BILBAO. La muestra, que permanecerá abierta hasta el 9 de septiembre repasa desde "las creaciones abstractas en la que la línea del horizonte apenas se intuye, hasta aquellas en las que el realismo fotográfico del cielo solo se ve matizado por una ambigua luz", según ha destacado durante la presentación de la muestra, su comisaria, Lucía Agirre.

Según ha señalado Agirre, "Richter busca crear la imagen perfecta recurriendo a un cielo y un mar de momentos diferentes, en una composición ilusoria en la que la perspectiva y la luz tienen algo que atrapa al espectador y donde los cielos ocupan gran parte del lienzo en las marinas y en contadas ocasiones estos se ven superados por el mar".

La selección que exhibe el museo bilbaíno es "una ocasión única para contemplar el mayor conjunto de los célebres paisajes marinos del artista alemán reunidos hasta la fecha y que no son "meras representaciones de la naturaleza" porque por un lado "desafían la percepción del espectador, haciendo que la pintura se asemeje a la fotografía" y, por otro, "logra una superficie muy lisa aplicando el pigmento muy diluido y desenfoca la imagen al igual que sucede en algunas instantáneas", ha explicado la comisaria.

Richter "embellece el paisaje buscando alcanzar la perfección" y en algunas obras el cielo y el mar proceden de dos imágenes distintas y se funden, llegando a ser casi intercambiables y dejando así al espectador la identificación de cada uno de ellos".

El artista se afincó en Düsseldorf en 1961 y aunque anteriormente a esta fecha ya había realizado algunas pinturas basadas en fotografías, el propio artista considera las obras que realiza a partir de 1962 serían sus primeras fotopinturas.

En su búsqueda de un "nuevo comienzo", estos nuevos trabajos marcan un punto de inflexión en su carrera ya que comienza a introducir el mar como soporte para sus retratos, capturas que provenían de un álbum familiar y que pueden considerarse sus precedentes, con pinturas con escenas de playa y retratos familiares.

El recorrido que plantea la exposición arranca en la considerada su primera 'Marina', pintada en 1968 y presente en la muestra. En ella ya están presentes los grises tan característicos en su obra, y que le acompañan a lo largo de toda su carrera, y que él define como "ausentes de opinión".

Se trata este cuadro de un óleo sobre lienzo de pequeñas dimensiones y formato muy horizontal, "como si hubiera pasado por las lentes anamórficas del cinemascope". En él se aprecia un horizonte infinito y pequeños remolinos de lo que podría ser espuma blanca en los que la materialidad de la pintura se hace más espesa, revelando la pincelada del artista.

TAMAÑOS Y FORMATOS.

Es una obra que bien podría representar un paisaje desértico, pero cuyo título "nos sitúa ante el océano, que aparece envuelto por una luz difusa y una atmósfera cenicienta. Tres décadas y 22 óleos sobre lienzo, separan esta marina sin figura alguna de la última que el artista pintó en 1998, y que también forma parte de la colección del Museo Guggenheim Bilbao.

A lo largo estos años, Richter presenta paisajes en diferentes tamaños y formatos, colores y estilos. Así, a una marina abstracta en la que la línea del horizonte apenas se intuye, le siguen y anteceden otras en las que el realismo fotográfico del cielo solo se ve matizado por una ambigua luz. Cubiertos de nubes o en absoluta calma, los cielos ocupan gran parte del lienzo en las marinas y solo dos ocasiones se ven superados por el mar.

El artista declaró en su día que "nunca" le había interesado la luz porque "la luz está ahí y la apagas o la enciendes, con sol o sin él. No sé cuál es la problemática de la luz".

En ese sentido, en algunas de sus marinas, Richter parte de un collage que proviene de dos fotografías diferentes, una del cielo y otra del mar, al igual que hacía en el siglo XIX el investigador y fotógrafo francés Gustave Le Grey. El artista busca así crear "la imagen perfecta, recurriendo a un cielo y un mar de momentos diferentes, en una composición ilusoria en la que la perspectiva y la luz tienen algo que atrapa al espectador.

Estos fotomontajes están registrados en Atlas, el gran archivo enciclopédico de imágenes que el artista comienza a recopilar a principios de los años sesenta y continuará ampliando desde entonces.

Agirre ha señalado que son "muchos los críticos que han relacionado los retratos marinos de Gerhard Richter con los del paisajista del romanticismo alemán del siglo XIX Caspar David Friedrich, debido a que los dos artistas se enfrentan a la naturaleza de una manera similar.

El propio Richter dijo en una entrevista que encuentra el periodo del Romanticismo "extraordinariamente interesante" porque sus paisajes tienen conexiones con el Romanticismo y a veces siento un verdadero deseo y atracción hacia ese periodo, y algunas de mis pinturas son un homenaje a Caspar David Friedrich".

Agirre ha destacado que es el tamaño del lienzo el que da la medida del paisaje marino al espectador y dentro de las obras de esta exposición llama la atención, por su aparente disparidad, Marina (Gris) [Seestück (grau)] (1969), una pintura de pequeño formato en la que las fuertes pinceladas abstractas hacen desaparecer lo concreto del paisaje marino, transformando la obra en un lienzo monocromo gris.

Las pinturas grises, en las que Richter empieza a trabajar en 1967 y que él mismo define como "las más rigurosamente ilusionistas de todas", son inicialmente lienzos en los que de una obra concreta surge otra abstracta, como si quisiera anular o tal vez atesorar una imagen. Sin embargo, el título de la obra y la línea del horizonte que se puede apreciar en las capas de diferentes grises, retrotrae al espectador al paisaje marino.