Rüdiger debutó cuando 2020 dejaba paso a 2021, pero convirtió su disco Before it's vanished en uno de los mejores del año. El nombre alemán es el primer apellido de Félix Buff, batería de Willis Drummond, "un fanático de la música" que lo borda en un álbum transversal en estilos aunque claramente influenciado por la psicodelia y con letras que dibujan "un mundo al borde del precipicio". Aunque dice "necesitar la energía rock" de su banda, se siente feliz por "esta mayor exposición", que le hace "sentirme niño otra vez".

¿Cómo y cuándo se convierte en Rüdiger?

—Las canciones las compuse y arreglé un año antes del confinamiento. Fue como si tuviera una emergencia dentro. Algunas acabaron en Zugzwang, el sexto disco de Willis Drummond, y otras quedaron al margen. El confinamiento sirvió para sentirme capaz y con tiempo de ordenarlas y enfocarlas en un disco.

¿Qué clave cambia cuando abandona la batería y se coloca al frente?

—Estás mucho más expuesto pero no siento presión o responsabilidad, solo una inmensa alegría de tocar música y explorar mi mundo interior. Tiene que ver con sentirse niño otra vez. De repente tuve tiempo para hacer lo que quería, y para descansar de diez años de giras. ¡Si hasta hice un puzzle con mi novia dos décadas después!

Ahora toca guitarras y otros instrumentos.

—Estoy aprendiendo guitarra, a ver qué tal se me da en directo. Pero vengo del punk y de la Lo-Fi (baja fidelidad), y muchos de mis héroes no sabían tocar antes de subir a un escenario, caso de Velvet Underground, The Vaselines o Yo la Tengo. Lo importante es transmitir, no impresionar.

El álbum nada tiene que ver con Willis Drummond. ¿No repetirse era un requisito previo?

—Compuse sin filtros, sin pensar en una banda, ni calibrar la música. Salieron canciones de rock, folk, electrónica, tropicales, brit-pop, americana, post-rock€ Rüdiger me va a dar la libertad de sacar cualquier tema que me parezca bueno. Me gustan las bandas que pueden abarcar y sonar a muchas cosas.

Pasa del euskera del grupo al inglés.

—Tuve dudas. Mi madre es vasca, de Xiberoa, y mi padre era alemán. Se encontraron en Francia pero de cultura francesa tengo poca, aparte del idioma. He pasado mi adolescencia en Euskal Herria, viviendo en Iparralde y ahora en Hegoalde, y siento un lazo grande con el país y el euskera, pero todavía no lo hablo. De español no me siento nada, aprendí el idioma con mi novia y amigos, en bares. Por ello, me parecía más lógico el inglés, en el que me defiendo. También tienen que ver las influencias anglosajonas del disco. ¡Quizás cuando tenga mas nivel me arriesgaré en euskera!

Se le adivina un 'connoisseur' que bebe del pasado (Young y McCartney), pero no hace ascos al pop, folk, electrónica y psicodelia actual.

—Ante todo soy un fanático de música, de todo tipo y épocas. Todavía descubro discos y bandas a diario. Siempre hay música en casa o en el coche, me da ritmo, energía, bajón, paz, inspiración€ Es como dejarse llevar de viaje de la mano.

El disco tiene un gran aliento psicodélico, de Kevin Ayers a Tame Impala, The Flaming Lips o Spiritualized.

—¡Diana! Todos me gustan, quizá Tame Impala con más pinzas (risas). De pequeño escuchaba a los Beatles con mi hermano y los momentos más misteriosos de sus temas eran los que más me gustaban. La psicodelia tiene ese elemento de misterio que te lleva a otro mundo, pero no creo que se me pueda etiquetar como tal. Los temas se han elegido por el punto en común de esa dulce psicodelia. Los próximos tendrán otro sabor.

¿Cómo se realizó la grabación, en la que tuvo varios colaboradores?

—Fue un verdadero Frankenstein. Hice maquetas en casa, luego me senté con mi hermano Johannes en los estudios Shorebreaker, en Tarnos (Baiona). Oímos lo que había que cambiar o mantener y regrabamos guitarras acústicas, bajo y algún piano con Vincent Bestaven, Antoine Philippe y Thea Gueri, miembros de Botibol. Las baterías las hicimos en los estudios de Benoit Bel y metieron voces Maia Ibar (Dual Split) y Pierre Loustaunau (Petit Fantome), además de violines Marina Beheretche y Joseba Irazoki la guitarra. Me dieron energía y fuerza.

La conexión con su hermano parece vital, ¿no?

—Seguiré produciendo con él porque hemos oído la misma música mucho tiempo. ¡Tener esta comprensión con otra persona es dificil! Él ha trabajado con algunos de mis héroes, de Thurston Moore a The Drones o Lee Ranaldo, y me fío de su punto de vista. Y me ayudó mucho con la voz.

¿Y los textos? Nada banales, incorporan crítica y angustia existencial.

—Son algo serios. Siempre me dijeron que había que escribir sobre lo que se conoce, y lo que veo es un mundo al borde del precipicio. Hay que esquivar trampas, pantallas y técnicas de manipulación. Y la angustia es parte del mal moderno que vivimos, envueltos en los límites físicos, intelectuales y espirituales del capitalismo. Por esto le canto a la identidad, la ecología, la autodestrucción, el turismo de masas€ Por suerte, una canción no es un exposé y puede cambiar el sentido de palabras según el acorde o el ambiente. Sunny afternoon, de The Kinks, podría ser una llamada de socorro, pero la música le da doble sentido y explica mejor el ánimo del protagonista. ¡El poder de la música!

Se lo dedica a Rafael Berrio, recientemente fallecido.

—Solo tuve la oportunidad de trabajar con él en La paradojade Rafa Berrio y su gira posterior, pero ha sido una inspiración en el escenario y fuera de él. He vivido su desaparición en confinamiento sin poder cerrar la historia del todo. Se me hace duro escuchar su música.

Para el directo solo actuará con Joseba Irazoki. ¿Las circunstancias?

—Exacto, el disco necesita cinco músicos para poder recrear sus arreglos en vivo. Con este contexto sería un suicido llevar tanta gente. Además se me hace más fácil empezar a tocar en formato intimista, con dos guitarras y voces. Llegarán tiempos mejores€

Sin ser un disco para mayorías, ¿qué espacio y recorrido puede tener?

—Hay que tener ciertos códigos para apreciarlo del todo. Pero también son canciones pop y hay diferentes niveles de lectura. Espero poder tocar en Euskal Herria, Francia y España. Está ya en todas las plataformas digitales y se puede comprar en mi bandcamp y en los conciertos. Hoy el CD es una tarjeta de promoción y una forma de ayudar para los conciertos, y el vinilo un objeto de lujo para amantes de la música porque se oye gratis o alquilándola.

"Veo un mundo al borde del precipicio. Hay que esquivar trampas, pantallas y técnicas de manipulación"

"La angustia es parte del mal que vivimos, envueltos en los límites físicos y espirituales del capitalismo"