Marcaba las 20.20 horas en el reloj aquel 18 de octubre de 1997 cuando se apretó el botón que iluminó las 19 salas del último gran museo que se inauguró en el mundo en el siglo XX. La imagen dio la vuelta al mundo. El Guggenheim Bilbao, el titán de titanio, había abierto sus puertas “a una nueva era de modernidad y universalidad cultural para Bilbao y el País Vasco”, según destacó entonces el lehendakari José Antonio Ardanza. Un museo de arte moderno que se levantó en el marco de un proyecto estratégico de revitalización económica y que es hoy en día un símbolo identitario para una ciudad que supo reinventarse.

Fue un proyecto muy contestado, muy criticado por casi todo el mundo, por todos los partidos a excepción del PNV, por fuerzas sociales, sindicatos, patronal y, por supuesto, por artistas y galerías. El coste de su construcción fue de 133 millones de euros. Solo en el primer año de funcionamiento tuvo un efecto sobre el Producto Interior Bruto vasco de 144 millones. No existen inversiones, que no sean especulativas, que en menos de un año recuperen el capital invertido. Su éxito económico -al margen de su contribución cultural- no tiene apenas parangón.

Veintidós años después, el conocido efecto Bilbao-Guggenheim no solamente sigue vigente, sino que se ve revitalizado y es un referente mundial para el mundo museístico y ejemplo de revitalización de una ciudad a través de la cultura que se analiza en muchas universidades.

Desde aquel 19 de octubre que abrió el museo al público -un día después de su inauguración oficial- han visitado el edificio de Gehry, a fecha del 20 de octubre, 22.700.000 personas. Los últimos cinco años han sido los mejores de la historia del Guggenheim en cuanto a número de visitantes, lo que demuestra la buena salud del museo ya pasado el efecto novedad, explican desde el Guggenheim.

Concretamente, el Guggenheim Bilbao acogió cuatro de las 20 exposiciones más visitadas del mundo en 2018. Y, si solo se tienen en cuenta las muestras de pago, las del museo bilbaino se encuentran en el top diez mundial, por lo que la institución cultural mantiene intacta su capacidad de atracción tras más de dos décadas de historia, revelaba recientemente Juan Ignacio Vidarte, que ha capitaneado con buen pulso el museo desde el origen del proyecto.

El reconocimiento del público también se ve reflejado en el plano económico. La actividad del museo generó el año pasado un impacto superior a los 540 millones, de los cuales aproximadamente 75 fueron a parar a la Hacienda de Bizkaia. “Si queremos que el éxito del Guggenheim se prolongue en el tiempo tenemos que seguir manteniendo la tensión”, ha insistido Vidarte en numerosas ocasiones.

Con motivo de estos 22 años de éxito, y como viene siendo ya habitual por estas fechas, el Guggenheim lo celebró con un fin de semana de apertura gratuita. Todas las personas que se acercaron al museo pudieron disfrutar gratis de las exposiciones que se ofrecen en la actualidad. Concretamente, en la segunda planta se presenta una gran retrospectiva dedicada al fotógrafo alemán Tomas Struth, que muestra en más de 400 fotografías su evolución creativa a lo largo de cuatro décadas de trayectoria profesional. La muestra, que permanecerá abierta hasta el 19 de enero, ha sido realizada por la Haus der Kunst, de Munich, en colaboración con el centro museístico bilbaino y refleja las principales preocupaciones sociales del fotógrafo alemán, uno de los más influyentes de postguerra, en materias como las relaciones familiares, los efectos urbanísticos de la globalización, el cuidado de la naturaleza y las consecuencias de las nuevas tecnologías. Además, el público tuvo también la oportunidad de visitar Soto. La cuarta dimensión, una exposición retrospectiva que reúne más de 60 obras en la galería 105 dedicada a repasar la obra del artista venezolano, que incluye la instalación de la espectacular obra Sphère Lutétia junto al estanque del museo durante los cuatro meses que dura la exposición.

El Guggenheim Bilbao exhibe también desde este viernes una selección de las obras maestras de la pintura europea de los siglos XIX y XX que posee el Museo Kunsthalle de Bremen (Alemania), la primera institución museística sustentada por ciudadanos privados de Europa, y que abarca un recorrido que va de Delacroix a Beckmann. La exposición reúne 160 piezas del museo alemán desde principios del siglo XIX hasta mediados del XX de artistas fundamentales alemanes y franceses del neoclasicismo, el romanticismo, y los entonces rompedores movimientos artísticos del impresionismo, el realismo, el postimpresionismo, el expresionismo y el surrealismo.

Y, según recordaron en el museo, el fin de semana fue también una excelente ocasión para revisitar sin coste alguno la presentación de Obras maestras de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao. Tras la apertura de las tres exposiciones temporales, solo quedará pendiente este año la presentación de la obra audiovisual Temblad, temblad, del artista irlandés Jesse Jones el próximo 31 de octubre.

Otro de los actos que se llevaron a cabo con motivo de la efeméride fue un encuentro internacional de dibujo que tuvo lugar ayer, en el que los participantes dibujaron la parte de la arquitectura del museo que más les gustó. Se celebró simultáneamente en las tres ciudades donde se ubican las sedes de los Museos Guggenheim -Venecia, Nueva York y Bilbao-, y estuvo abierto a personas de todas las edades, con o sin conocimiento de dibujo, a quienes se les proporcionaron lápices y papeles en el mostrador de información.