Bilbao - Para ver la exposición que el Museo Guggenheim Bilbao presenta dedicada a Jenny Holzer (Estados Unidos, 1950) hay que ir con tiempo, preparado para enfrentarse a los horrores de la guerra, de las violaciones, a los sufrimientos de los refugiados, pero también para deleitarse con textos poéticos que ofrecen ternura, cariño y, sobre todo, apoyo, porque, como confiesa la artista, “la poesía sirve de antídoto contra el dolor”. Partidaria de “ayudar donde se pueda” en un mundo que considera en la actualidad “especialmente difícil”, considera “un gran problema” lo referido a Donald Trump en Estados Unidos, al que augura una vida política no muy larga, gracias a la fuerza de la protesta de las mujeres. Como feminista declarada, se muestra emocionada porque alguna de sus frases hayan sido utilizadas por el movimiento #MeToo de denuncia de las agresiones sexuales. Holzer está considerada como una de las artistas más relevantes del panorama actual. Comenzó pegando sus pósteres de forma clandestina en las paredes de Manhattan, pero pronto sus máximas pasaron a los museos y a proyectarse en calles y edificios de todo el planeta. Pionera del feminismo explícito desde el arte en Estados Unidos, aboga por “cambiar la cultura dominante desde dentro” desde los años 80. Es consciente, no obstante, de que “no voy a salvar el mundo. Creo firmemente en que uno debería hacer lo que es capaz de hacer y, aunque quieras protegerte de manera egoísta contra lo que ocurre alrededor, creo que si puedes aliviar el sufrimiento de una sola persona, habrás logrado algo”.

Es como si la conociéramos de toda la vida. Desde hace 21 años, cada vez que hemos entrado en el Guggenheim nos hemos encontrado con su ‘Instalación para Bilbao’.

-A mí me ocurre igual, además no olvide que yo soy de Bilbao.

¿De Bilbao?

-¿Recuerda aquel vídeo que sacó el Museo Guggenheim con motivo de su vigésimo aniversario? Junto a artistas como Frank Gehry, Richard Serra y David Hockney proclamábamos a todo el mundo que nos sentíamos orgullosos del museo y de la ciudad y que éramos de Bilbao.

Y como dice el dicho popular: Los de Bilbao nacen donde quieren...

-Ja, ja, ja... ¿Eso dice? Pues yo nací en Gallipolis, Ohio, Estados Unidos, pero también soy bilbaina. He venido en varias ocasiones, es una ciudad que me encanta.

Tanto le gusta la ciudad que ha donado al Guggenheim tres obras para la colección del museo...

-Sí, de la serie Supervivencia, deja que tu mano se pasee, 1989; de la serie Viviendo: ver el aliento de alguien puede resultar inesperado, 1989, y Pareja Arno, 2010, que complementan de manera extraordinaria mi pieza de la colección Instalación para Bilbao. Las palabras que aparecen, escritas en euskera, español e inglés, son una variación de Arno, un texto que escribí originalmente para un proyecto con el que recaudar fondos para la investigación del sida, pero va mucho más allá. Tienen que ver con perder a un ser querido por diferentes razones, no necesariamente por el sida. Desgraciadamente, le sucede a todo el mundo. Me parece un tema muy universal.

Hable de la retrospectiva que ahora presenta en el Guggenheim. ¿Está satisfecha de cómo ha quedado?

-Estoy muy contenta, aunque tengo que reconocer que estoy siempre crónicamente insatisfecha con mis producciones, pero lo intento.

¿Qué tal dialoga su obra con el edificio de Gehry?

-Me gusta hacer cosas específicas para espacios especiales. No es fácil hacerlo en este edificio, es como meterse en la mente del arquitecto, pero es una aventura maravillosa.

¿Qué vamos a encontrar en esta exposición?

-Una selección del trabajo que he realizado desde los años 70 hasta nuestros días, incluyendo obras que he creado especialmente para esta retrospectiva. La exposición se extiende en el tiempo hasta mis más recientes proyecciones lumínicas sobre paisajes y arquitectura. Además, el público va a poder ver en Bilbao al anochecer una serie de proyecciones de luz sobre la fachada exterior del museo, con textos de escritores vascos, españoles e internacionales, elegidos por mí.

Usted siempre ha trabajado con las palabras. ¿Por qué?

