BILBAO - El Museo de Bellas Artes presentó ayer una importante colección donada por Marta Cárdenas (Donostia, 1944) en 2014, un legado que incluye casi 300 pinturas y dibujos y otros 55 magníficos y sorprendentes cuadernos de trabajo. Se trata de piezas realizadas antes de 1997, obras que hablan de la experimentación de una artista curiosa e insaciable. “Esta colección se acaba con mi viaje a la India. Lo demás lo tengo en casa; me gusta tener a mi alrededor lo más reciente, para seguir trabajando sobre ello”, explicó ayer Cárdenas en el Bellas Artes, lugar donde se exhibirán todas estas creaciones hasta el 7 de septiembre.

La artista donostiarra reside en Madrid desde hace lustros, compartiendo piso con el compositor Luis de Pablo en la calle Relatores, una de las arterias que desemboca en la famosa plaza Tirso de Molina. Allí pinta y dibuja, emborrona cuadernos y cuadernos, embelesada por los pequeños y múltiples detalles que desfilan cada día ante sus ojos: sea un gato perdido, una falda colmada de grafismos de colores, una secuencia de esgrima o una simple mancha. “Claro, una mancha, porque nosotros aprendimos a pintar a partir de una mancha de carbón con José Gallego, un profesor magnífico”, clamó ayer Cárdenas en la multitudinaria rueda de prensa que ofreció en la pinacoteca bilbaina.

Con el vigor que la ha caracterizado siempre, radiante y lúcida (casi juvenil), la artista desgranó su trayectoria profesional mezclando hitos notables con anécdotas íntimas. “En mi familia la pintura ha estado siempre muy presente. Mi padre era cirujano y preparaba las operaciones con dibujos, pintando músculos y huesos; yo sentía por él una admiración sin límites”. También desveló el momento en el que descubrió que podía ser artista o que, cuando menos, se sintió como tal: “Yo era la más joven de la clase, el último mono, y me refugié en el dibujo, en la pintura, para sobrellevar aquello. Ahí descubrí que era una artista y la pintura me alimentó durante toda esa etapa tan dura. Mi padre -prosiguió- me regaló una caja de acuarelas con seis colores, y le pregunté el porqué de aquel regalo con tan pocos colores, cuando mi hermano tenía una caja con 24, nada menos. Él me respondió con otra pregunta: ¿Tú quieres ser artista profesional o aficionada? Yo quería ser profesional, claro, y entonces él me explicó que a una profesional le basta con seis colores para sacar todos los demás. Fue maravilloso”.

La artista no se aparta nunca de sus cuadernos de notas (tiene cerca de 200), y lo hace también siguiendo los consejos de su padre: “Me dijo que llevara siempre conmigo un cuaderno, y a mis 70 años sigo viajando con ellos a todas partes”. Son sus “recorridos de introspección”.

síntesis Cárdenas abundó en otros temas, como su ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (“¡qué horror!”), la evolución de sus inquietudes, pasando del dibujo clásico “a uno más personal”, desde los primeros carboncillos o la utilización de otros materiales, incidiendo en la fuerza de los contrastes entre colores y, sobre todo, “descubriendo la síntesis”. “En 1979 me operaron del corazón y me aconsejaron paseos largos; yo me iba al monte y ahí empecé a pintar paisajes. Más adelante, aprendí a sintetizar, porque me aventuré al zoo y durante dos meses estuve dibujando animales, además de pelotaris -de la mano de los Huarte-, esgrimistas, bailarines... Fue un estallido de libertad, lo sentí así, y me di cuenta de algo fascinante: podía pintar sin mirar al papel. Eso sí, yo no retengo y necesito mirar para dibujar”.

Cárdenas también incidió en otros temas, como la pequeña guerra que los figurativos vascos mantuvieron con los artistas abstractos de la época, pero sobre todo quiso recalcar lo positivo y agradeció a Javier Viar, director del Museo, las palabras que le dedicó al inicio de la rueda de prensa. Entre otras cosas, Viar recordó las dotes de los artistas figurativos vascos de los 70 y 80, entre los que recordó a Mª Puri Herrero, Isabel Bakedano, Vicente Ameztoy, Zuriarrain o Llanos, entre otros. “Ellos compusieron un panorama artístico importante”, subrayó el director del Museo de Bellas Artes.

Viar se centró después en la obra de Cárdenas, y dio a conocer detalles “fundamentales” para poder entender la obra de la donostiarra: “Para ella el dibujo ha sido siempre esencial, como fase previa a cualquier obra; por tanto, sus cuadernos y blocs son importantísimos”.

Viar dijo que Cárdenas descubrió en Londres el humor y la indulgencia, “claves de la felicidad”, y que en la India se empapó “de aspectos cromáticos nuevos”. Finalmente, el responsable de la pinacoteca bilbaina destacó “la espontaneidad del grafismo” de la artista, impregnado de influencias orientales; su destreza para “captar de manera sintética la realidad”; su interés “por lo simultáneo”; sus paisajes, “donde exprime una capacidad de abstracción enorme”, además de la capacidad de renovar su pintura y “su avidez a la hora de absorber detalles de otras culturas”.

Incombustible, Marta Cárdenas realizó el cartel de la Azoka de Durango 2014 y ahora prepara una retrospectiva que tendrá lugar en Donostia, en 2016.