bilbao - “El estudio de Lecuona estaba en el piso más alto, especie de buhardilla, de la casa misma en que he vivido en Bilbao desde la edad de un año hasta la de 27. Allí es donde aprendimos los rudimentos del dibujo y aún de la pintura los más de los bilbainos de mi tiempo que lo hemos cultivado, poco o mucho, ya como aficionados, ya como profesionales”. Así rememoraba Miguel de Unamuno en sus Recuerdos de niñez y de mocedad a quien fue su maestro, el pintor Antonio María Lecuona (Tolosa, 1831; Ondarroa, 1907), al que el Bellas Artes de Bilbao rinde ahora homenaje con una pequeña pero interesante exposición.
“Un pintor clave en el arte vasco del siglo XIX y un pionero del costumbrismo vasco, a quien el museo ha decidido honrar”, explicó el director de la pinacoteca bilbaina, Javier Viar. La exposición de este maestro de toda una generación de maestros -entre los que sobresalen Guinea, Guiard, Losada, Durrio, Arrue o Maeztu- ocupa tres salas en el edificio de Arte Antiguo de la pinacoteca. Uno de los motivos para realizarla en estos momentos es, sin duda, la donación al museo de una de sus principales obras, Costumbres vascongadas, que se muestra con otros doce de sus lienzos, un busto anónimo en yeso que representa al artista y una pintura del flamenco David Teniers, cedida en préstamo por el Museo del Prado.
herencia “Perteneció a mi padre y cuando lo heredé pensé que no era una obra para guardarla en casa sino en el museo. Sé que a mi padre le habría gustado que permaneciera en el Bellas Artes. Él lo admiraba mucho, igual que yo. Tengo un gran aprecio a los bienes públicos que, como el Bellas Artes, ayudan a configurar nuestra identidad cultural y social”, explicó Gabriel María Guzmán, el donador del óleo a la pinacoteca.
Costumbres Vascongadas, con unas dimensiones de 111,3 x 168,2 centímetros, fue pintado por Lecuona en 1860 cuando tenía 29 años. El lienzo presenta una romería, localizada no en un lugar concreto, sino en un escenario ideal del País Vasco, representando un compendio de tradiciones y personajes populares. Lecuona distribuyó en el cuadro varias escenas en diferentes planos y situó el baile como acontecimiento central: un grupo galante de aldeanos con sus blusones, abarcas y boinas, junto a una muchacha azorada, mientras que, a la derecha, mujeres y niños elegantemente ataviados disfrutan de un refrigerio en torno a una mesa.
Se distinguen también por los atuendos y sombreros las autoridades locales, el cura, el txistulari, el tamborilero, los jugadores de bolos y el ciego que recibe limosna.
El óleo fue donado el año pasado y fue sometido a un proceso de restauración por los expertos del Bellas Artes y ahora luce en todo su esplendor junto con otros cuadros del artista vasco como Aldeana vizcaina en el mercado (1871) o Fiesta campestre en las inmediaciones de Durango (1882). También destaca el Retrato de José María Iparraguirre (1890), el autor del Gernikako Arbola, prematuramente envejecido, con larga barba blanca y vestido de aldeano, sosteniendo su guitarra frente al árbol de Gernika y la Casa de Juntas de la villa foral.
El género del retrato ocupó un lugar importante en la producción de Lecuona, hasta el punto de convertirle, junto a Juan de Barroeta, en el retratista oficial de la burguesía bilbaina. Sus cualidades para este genero, unidos a su posicionamiento ideológico, contribuyeron a que en 1874 fuese nombrado pintor de cámara del pretendiente Carlos VII.
Este interés queda patente en Entrática en las huelgas, que representa la despedida de una de sus hijas, que entraba como novicia en el monasterio de Burgos. Antonio María Lecuona se autorretrata de espaldas.
La exposición puede ser visitada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao hasta el 8 de junio.