Bilbao - Bilbao ha sido una de sus temporadas fetiche en los últimos años. José Miguel Pérez-Sierra (Madrid, 1981) saltó a la fama internacional después de convertirse en el director más joven en subir al podio del Rossini Opera Festival, de la localidad italiana de Pésaro, cuando en 2006 dirigió Il viaggio a Reims. Desde entonces, ha conducido a numerosas orquestas en algunos de los teatros y auditorios más importantes del mundo.

En los últimos años, se ha convertido, casi, en un asiduo a Bilbao.

-Tengo un especial cariño a esta ciudad que apostó por mí en los inicios de mi carrera. He dirigido seis títulos de la ABAO desde 2012 hasta 2016, de compositores como Bellini, Donizetti y Rossini. Y me he puesto en varias ocasiones al frente de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, pero este será es mi debut sinfónico con la Orquesta Sinfónica de Bilbao.

Han elegido piezas de Korngold y Mendelssohn para esta ocasión.

-Son dos músicos que admiro muchísimo. Tienen en común haber tenido que huir del antisemitismo reinante en Europa, con una diferencia de cien años. Ese es un poco el hilo conductor del concierto. Además, son obras muy pictóricas.

Dirigirá al violinista ruso-americano Philippe Quint en el popular ‘Concierto para violín y orquesta’, de Korngold.

-Korngold escribió, además de óperas y mucha música de gran calidad para las salas de concierto, diversas bandas sonoras para el cine americano. Es algo que no siempre le ha hecho justicia porque su música no se consideraba de nivel, pero lo cierto es que la calidad y complejidad de sus partituras es impresionante, y su talento, tanto para la orquestación como para la recreación melódica, es indiscutible. Korngold realizó este concierto prácticamente extrayendo temas de bandas de película que realizó para Hollywood y dándoles forma de manera magistral en un concierto para violín.

En su repertorio se incluyen tanto programas sinfónicos como operísticos. ¿En cuáles se siente más cómodo?

-Con los dos. Huyo mucho de la especialización. Hago cosas muy variadas dentro de la música de los últimos 500 años. La especialización debe de llegar con el paso de los años. A lo mejor cuando tenga 60, descubro que lo que más me va, o es más afín a mi sensibilidad, es un compositor concreto. Mientras tanto, me gusta huir de los encasillamientos. Creo que es una moda relativamente reciente porque en realidad los directores anteriores han hecho de todo. En mis inicios he sido víctima de ese intento de encasillamiento, pero afortunadamente trato de huir de ello siempre que puedo.

Además de director de orquesta usted también es pianista. ¿Qué le hizo decantarse finalmente por la dirección?

-Dejé el piano con 21 años para dedicarme a la dirección de orquesta. Me presenté cuatro o cinco años a concursos internacionales, pero entendí que la manera para mí de hacer música era la dirección. Decidí consagrarme totalmente a ella.

Acabó la carrera de piano a los 16 años. Fue el graduado más joven...

-Efectivamente, hasta el punto de que me tuvieron que guardar el título porque no podía tener uno de profesor si no tenía el bachillerato acabado. Hice mi examen brillantemente y decidieron tener esa mención conmigo. Me guardaron el título dos años, hasta que finalicé el bachillerato y me acreditaron como profesor superior.

En las orquestas profesionales se levantan todo tipo de susceptibilidades cuando se enfrentan a maestros muy jóvenes.

-Dirigí mi primer concierto con 22, ahora tengo 37, llevo quince años de profesión. Pero, bueno, cuanto antes empieza uno es mejor, más tiempo tienes para madurar. Lo importante es empezar con mucha humildad, avanzar poco a poco y tratar de tener más conocimiento que aportar a las orquestas que diriges. Mi carrera no ha sido especialmente rápida, creo que ha sido una carrera lógica. Me gusta llegar a los sitios cuando soy querido, lo que significa que puedo aportar algo. Hoy en día empiezan muchos jóvenes a dirigir y quizás hay algunas agencias que ven que pueden ser productos comercialmente vendibles y los colocan enseguida en orquestas de primerísimo nivel. Cuando hay un talento auténtico, aguantan esa presión, pero en otras ocasiones, directores que con una cocción más lenta podrían ser profesionales magníficos, se pierden en los primeros años. No soportan la dificultad musical ni humana que entraña convertirse en líder de un grupo con 21 años.

Se ha interesado por técnicas como la fenomenología de Celibidache y sus procedimientos gestuales. ¿Qué importancia han tenido dichas técnicas en su evolución?

-Realmente, son un conocimiento fundamental que me acompaña desde que empecé a dirigir, aunque mi formación la he hecho más en la escuela italiana, he sido asistente de Gabriele Ferro en el Teatro San Carlo de Nápoles, y al final con Lorin Maazel, que fue fundamental en mi formación. De Celibidache, director al que admiro profundamente, me quedo sobre todo con su capacidad analítica, con la arquitectura que es capaz de plantear para las grandes obras sinfónicas. Evidentemente, la música es también un estado de ánimo. La misma sinfonía no la puedo hacer igual con una orquesta que con otra, incluso si alguien viene a ver los conciertos de hoy y de mañanas notará que son diferentes.

Existe un relevo generacional de directores de orquesta, pero no tanto de público. ¿Cómo se puede conseguir que se acerque más gente joven a la música clásica?

-Depende mucho del país. En Estados Unidos, en Canadá... veo público mucho más joven que en España, Italia o en otros lugares. Es verdad que en España se está haciendo mucha labor didáctica para los niños en la escuela... pero creo que se descuida el público universitario, porque el niño que le llevamos a ver una ópera, la disfruta, pero si no tiene unos padres que le inculquen la afición por la música clásica, al final no discernirá entre lo que ha visto o ir al cine o a ver un musical. Cuando se empieza a tener la capacidad de entender que la música clásica, la ópera, no es solo ocio, sino que es también cultura, es en la adolescencia y en la etapa universitaria. Por eso creo que deberían hacerse muchas más actividades dirigidas a jóvenes de entre 15 y 25 años. En realidad, son ellos los que pueden tomar la decisión de convertirse en melómanos.

¿Qué próximos compromisos profesionales tiene a la vista para la próxima temporada?

-Entre los inmediatos, después del concierto de abono que daré con la Bilbao Orkestra Sinfonikoa, iré al Teatro Massimo Bellini de Catania, con La Cenerentola; al Baluarte de Pamplona, con la ópera Norma, de Bellini, y a Sevilla, con El barberillo de Lavapiés, de Barbieri.