bilbao - Fernando Franco (Sevilla, 1976) es el autor de una de las sorpresas más gratas del cine estatal de los últimos años. El éxito de La herida, su ópera prima, le ha granjeado la etiqueta de abanderado del otro cine español, aunque reniegue de ella.
¿Ha tenido tiempo de digerir los éxitos que cosechó el año pasado?
-Si soy sincero, no le he dado muchas vueltas. Soy consciente de que las distinciones y los premios responden a elementos circunstanciales. Siempre hay un contexto que lo desatasca todo y en nuestro caso el detonante fue el Festival de Cine de Donostia. Allí nos incluyeron en la Sección Oficial cuando lo normal habría sido que participáramos en la de Nuevos Realizadores. Y si nos concedieron el Premio Especial del Jurado fue porque el director -el cineasta Todd Haynes- y el resto de miembros empatizaban con el tipo de propuesta de La herida.
Aquella distinción fue solo la primera de una larga lista...
-Claro, pero a mí me gusta hacer la reflexión contraria. ¿Habría pasado todo eso si nos hubieran incluido en la Sección de Nuevos Realizadores en Donostia? Y también hay una idea importante que deberíamos desterrar. Tendemos a pensar en las películas como si fueran caballos de carreras. Nos gusta compararlas para dirimir cuál es mejor. Es curioso, porque en otras artes no ocurre, pero en el cine hay un sistema de festivales y premios que alimenta la urgencia por jerarquizarlo y compararlo todo. Ahora bien, quien crea que su película gana premios por ser la mejor está muy equivocado.
¿Le han servido las distinciones al menos para seguir adelante?
-Ni siquiera para eso (ríe). Ahora estamos buscando financiación para nuestro próximo proyecto y, aunque pueda sorprender, tenemos los mismos obstáculos que antes.
En su próximo proyecto, ‘Morir’, contará la historia de un matrimonio que se enfrenta a la enfermedad terminal del marido. ‘La herida’ es un retrato de un mujer con trastornos psicológicos. ¿Se siente más cómodo construyendo personajes en situaciones límite?
-No diría más cómodo, pero sí mas interesado. Me fascinan los personajes complejos y las situaciones abiertas a la incertidumbre y los interrogantes, en las que es igual de probable caer de un lado que del otro.
Repite como actriz principal Marian Álvarez. ¿Volverá a concederle tanto protagonismo como en ‘La herida’?
-En cierta forma sí, porque será de nuevo una obra de cámara. En La herida me centraba mucho en la historia de la protagonista y jugaba haciendo que entraran y salieran elementos periféricos. En esta ocasión todo pivotará en torno al matrimonio, diluyendo aún más el resto. Pero esta vez Marian deberá compartir protagonismo con el personaje masculino, encarnado por Andrés Gertrudix.
¿Rodará de nuevo en Euskadi?
Nos gustaría mucho. Morir será una película con una importante dimensión paisajística y ya tenemos localizados algunos lugares de la costa vasca que nos gustaría incluir. Esperemos que confluyan los criterios estéticos y los financieros.
En las jornadas de BilbaoArte ha hablado sobre el montaje, área en la que más ha trabajado. Dice que vive en la paranoia de ser director y montador al mismo tiempo, pero sus películas se componen de secuencias muy largas.
-Puede parecer paradójico, pero es porque existe una idea equivocada de lo que es montaje en el cine. Se tiende a creer que se basa en cortar y juntar los brutos en la sala de edición. Pero lo que yo hice en La herida también es montaje, aunque dentro del propio plano. Eso me obligó a pensar mucho las imágenes que quería construir antes de empezar a rodar.