Donostia - El actor estadounidense, 45 años, escucha con atención, mira a los ojos de su interlocutor y contesta tras meditar brevemente la respuesta. Hawke se muestra amable, ingenioso y locuaz: habla del filme que presentó ayer -Los siete magníficos, su tercera colaboración con Antoine Fuqua- y también de su amplia concepción del arte, de amigos como Richard Linklater o Denzel Washington y del motor que le empuja a seguir actuando.
El año pasado quisieron darle el Premio pero el retraso en el rodaje de ‘Los siete magníficos’ lo impidió. A la segunda, ha ido la vencida. ¿Se siente deseado por el Zinemaldia?
-(Risas) Sí, sí, me siento muy apreciado y sería muy tonto si no me sintiese así. Definitivamente, recibo más amor del que merezco.
Es usted el tercer Premio Donostia más joven tras Ewan McGregor y Matt Dillon. ¿Pensó negarse a recibirlo porque aún tiene mucha carrera por delante?
-Hace poco entrevisté a Patti Smith y le pregunté qué piensa de los premios. Me dijo que le encantan, que le gusta sentirse bien pero intenta no darle demasiadas vueltas. Yo he estado 30 años trabajando, un periodo muy largo, e intento verlo más como un reto e intento merecerme los premios que recibo.
Y si tuviese que dedicar el galardón a alguien del mundo del cine, ¿a quién elegiría?
-(Pensativo) Cuanto más viejo me hago, me doy cuenta de que no estamos solos, formamos parte de un ecosistema, y cuanto más sano sea, mejor estaremos nosotros. Si tuviera que dedicarle el premio a alguien elegiría a Philip Seymour Hoffman porque trabajé con él en Antes que el diablo sepa que has muerto (2012), de Sidney Lumet, y además era un amigo. A veces, todos sabemos que nuestros amigos no son tan maravillosos como otras personas dicen que son, pero en este caso, sí que lo era.
Usted actúa, dirige, escribe guiones y novelas, historietas... ¿Cómo combina todas esas facetas?
-Decía Denis Hopper que no existe ninguna diferencia entre las artes... Por un lado está el arte y, por otro, el resto de la vida. No diferenciaba entre ser actor, bailarín, escritor, director o fotógrafo. Está todo en el mismo lado y yo me siento igual, unido al arte en general.
¿De qué etapa artística se siente más orgulloso?
-No hay una única parte o una sola película. Supongo que de lo que más orgulloso estoy es de la longevidad aunque no le doy un gran valor al orgullo.
¿Y cuál es el motor que encuentra para seguir actuando?
-Lo obvio sería contestar que el motor es el inmenso amor que siento por el cine, que me hace sentir mejor persona. Me siento muy bien con lo que hago. Pero también me acuerdo de muchos actores a los que admiro, que han mostrado una dedicación total, y cuando tienes una dedicación total a cualquier arte, entonces se pueden lograr muchas cosas. El misterio de la vida es que cuanto más aprendes más te das cuenta de que no sabes nada. Y eso también me mantiene vivo.
¿Le preocupaba el reto de hacer un remake de una película tan conocida como ‘Los siete magníficos’?
-Es peligroso.. Si haces Macbeth o Hamlet, invariablemente habrá gente que piense que la has jodido porque otros lo hicieron mejor antes. Con Los siete magníficos mucha gente tiene una relación que supera los 50 años: es un fenómeno más grande que la propia película, representa una época... Por eso prefiero pensar que escojo aquello que funciona, tienes que coger valores del pasado que funcionen hoy, darles frescura, una nueva vida. También es una forma de que la historia llegue a las nuevas generaciones y no se pierda...
Se le considera un icono del cine independiente. ¿Cómo afronta participar en esta superproducción?
-Jamás había participado en una película tan grande como esta, ni por presupuesto ni por tiempo de rodaje. Es algo totalmente nuevo para mí y creo que no lo habría hecho sin Denzel, alguien a quien admiro mucho. En este tipo de producciones suele mandar el dinero: quienes tienen el dinero deciden y existe poca creatividad. Sin embargo, si Denzel está involucrado, la creatividad se mantiene. Por ejemplo, Flight (2012) podría haber sido una película pequeña e independiente pero con él se convierte en una película enorme. De alguna forma, siempre cambia el algoritmo.
Y da la impresión de que se lo han pasado en grande rodándola. ¿Tiene que ver con que sea un wéstern, un género hoy no tan de moda?
-Sí. Sabía que me lo iba a pasar bien, nunca había tenido la oportunidad de hacer una película con tantas cosas: extras, vestuario, armas... Y además, me encanta mi personaje.
¿Cuál es, a su juicio, la esencia de un buen wéstern?
-No lo sé, pero si el wéstern tiene algo que te introduce rápidamente en el mito, es el paisaje, la visión de Dios, el individuo enfrentado a la tierra, la libertad... Además, es un género que cambia en función de la generación que lo trata.
Una vez hizo de nieto de Jack Lemmon en ‘Mi padre’ (1989). ¿Con qué otras figuras del pasado le habría gustado trabajar?
-Una de las bendiciones de mi carrera es haber sido tocado por gente como Jack Lemmon o Sidney Lumet. Al rodar Los siete magníficos me pregunté cómo habría sido trabajar con Steve McQueen, uno de los protagonistas de la película original... Pero uno de mis héroes de verdad es François Truffaut, que fue la primera persona que me acercó al cine europeo. Adoro sus películas de Antoine Doinel, que abordan el paso del tiempo del modo en que nos interesa a Richard Linklater y a mí. Además, es muy humanista y divertido sin resultar pretencioso.
¿Su relación con Richard Linklater fue ‘Amor a primera vista’?
-Yo tenía una pequeña compañía de teatro y uno de los actores había trabajado con él en Dazed and Confused. Vino a Nueva York a ver la obra y así le conocí: conectamos muy bien y me dijo que me iba a enviar una cosa que tenía escrita. Era el guion de Antes del amanecer (1995), que al principio era muy distinto porque la historia no transcurría en Viena sino en San Antonio (Texas). Así empezó todo.