Era un pipiolo, en el año 93 el maestro Muti me propuso abrir la temporada de la Scala de Milán haciendo Rigoletto, de Verdi. Yo había cumplido 27 años y no pensaba que era el momento indicado, ni me sentía capacitado, aunque él sí... Luego tuve la oportunidad de trabajar con él y de hacer Rigoletto, y que forme parte de mi repertorio fundamental.

¿Considera que este recital que va a ofrecer en Bilbao es una buena alternativa a la opera?

—Quiero aclarar primero que para nosotros es mucho más exigente la preparación de un recital. En una opera, es un poco guadianesco, tu presencia aparece y desaparece con respecto a la necesidad del personaje. Pero un recital es la selección de lo mejor de cada casa, siempre tienes que dar lo máximo. ¿Una buena alternativa? No diría yo que sea un sustitutivo de la ópera, pero sí consigue mantener la llama viva de las producciones y de la conexión con el público con el teatro y sus temporadas. Me parece que los recitales son una buena opción. Hay que mantener esa máxima de que el espectáculo debe continuar.

“Me ha pasado que he tenido que viajar en un avión lleno pero he tenido que cantar en un teatro vacío. No lo entiendo”

“Los recitales son una buena opción cuando no hay ópera. Hay que mantener esa máxima de que el espectáculo debe continuar”