Tres años después de We, el disco que les volvió a acercar a Bizkaia con un concierto estelar en el Bilbao BBK Live, Arcade Fire han publicado este fin de semana Pink Elephant (Sony Music), el séptimo disco de estudio de los canadienses liderados por el matrimonio formado por Win Butler y Régine Chassange, que han contado para la colaboración de un productor legendario como Daniel Lanois. Primero grabado desde las denuncias de acoso sexual a Butler, este se tumba en el diván para psicoanalizarse y sugerir momentos de culpa y vergüenza aunque con un repertorio que prosigue la deriva, inquietante, de sus últimos y prescindibles álbumes.

Después de regresos excelsos como los de sus coetáneos indies Bon Iver o Panda Bear, los canadienses vuelven al ruedo pero, al contrario que en sus mejores tiempos, sin conceder una sola entrevista y alejados de la maraña mediática que les acompañó en su primera década y media artística. El grupo, hoy un quinteto tras la marcha de la formación del hermanísimo y multinstrumentista Will Butler aunque en vivo aumentan hasta el octeto, sigue con la deriva de sus últimos discos, Everything Now y We.

Butler se tumba en el diván para psicoanalizarse y sugerir momentos de culpa y vergüenza con un repertorio a la deriva

Arcade Fire estuvieron al frente del rock alternativo internacional desde su debut, Funeral (2004) hasta la edición de The Suburbs (2010) y, si me apuras, hasta Reflektor (2013), por su capacidad para convertir en himnos una emotividad y entrega pop que sublimaba el deseo y persecución de la hermandad y el amor porque la estrella rock bajaba del escenario y se fundía, en un sentido y sudoroso abrazo, con el público. Imparables todavía en directo, como se demostró el año pasado en el Bilbao BBK Live, sus últimos trabajos no resisten la comparación con sus clásicos. ¿Evidencias? En Kobetamendi solo tocaron un tema de su aún reciente We.

El puñetero elefante

Ese elefante rosa con el que han titulado su séptimo disco, se filtra e invade la atmósfera, los versos y los surcos de Pink Elephant… y no sabemos si la propia relación de pareja del matrimonio. El concepto, con un explícito animal en forma de vela que se consume en la portada, alude a ese efecto paradójico en el que el esfuerzo por suprimir un pensamiento conduce a que sea imposible evitarlo. ¿El del reconocimiento de la vergüenza y la culpa, el de esa sanación que su pareja aseguró que se había producido cuando Butler fue acusado de comportamiento sexual inadecuado con varias fans femeninas con las que contactaba vía Internet?

Portada de Arcade Fire Pink

Ese punto de autocompasión, el de entrar al estudio de grabación como si fuera el diván del psicólogo y vomitar sus vergüenzas en lugar de lavarlas en privado, alienta el nuevo repertorio de Arcade Fire, grabado en el Good News Recording Studio de Win y Régine, en Nueva Orleans, con producción de ambos y la ayuda de un mito, Daniel Lanois, colaborador de U2, The Neville Brothers, Brian Eno, Peter Gabriel, Bob Dylan…

En tono menor Pink Elephant no contiene ninguno de los himnos que convirtieron al grupo en cabeza de lanza del indie rock y se mueve en un tono menor en ritmo, épica y hasta número de canciones.

Del total de diez, todas enlazadas, tres son instrumentales, donde se advierte realmente la labor de Lanois a la producción al ser especialista en las atmósferas y texturas etéreas y envolvente. Propulsado por el mensaje de autoayuda de Open Your Heart or Die Trying, el álbum roza el notable gracias a tres de sus temas.

Son Year of the Snake, que cobra ritmo con Chassange al micrófono, con una bonita cadencia y crescendo de la casa controlado; Circle of Trust, que ofrece un sonido disco ochentero, ese que abrazan de manera recurrente desde Reflektor y que nos traslada a una elegante pista de baile con una guitarra tímida que remite a New Order, y I Love Her Shadow, otra vuelta al sonido electro y a la pista con un ritmo y melodía hechizante.

En un tono menor, ‘Pink Elephant’ no contiene ninguno de los himnos que convirtieron al grupo en cabeza de lanza del indie

Del resto, se puede rescatar también Ride or Die, una emotiva y extrañamente bella declaración de amor, en clave de modesto lo fi, pero no resisten la titular, que suena lenta y anodina; la pegadiza y electrónica Alien Nation, donde parecen querer acercarse a los Primal Scream de los 90 y solo remiten a The Prodigy, ni Stuck in my Head, un rock repetitivo con crescendo final sin la épica irresistible de clásicos como Rebellion (Lies) o Wake Up.

Butler parece tumbarse en el diván para hablar del dolor y el sufrimiento sufrido –“la manera en que todo cambió me hace querer llorar”– tras la polémica de los acosos sexuales, que parece, en cierta forma, reconocer cuando canta “nunca nos conocimos, pero recuerdo quién eres”, en alusión a la devoción de las fans por las rock stars, y cuando alude a sus problemas psicológicos y dice tener “un lío en mi cabeza, el cuerpo en la cuneta” y “un desastre en mi corazón”. Butler, compartiendo micrófono Chassange, le canta también a la necesidad de confianza y apoyo en las relaciones de pareja… y a su amor: “robaría, mataría, mentiría, moriría por ti”. Ella le ha creído y perdonado, ahora le toca tomar partido a sus fans.