La tía Ali, así la conocían todos, vivió desde los 35 años rodeada de sus sobrinas y sobrinos en Chirgua (Venezuela) y así murió el domingo 20 de septiembre a los 101 años en la misma casa que el Instituto Nacional Agrario de Venezuela concedió a su familia para comenzar una nueva vida, huyendo de las consecuencias económicas de la postguerra y la represión franquista.

Dicen que “al que Dios no le da hijos, el demonio le da sobrinos”... Es una frase que en muchas ocasiones debió escuchar Alejandra Meabe, tía Ali, para todo aquel que le conocía, si bien ella, tan dedicada a la iglesia, no dejaría que algo así saliera de su boca.

Entrar a la casa de la tía Ali era lo más parecido a entrar al caserío Eperrena del barrio Astitze de Bedia, pero en el Caribe. En su continua espera de la liberación de la patria vasca, las paredes de su casa exhiben la ikurriña, el mapa de Euskadi, el Guernica y como protagonista del comedor, así como diversos cuadros con imágenes de baserritarras, romerías… “Para mí lo más grande es Euskadi”, aseguraba cuando recordaba que su intención no había sido emigrar a Venezuela “una patria chiquita pero todos los días le pido a Dios por su libertad”. Por supuesto, en su casa también había todo un santoral y muchas vírgenes. Dedicó muchos años de su vida a la iglesia.

Alejandra Meabe fue uno de los últimos eslabones que une a la actual colonia de vascos en Chirgua, con la llegada hace 70 años de diferentes familias de Arratia que iban a labrarse un futuro como agricultores, huyendo de la pobreza de la postguerra y de la represión franquista. Alejandra recordaba que Luis Rodríguez Azpúrua, representante del Instituto Agrario Nacional para contratar campesinos con destino a un asentamiento en Chirgua (Estado Carabobo), llegó a Bedia por Navidad de 1949, estuvo en el caserío Eperrena. No fue a buscar a Petra Eper, Petra Elorriaga; madre de Alejandra. Buscaba más bien baserriterras dispuestos a viajar a Venezuela; matrimonios jóvenes, capaces de adaptarse a otra tierra y a otros procedimientos de trabajo.

Bíxente Meabe, su hermano de 37 años, soltero, estaba dispuesto a la aventura. La respuesta en un primer momento era negativa, no cumplía los requisitos. Bixente insistío en que quería “probar la América”, y argumentó que es verdad que él no tenía mujer, pero tenía una hermana, Pantxike, que iría con él. También contaría con una sobrina que también le acompañaría, Bakarne. Además, si hacía falta algo para redondear la familia, estaba dispuesto a “arrancar del viejo y sólido árbol de los Eperra en Bedia, la vieja raíz de Petra Eper, su madre que contaba ya con 65 años, y llevársela también a sembrar papata… o lo que fuera.

Y así llegó Petra, la matriarca de toda una colonia de vascos en Venezuela con sus dos hijos y su nieta, el 11 de marzo de 1950. Llegaron a Puerto Cabello, a bordo del barco Portugal, en compañía de siete familias vascas más que constituían la pequeña expedición con destino a Chirgua (los Zenarruzabeitia, Marzana...).

Los baserritarras se encontraron en otro mundo. Había que enfrentarse a todo aquello con decisión. Muchos miedos por cuestiones que habían escuchado como “las culebras y el sofocante calor” y la ignorancia sobre todo lo relacionado a un país que estaba mucho más desarrollado que Euskadi en tantos aspectos. Deforestaron hectáreas de la hacienda La Emilia de Chirgua, hicieron frente a las plagas… a pesar de las dificultades, Venezuela fue para ellos una tierra de gracia. Allí sembraron a Petra Eper siete años más tarde de haber llegado, y allí han sembrado a la tía Ali.

Alejandra vivió en Bedia hasta los 35 años, había trabajado en la Firestone de Usansolo, en la Josefina, una vez transcurrida la guerra. Anteriormente también había trabajado en el campo y fregando las escuelas y la iglesia a cambio de nada, por “roja separatista”. Nunca olvidó el periodo de la guerra. El no saber dónde estaban sus hermanos gudaris y el posterior encarcelamiento, tanto de sus hermanos como de su cuñada Mikaela, que estuvo tres años de su vida en la cárcel de mujeres de Saturraran donde también estuvo su sobrina Bakarne siendo recién nacida.

Alejandra Meabe murió el pasado fin de semana en su casa a los 101 años, en la misma casa que el Instituto Nacional Agrario de Venezuela concedió a su familia para comenzar una nueva vida. Una vida que dedicó al cuidado de sus sobrinos y sobrinas ejerciendo como si fuera la mejor amama que acoge a los suyos en su caserío y que ha visto cómo muchos de sus seres queridos han tenido que abandonar Venezuela.

Conocida por todos como la tía Ali, vivió en Bedia hasta los 35 años; después se trasladó a Venezuela, donde falleció a los 101 años