Londres - A finales del siglo XIX, el escritor Oscar Wilde pasaba dos largos años en la cárcel británica de Reading por la “indecencia” de amar a otro hombre. Fueron meses en los que el público británico le dio la espalda y en los que escribió su epístola De Profundis, una carta de amor a su amado. Ahora, en ese mismo edificio, transformado en un centro de arte, se le rinde un destacado homenaje con la exposición Inside, hasta el próximo 30 de octubre.

En las celdas de este edificio de estilo victoriano, que cerró sus puertas en 2013, hay espacio para las obras de Marlene Dumas, Robert Gober, Nan Goldin, Steve McQueen y Wolfgang Tillmans. Posicionadas entre los pasillos y el interior de las celdas en las tres plantas del edificio, apreciarlas exige también sentirse un recluso más del edificio.

Wilde llegó a esta prisión en pleno éxito de su carrera. Cuando se posicionaba como un adelantando a su tiempo por sus ideas rompedoras para la sociedad de entonces. Sin embargo, una disputa que parecía sin importancia con el marqués de Queensberry, el padre de su amado Lord Alfred Douglas, terminó complicándole su existencia y le llevó a prisión en 1895.

“En las celdas, impera siempre la penumbra del crepúsculo, lo mismo que en los corazones”, escribía Wilde, en unos pequeños escritos que entregaba cada día a los guardias de la prisión y que vieron la luz en forma de libro cuando ya había fallecido. Además, el intelectual irlandés no escondía su caída en saco roto: “Yo fui en un tiempo príncipe del idioma, no tengo palabras para expresar mi angustia y mi vergüenza”.

Eran años en los que el sistema de prisiones impedía el contacto entre sus presidiarios, en su mayoría condenados por delitos de delincuencia, pero que no estaba preparada para delitos tan sorprendentes como al que fue acusado Wilde. El único momento del día en el que se le permitía salir de sus cuatro paredes era para hacer ejercicio en el patio del edificio, pero tenía que ser encapuchado, para evitar ver a otros presidiarios. O también para acudir a escuchar sermones religiosos en la capilla, en un intento de “curar” su homosexualidad.

Reflexión En la primera planta de la prisión se pueden ver ahora fotos de otros compañeros de prisión de Wilde. Imágenes en blanco y negro de hombres y mujeres, donde destacaba su cara de susto y la posición de sus manos. De vital importancia, eran utilizadas como símbolo identificativo, pues todavía no se tomaban huellas dactilares. También hay mapas del edificio y libros que cuentan más detalles del conocido literalmente en inglés como Sistema Separado.

Cada domingo de este mes y del próximo, escritores y artistas como Colm Tóibín, Ben Whishaw, Ralph Fiennes y Maxine Peake leerán o interpretarán desde la capilla de la prisión de Reading, el famoso texto escrito por Wilde entre rejas. Una sala fascinante por su luz natural, donde se encuentra la puerta original que tenía la celda de Wilde, una pieza de madera que pasa a ser un nuevo trabajo del artista Jean-Michel Pancin.

La pintora sudafricana Marlene Dumas contribuye con retratos de hombres solitarios, mientras que el fotógrafo estadounidense Nan Goldin aborda el tema de la homosexualidad en países donde aún es tabú. Goldin hace un paralelismo entre su relación con el actor Clemens Schick y la de Wilde y su compañero Douglas. Entre los pasillos largos y estrechos, con paredes de ladrillo, también se pueden encontrar dos nuevas esculturas del estadounidense Robert Gober, con objetos tan simples como una chaqueta negra que cuelga de una pared y un cofre de madera en el suelo.

“Esta exposición ofrecerá al público la oportunidad de reflexionar, en especial por lo poderoso del lugar, sobre las implicaciones que tiene sobre el individuo la separación de la sociedad por parte del estado”, explicaron a la prensa los responsables de la exposición, James Lingwood y Michael Morris. La muestra cuenta con el apoyo del Ministerio de Justicia británico y forma parte del Año de la Cultura en la ciudad de Reading.

El principal reto al que se enfrentaron Lingwood y Morris fue el de hacer florecer el arte contemporáneo en un entorno tan abrumador en el que Oscar Wilde fue el preso más conocido, permaneciendo siempre en la celda C.3.3. Para ello, tiran de las esculturas de la artista colombiana Doris Salcedo, cuñas de tierra comprimida en un ataúd de madera donde a la hierba le resulta difícil sobrevivir ante la falta de luz.

Otros, como el chino Ai Weiwei, crítico con el régimen comunista, y el periodista keniano Binyavanga Wainaina, perseguido en su país por su homosexualidad, escriben cartas similares a la de Wilde, en las que reflejan su experiencia directa cuando les fue privada su libertad y cómo afectó a su relación con familiares y seres queridos.