La crisis del coronavirus les ha cogido en Nueva York. "Hemos montado la exposición, pero la apertura se ha pospuesto para más adelante", explican la fotógrafa Erika Barahona Ede y la galerista bilbaina Eugenia Griffero Fabre. Desde esta semana están ya colgadas en el segundo piso del espacio The Elizabeth Collective -un edificio que fue la casa de la actriz Elizabeth Tay- lor-, diecisiete imágenes con las que Erika Ede, fotógrafa del Guggenheim y Profesora Honoraria de la Universidad del País Vasco UPV/EHU, se introduce en el mundo de sus predecesores y de su propio pasado.

"Por lo general, suelo trabajar con artistas emergentes, pero la obra de Erika siempre me ha gustado mucho, siempre he pensado que tenía que trabajar con ella. En Nueva York empecé a colaborar con una pequeña galería a la que llevé una exposición de Helena Goñi y allí acudieron a verla los dueños de Elizabeth Collective. Querían presentar una exposición de fotografía, les hice una propuesta de 15 fotógrafos y ellos fueron los que eligieron el trabajo de Erika. Les interesaban muchísimo sus paisajes, la combinación del blanco y negro y del color... Su obra tiene una densidad y una fuerza increíble, no solo por tamaño sino por los detalles, y a la vez tiene una poesía y un elemento de ensoñación, de nostalgia... Les gustó muchísimo", explica Eugenia Griffero Fabre, que en 2016 abrió la galería Aldama Fabre en Bilbao La Vieja, en la plaza de los Tres Pilares, buscando un punto de encuentro y difusión del arte contemporáneo vasco e internacional.

Erika Barahona Ede es desde 1997 fotógrafa permanente y coordinadora del departamento de Fotografía del Guggenheim Bilbao y ha conseguido el International World Heritage Photo Competition y el European Award for Women Photographers en dos ocasiones. Las fotografías que ha seleccionado para Nueva York son parte de un viaje vital que inició hace ya unos años y que ha derivado en otras exposiciones y la publicación de un libro muy especial, By special desire (editorial Popurrit).

"Todas las exposiciones están relacionadas, han funcionado juntas: mis paisajes, las imágenes de interiores.. todas tienen en común la historia de mi familia", explica la fotógrafa bilbaina.

Algunas de estas obras se han visto en Letonia, donde ha viajado para visitar los parajes de sus antepasados, para captar con su cámara aquellos altísimos acantilados, playas desiertas, grandes rocas y bosques profundos del Báltico que tantas y tantas veces recorrió su familia. Otras imágenes se han visto también en la Sala Rekalde, donde quiso poner en conjunto los mares que conoce, el Báltico y el Cantábrico, recordando a su familia y a sus antepasados.

También hay alguna imagen del libro By special desire, con el que se adentró en la historia de su antepasada Maria Edenska, una cantante de ópera de Riga, que triunfó entre 1859 y 1869. Tras diez años de éxito, se retiró al campo y pidió permiso al zar para vestirse de hombre. El libro está inspirado en una historia que es, en parte, consecuencia y continuación de sus trabajos sobre el paisaje y la geografía familiar, y es resultado de la investigación llevada a cabo sobre esta artista singular, "a quien en la familia la conocíamos todos como tío Max", explica Erika Barahona Ede.

Las obras ocupan la segunda planta de la mansión neoyorquina de principios del siglo. Diseñada por los arquitectos Warren & Wetmore de Grand Central, ha tenido diferentes usos a lo largo de este tiempo, desde residencia particular -fue durante unos años la casa de Elizabeth Taylor-, hasta espacio comercial de alto standing. En la actualidad se utilizan algunas de sus plantas como espacio expositivo.

"Erika ha hecho a veces las mismas fotos y otras ha captado el ambiente de un paisaje parecido. Ha viajado por todos esos lugares y ha devuelto en exposiciones y muestras en los museos locales esa mirada reverdecida a través del tiempo como una especie de tributo. Hay una doble voluntad en su obra de raíz y de movimiento. De sacar las fotos de su álbum y lavarlas de nuevo con la luz de un sol actual, de hacerlas cruzar estos días para ponerlas otra vez en marcha", explican desde la galería bilbaina