-Empecé cuando ni siquiera pensaba que iba a dedicarme al arte. Fui a una universidad normal, quizás podía haber sido abogada o escritora, pero después de pensar mucho, decidí pintar. Al principio, realicé pinturas abstractas, pero era muy mala. Entonces, dejé la pintura y me di cuenta de que el lenguaje, las palabras, tienen poder, y a mí me apetecía utilizarlo en el arte. Es un modo muy directo para llegar con un mensaje artístico al público general. Me di cuenta de que el lenguaje significaba mucho para mí, y decidí tirar por ahí. Además trabajaba en público con temas que preocupaban a la gente. Por eso salí a la calle.

En los 70 inundó las calles de Nueva York con sus famosos ‘Truisms’. Con mensajes como ‘Protégeme de lo que quiero’ o ‘El abuso de poder no llega de sorpresa’.

-Eran auténticos aforismos, tenían que ser breves a la fuerza porque estaban en las calle, tenían que llegar a la gente. Esa era la razón de que fueran tan cortos, los que pasaban por la calle tenían que leerlos, experimentar el significado. Si fueran largos, no habrían tenido tiempo para leerlos.

¿Siente que ha cambiado algo el mundo, que ha despertado conciencias?

-Mi objetivo ha sido dar más información sobre lo que está sucediendo, sobre cosas serias, sobre el amor, el odio, la vida, la guerra, la política... que la gente reflexione y cuando ellos lo consideren oportuno, actúen. No se trata de salvar al mundo entero, sino de hacer lo que esté en mi mano. Tengo la sensación de tener que ayudar en lo que pueda echar una mano respecto a estos temas porque el mundo es especialmente difícil hoy día y haré lo que pueda para que otras personas saquen provecho de mis obras. La indiferencia es horrible y lo que podamos hacer para ayudar es absolutamente necesario.

Sus frases saltaron de la pared hacia otros soportes, como camisetas, cabinas de teléfono... y a las pantallas de Times Square.

-Cuando veía a la gente usando camisetas con mis frases por la calle, me sorprendía al principio. Y luego me emocionaba. Cuando vi mis mensajes en pantallas gigantes en Times Square me di cuenta de que llegaban a más gente, que con las nuevas tecnologías, mis mensajes eran masivos. Fue entonces cuando pensé que quizás podía utilizarlas.

Con la guerra de Bosnia en pleno apogeo, la portada de un periódico alemán publicó uno de sus mensajes en el que se mezclaba la tinta con la sangre de mujeres bosnias: ‘Donde mueren mujeres, estoy totalmente alerta’. Pasados los años, sigue estando alerta...

-Decidí enfocarme en ello, porque fue absolutamente horrible. La situación ha mejorado mucho para algunas mujeres, más en algunos países que en otros, pero todavía tiene que mejorar más. Obviamente, todavía quedan muchas cosas por hacer... No tenemos los mismos derechos reales, las mismas oportunidades, los mismos salarios...

Una de las obras más explícitas que alberga la muestra de Bilbao es un preservativo con las palabras ‘Los hombres ya no te protegen’. ¿Se considera una artista feminista?

-Al menos lo primero lo intento, y lo segundo creo que lo aplico mejor en mi vida cotidiana. A veces consigo ser las dos cosas, artista y feminista.

¿Han sido las mujeres quienes han hecho el arte más desafiante en la última década? ¿Su trabajo es mucho más extremo que el de los hombres?

-Normalmente hay menos mujeres en el mundo del arte, por lo que tenemos que darle otro contenido. ¿Si somos más extremas? Es algo a analizar ¿Por qué las mujeres sufrimos más insultos y tenemos menos oportunidades? Yo soy artista y también feminista, y desde luego lo que no voy a hacer es pedir disculpas por mostrar interés por los temas feministas en mis obras.

La palabra escrita, la comunicación a través del lenguaje, se mantiene en la esencia de su creación. Sin embargo, trabaja en diferentes materiales, como la piedra.

-Me gusta trabajar con diferentes materiales porque cada uno tiene unas características diferentes, influye en el concepto, en el lenguaje. Me gusta utilizar la piedra porque hace los mensajes más permanentes, más solemnes, mientras que otros medios son más efímeros.

¿En qué trabaja en la actualidad?

-He vuelto a la pintura; en esta exposición muestro varias de mi serie Pinturas de censura que me encuentro realizando actualmente, basadas en la reproducción de documentos del gobierno estadounidense desclasificados, como documentos de la era Bush sobre operaciones en Afganistán e Irak o papeles del FBI sobre amenazas terroristas, pero que han sido censurados. La gente tiene derecho a conocerlos.