Heroína, caballo? hay diversas formas de nombrar la droga que supuso una de las mayores lacras sociales del País Vasco en los años 80. Y es precisamente el tema en el que Richard Sahagún ha querido ahondar mediante una obra de teatro, incidiendo para ello en la historia de Otxarkoaga, su barrio. De ese modo, la obra a la que denomina “tragedia contemporánea”, se ofrecerá en el Teatro Arriaga hoy y mañana a las 19.30 horas.
Caballo/Dostoievski tiene como objetivo homenajear “a los caídos y a las familias que lo sufrieron”, y prevenir a los jóvenes de hoy en día acerca de esta droga, ya que como asegura Sahagún, director y actor que encarna a nueve personajes en la obra, “hoy en día los jóvenes que no lo han vivido no están concienciados”.
Aunque en un primer momento la idea fue planteada como un trabajo performativo, el autor asegura que dado el éxito cosechado en las primeras funciones decidió convertirlo en obra de teatro, dotándolo de un componente “muy poético y visual”, en la que destacan las luces y colaboración con las corales y dos actrices. De ese modo, “todo requiere una fuerza que hace que la poesía sea muy potente, que quede en el subconsciente”.
Para realizar la obra, y basarse además de en sus recuerdos en datos más verídicos, el autor admite que ha llevado a cabo un trabajo de documentación, mirando archivos en bibliotecas, y teniendo conversaciones con vecinos que lo han vivido. De ese modo, “aunque los personajes son ficticios la historia está cimentada en algo veraz”. Y es que como asegura el autor la obra “no te aleja de tu realidad, te acerca a tu barrio, a tu pueblo, a tu gente. El que no lo ha vivido lo conoce y eso toca e impregna igual. Es muy bonito, traslada esa época a día de hoy y hace que conmueva a la gente”. Por eso, incide en la dureza de la situación, y es que en los años 80 fueron contabilizados más de 11.000 casos de heroinómanos en la Comunidad Autónoma Vasca.
Aunque la obra esté contextualizada en el barrio de Otxarkoaga, Sahagún destaca que “a pesar de esta encuadrado en esa época de la reconversión industrial, llegó a todas las clases sociales. Es increíble el aspecto universal de la obra, dialoga con una cosa que le pasó a todo el mundo. Es un tema universal”.
“Son situaciones cotidianas, el día a día de familias a las que les tocó vivirlo, y a partir de ahí se forma la poética de las escenas. De pronto entras en ese vuelo y desconocimiento de lo que le sucede al protagonista, que se ve superado por eso, porque era una droga desconocida, como lo es a día de hoy”. Como destaca el autor, hoy en día hay “un repunte del consumo de heroína” debido al desconocimiento de los jóvenes acerca de la devastación que supuso el caballo. Por eso, la obra “es un homenaje pero también una especie de acto de prevención”.
Asimismo, el autor de la obra destaca que además de retratar la difícil situación que se vivió en la década de los 80 en las familias que sufrieron la lacra de la heroína, en Caballo/Dostoievski también se reflejan los motivos que llevaron a esos miles de jóvenes a meterse de lleno en el “mundo de las drogas”. “Hay mil motivos: el paro, el no saber qué hacer con tu vida, el aburrimiento, la moda...”, y es que como asegura Sahagún, las grandes estrellas del rock de esa época también consumían heroína, pero en su caso “tenían dinero como para poder salir, y el chaval de familia humilde quedaba ahí”. A pesar de ello, el autor destaca la labor que llevaron a cabo diversas asociaciones como Proyecto hombre, “que hicieron una gran labor aquí”, o el Gobierno vasco con la campaña de las jeringuillas, “porque el sida estaba ahí”. Por eso, el sida es otro de los aspectos que se trata en la obra, ya que la mayoría de casos fueron provocados por la adicción a la heroína, ya que compartían las jeringuillas”, que al igual que en el caso de la heroína, la enfermedad estaba rodeada de un desconocimiento total.
Además, el repertorio musical también acompaña toda la obra con dos canciones de la época “a nivel de letra y historia de cantantes tiene que ver”. Y es que la letra habla de también de la droga, de “los viajes”. “En uno de los casos lo hace desde la lucha y otro desde la supervivencia después de dejarlo atrás”.
Además. el autor admite que tras cada función “siempre hacemos un coloquio y se queda todo el público a contar lo que vivió y lo que ha visto en la obra. De ese modo te das cuenta de que hacer teatro tiene un valor, un valor social y de mover a la gente, porque los espectadores que van a la obra salen tocadas y con el debate en la boca”. Ese es, según destaca el autor, “el mayor premio como creador”.
El autor ha contado además con el reto de interpretar a nueve personajes distintos, reto por el que termina “devastado físicamente”, y por el que antes del estreno se mostraba nervioso, ya que “al hacer esas transformaciones de personajes tenía varias dudas, y la principal era si se entendería la historia, pero fue fascinante comprobar que el público lo entendía todo”.
Además, Sahagún se muestra emocionado por llevar a cabo lo que para él ha sido “su obra más especial”, debido al “valor con compromiso social, con el pueblo”, que ha supuesto para el autor de Caballo/Dostoievski. Por eso, dada la fuerza que tuvo en el País Vasco en los años 80, el autor se muestra con ganas de llevar su obra a diferentes escenarios, como Mutriku, Bermeo, Donosti... otros de los lugares más afectados por el denominado “caballo”.
Influencia de Dostoyevski “Pero le repito por enésima vez, que existe un caso, uno solo en el que la persona agrede y a sabiendas puede desear para sí misma algo nocivo, estúpido e incluso muy estúpido. Concretamente para ejercer el derecho a desear incluso lo muy estúpido y no estar sujeta a querer para sí misma solo lo inteligente”. Es uno de los fragmentos que aparece en el libro Memorias del subsuelo del autor ruso Dostoyevski, libro en el que Richard Sahagún se encontraba inmerso en el momento de crear la obra. Tal fue la influencia del autor, que decidió incorporar su nombre al título, y es que como él mismo asegura “sorprendentemente vi fragmentos que me hablaban de la soledad, tema que trataba en mi texto”. Al principio el autor admite que no sabía si estaba “cortocircuitando”, y lo dejó apartado, aunque cuando lo releyó decidió incorporar los fragmentos entre escenas porque “habla de una cosa que no siendo lo mismo tiene muchos hilos de unión, y siendo una novela de 1864... decidí hacer un homenaje a Dostoyevski”, termina.