Ocho siglos de historia quedaron en suspenso cuando el 15 de abril de 2019, hoy hace un año, un incendio derribó la aguja de Notre Dame y su cubierta. Un año después, Francia persiste en su objetivo de reabrir la catedral en 2024, aunque el coronavirus mantenga paralizadas las obras.

Las vallas que rodean el templo parisino, la grúa sin movimiento y los andamios que velan por su estructura son reflejo de aquella fatídica tarde, sobre la que la Justicia todavía no ha podido esclarecer el origen de las llamas. El avance de las pesquisas y de la restauración está determinado por la pandemia que tiene en hibernación al mundo. Aunque la investigación judicial prosigue en manos de la Brigada Criminal, el análisis técnico se vio frenado cuando el 16 de marzo las obras fueron suspendidas hasta nueva orden por precaución sanitaria.

Notre Dame restauraba la aguja erigida por Viollet-le-Duc en el siglo XIX cuando se desató el fuego, y el desmantelamiento del andamiaje quemado, que quedó reducido a un amasijo de hierros, es clave para acceder al epicentro del siniestro y desentrañarlo.

Esa delicada labor iba a empezar el pasado 23 de marzo, pero reina por ahora la calma en torno al monumento gótico habitualmente bullicioso, desprovisto de parisinos y turistas por un confinamiento que en Francia, con unos 15.000 muertos por el covid-19, se extenderá, de momento, hasta mediados de mayo.

Estaba también en marcha la retirada de la madera calcinada sobre el trasdós de las bóvedas, necesaria para constatar el estado del mortero que garantiza la unión entre las piedras y saber cómo las juntas han resistido al frío, el calor y otros episodios meteorológicos extremos en estos doce meses. Hasta que no finalicen ambas operaciones, el establecimiento público encargado de su conservación y restauración no dará por superado el peligro de hundimiento. De momento, el comité científico creado en abril del año pasado para coordinar a expertos de diferentes ámbitos y asesorar a las autoridades sigue inmerso en la fase de diagnóstico. Estaba previsto que entregara sus conclusiones parciales en junio y el balance completo en septiembre u octubre, pero ese calendario también se ha visto afectado, explica Aline Magnien, una de las coordinadoras de ese consejo de sabios que reúne a medio centenar de equipos. La historiadora tuvo el privilegio de entrar a la catedral poco después del incendio.

"Fue bastante aterrador ver trozos de madera y piedra calcinados y el gran agujero en el techo, pero, al mismo tiempo, nos dijimos que habíamos escapado a lo peor, porque la estructura que aguantaba la aguja se había salvado y las vidrieras y obras de arte también estaban intactas", dice Magnien.

Notre Dame aún estaba humeante cuando empezaron a lloverle promesas de donativos, tanto de instituciones como de las mayores fortunas del país, y en este tiempo las cuatro fundaciones encargadas de recolectar los fondos tienen confirmados casi 902 millones de euros.

Sin embargo, el coste de la restauración y el coronavirus no han sido los únicos obstáculos hasta la fecha: el fuego fundió gran parte de las 1.326 placas de plomo que recubrían el tejado y diseminó ese metal por los alrededores en forma de partículas peligrosas para la salud. La laboriosa descontaminación de la zona con técnicas de alta presión o de aspiración paralizó las obras de finales de julio a mediados de agosto, y fuertes vientos en otoño e invierno entorpecieron una situación ya de por sí precaria. Todavía es pronto por ello para que los científicos propongan una posible hoja de ruta que debe ser aprobada por la Comisión Nacional del Patrimonio y de la Arquitectura, y queda lejos el debate de si la reconstrucción debe ser fiel al modelo original o poner en evidencia tecnologías y preferencias contemporáneas. Pero en cuanto los proyectos sean validados, según Magnien, el avance puede ser rápido. ¿Tanto como para dar por cerrada esta etapa en 2024? "Depende de lo que se entienda por reabrir la catedral. Si es reabrirla al público, al culto, puede ser factible, pero sus grandes estructuras no estarán necesariamente acabadas en esa fecha. Es muy difícil saberlo", subraya esta experta.

No obstante, no todo ha sido negativo: el análisis de los restos ha convertido la catedral en una suerte de "yacimiento arqueológico", algo único para los investigadores, y la limpieza del plomo ha llegado a rincones olvidados desde hace tiempo, por lo que su reapertura presentará un templo mucho más luminoso.