BILBAO. Baquedano (Mendavia, Navarra, 1929-Madrid, 2018) disfrutó de un temprano reconocimiento profesional en su primera época artística, en la década de los años 60, cuando tuvo gran actividad pictórica y expositiva, pero, voluntariamente, redujo su exposición pública en los años 80 y desde entonces vivió distanciada de los circuitos artísticos aunque prosiguió pintando y haciendo obras prácticamente hasta el mismo momento de su repentina e inesperada muerte.

En sus 58 años de trayectoria artística, Baquedano ha dejado una ingente y "abrumadora" producción artística de la que, en Bilbao, se muestra una escogida selección de 200 pinturas, dibujos y documentos personales de la artista, realizada por su gran amigo y comisario de la muestra, el escultor Angel Bados.

Su repentina muerte a los 89 años convirtió la que, en principio, iba a ser una pequeña exposición dedicada a redescubrir su obra, en una gran exposición retrospectiva, la primera que se dedica en el Estado a esta pintora, según ha explicado en su presentación el director del Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza, quien venció la renuncia de la artista a volver al escaparate público "pese a que, en el fondo, lo deseaba", ha apuntado Bados.

El comisario de la muestra, en cooperación con la conservadora del museo bilbaino, Miriam Alzuri, ha destacado como rasgo fundamental de la artista navarra su "facilidad y destreza" para la representación natural, como se demuestra en sus pinturas, y, a la vez, su capacidad para "torpedearla permanentemente".

"Era muy exigente y nunca estaba satisfecha con el cuadro que estaba pintando porque se situaba permanentemente en los límites de la representación", ha explicado.

Esa insatisfacción con el resultado de sus obras hizo que las piezas de sus últimos años, de carácter eminentemente religioso, con representaciones de María Magdalena, la última cena, la Virgen María o la crucifixión, entre otras, estén inacabadas o llenas de borrones.

"Borra la representación con un talento absoluto -ha admirado Bados-, para que lo que está más allá de la representación, de lo conocido, y que no alcanza a representarlo, pueda aparecer en la obra".

Bados ha resaltado también la "extrema tensión" con la que pintaba Baquedano, en quien "la vida y la pintura eran inseparables", idea en la que ha coincidido la conservadora del Bellas Artes, Miriam Alzuri, quien ha agregado que "eso se nota en su producción de autorretratos".

Alzuri ha explicado, por su parte, que la antológica de la obra de Baquedano pretende reivindicar la figura de esta pintora formada y surgida "en una época, como era el franquismo, en que había pocas mujeres dedicadas profesionalmente al arte".

La conservadora del Bellas Artes, cuyo departamento ha restaurado muchas de las piezas que se exhiben en la muestra, procedentes del taller de la artista y de colecciones particulares, ha destacado que la obra de Baquedano es "de una técnica depurada, sin accesorios ni concesiones a lo superfluo".

Bados ha insistido en que "ella era muy buena técnicamente y lo sabía, aunque no alardeaba de ello".

Miriam Alzuri ha concluido que Isabel Baquedano fue una mujer y una artista "radicalmente libre", sin concesiones a las modas pictóricas de la época, aunque sí se dejó influenciar por corrientes artística como la abstracción y el "pop art" procedente de Estados Unidos y Gran Bretaña, influencia que se observa en sus obras de los años 80 y de la primera década del siglo XXI.

Tras su exhibición en Bilbao hasta el 26 de enero próximo, la muestra viajará a Pamplona, donde se expondrá en el Museo de Navarra y el Museo de la Universidad de Navarra.