Gasteiz - Actor, director, guionista, presentador... paso a paso, desde principios de este siglo el guipuzcoano Jon Plazaola está construyendo un camino que ha alcanzado cotas de popularidad envidiables en el último lustro gracias a la serie de televisión Allí abajo. Desde este viernes, desde ese imaginario pueblo de Tellería que busca un nuevo futuro ante la imposibilidad de entrar a formar parte del País Vasco, llega para protagonizar La pequeña Suiza, el segundo largometraje del director laudioarra Kepa Sojo.

Está más que acostumbrado a esto de los estrenos. ¿Con nervios o...?

-Nervios, hablando desde el lado positivo, tiene que haber siempre, ya sea antes de salir al escenario, antes de un estreno, antes de la emisión del capítulo de una serie... Nervios e ilusión, eso siempre tiene que estar. Además, esta película me hace especial tilín porque es el proyecto de unos amigos personales como Kepa Sojo y Sonia Pacios. En el rodaje hicimos mucho bloque con todos los compañeros y con el equipo técnico, y la verdad es que estamos muy expectantes ante el estreno, como lo estuvimos con el pre-estreno en Madrid.

Decía Kepa Sojo hace unos días que ‘La pequeña Suiza’ es una película de risa más que de carcajadas.

-Totalmente de acuerdo. Con La pequeña Suiza pasa una cosa: tiene la dosis de comedia y entrañabilidad que tienen sus creadores, Kepa y Sonia. Eso está muy bien reflejado. Es una película entrañable, tierna y te hace estar con una sonrisa en la cara durante todo el rato, pero también tiene sus puntos de humor más disparatado y surrealista. Estamos hablando de una película para todos los públicos, blanca, que hace una de las cosas más sanas de la vida, que es reírse de uno mismo.

Todo ello tratando una cuestión política complicada de abordar.

-Con buen humor y respeto todos los temas son abordables y en La pequeña Suiza pasa eso. Uno de los puntos que más me gustan de la película es que en vez de caricaturizar al político de turno -que en este caso sería mi padre, al que da vida Ramón Barea- pone más el foco en ese pueblo que sigue a pies juntillas los deseos, utopías y fantasías de un político. Eso invita a la reflexión, a que pensemos un poco sobre hasta qué punto estamos dispuestos a seguir a flautistas de Hamelín que nos llevan a determinados destinos. Me gusta el punto surrealista de un pueblo que, tras estar 700 años intentando pertenecer a algo, cambia de rumbo totalmente e intenta pertenecer a otra cosa. Eso deja al descubierto algo que va más allá de lo meramente político, y es ese pueblo que, más allá de todo, quiere seguir siendo un pueblo, una comunidad unida donde las relaciones humanas están por encima de cualquier balcón con una bandera u otra.

‘La pequeña Suiza’, ‘Allí abajo’... ¿a veces la agenda no es un poco esquizofrénica?

-(Risas) Sí, sí, pero también te digo que ahora mismo firmo para que la agenda esquizofrénica no termine nunca. Estoy disfrutando mucho del momento que estoy viviendo y ojalá sigan saliendo más proyectos, ya sea en el cine, la televisión o el teatro. Ojalá me pase en el futuro estas cosas que me suceden ahora como despertarme en un sitio y necesitar uno o dos segundos para pensar dónde estoy. Pero bueno, hay tiempo para todo. Con la serie estamos a punto de finalizar un camino de cinco años y ahora es cuando cruzas una meta, miras para atrás, ves el recorrido maravilloso que has vivido y disfrutas de toda esa experiencia.

Pero en Artziniega también tendría sus momentos de paz y tranquilidad, ¿no?

-Es que tengo el rodaje como algo idílico. Estábamos en una casa rural conviviendo Maggie Civantos, Ingrid García-Jonsson, gente de producción, sonido... y fue una convivencia muy bonita. Estábamos, en el mejor sentido, un tanto aislados y eso hizo que viviéramos nuestra aventura de una forma muy particular. Ar- tziniega fue ejemplar. Se volcó con el rodaje y eso a nosotros también nos generó mucha ilusión y confianza. Se notaba que la gente quería cosas como ésta: cine y buen humor.

Por cierto, ¿a Suiza, ha ido, irá...?

-Pues mira, casualidades de la vida acabo de estar al lado porque en Semana Santa he estado en Austria y en Hungría. Pero es verdad que en Suiza no he estado nunca. Eso sí, tengo compañeras que han ido allí a estudiar artes escénicas y sé de buena tinta que allí hay mucho respeto por todas las disciplinas artísticas.