bilbao - Cuenta Meret Meyer, nieta del creador Marc Chagall, que cuando entraban en el estudio, “él dejaba de pintar”. “Solo se lo consentía a nuestra madre, Ida. Ella miraba los cuadros y le hacía sugerencias, porque ella también era pintora. Claro, aquello era diferente, era de artista a artista, no de nieta a abuelo”, cuenta riendo Meyer. Matiza que incluso a Ida solo le estaban permitidas esas aportaciones “cuando la obra ya estaba supuestamente terminada”.

Cuando Marc Chagall falleció, en 1985, Meret, una de sus tres nietos, se puso al frente del Comité Chagall, cuya misión “es proteger su obra”. “Toda la investigación sobre sus cuadros se hace en el centro, es el trabajo de nuestra organización, a lo que se suma el apoyo a las exposiciones sobre su figura”, agrega su nieta. En cuanto a la muestra del Guggenheim, Meret señala que “a través de ella podréis ver que Chagall fue un artista que estaba centrado y que se planteaba grandes dilemas, algo que deja ver que incluso tenía dudas sobre sí mismo”. “Mi abuelo fue alguien que nunca negó la pintura, tomó su propio camino añadiendo lo que absorbía de los diferentes movimientos. En estas salas podemos ver cuánto se alimentó de las vanguardias, cómo trataba el espacio de manera original e innovadora”, señala. Meyer hace hincapié en la importancia de los colores para su abuelo: “Siempre estaba renovando y rejuveneciendo los tonos, para que se viesen de otra manera”. De hecho, según narra su nieta, “mezclaba él mismo los pigmentos, y conocía su historia y el efecto que podían conseguir”. Una de las obras a las que tiene más cariño es Las fresas o Bella e Ida en la mesa (1916), que “es muy especial por la perspectiva de las fresas y la postura de las modelos”. “Es curioso, porque es una pintura en la que yo no reconozco a mi madre en la posición en la que se representa”, apostilla. Sin embargo, añade que esta es una exposición “variada” en la que se ven tanto figuras de judíos como otras pinturas de su familia o de su comunidad.

Sobre el trabajo de su Comité, explica que cuando el equipo se pone al frente de una nueva exposición se pregunta “el motivo por el que va a llevarse a cabo”. “Esta cuestión nos la plateamos cada día, es decir, qué actualidad tiene la obra de mi abuelo y qué articulación vamos a proponer en cada muestra”, relata. En este sentido, Meyer resalta la importancia que aún se le da a los retratos de los judíos. “Nos preocupa por lo que vemos a través de nuestras ventanas, en Europa estamos viviendo todavía hoy estas tragedias, no han terminado los abandonos de los países, ni las personas que tienen que marcharse y dejar sus raíces y sus propias historias”, resalta la nieta del artista.

En referencia a esta interpretación, Meyer señala que queda la esperanza de que “uno puede renovar su vida aunque haya perdido sus tierras. Todos somos un rompecabezas y tenemos que aprender a vivir juntos”, concluye la vicepresidenta del Comité.

Mirando al futuro, Meyer adelanta que durante el próximo año habrá varias muestras sobre la obra de su abuelo, entre las que destaca una exhibición en el Museo Judío de Nueva York, el próximo mes de septiembre. - A. Garmendia