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HAY artistas que no cesan. Gema Intxausti e Itziar Barrio viven y trabajan fuera, pero retornan para mostrar sus últimas aportaciones. En ambas no hay un hablar directo y en primera persona, sino un manifestarse distanciado y en diferido. El yo deja de refulgir para sumergirse en ideas cuyas nociones aluden a cuestiones participativas, psíquicas y constructivas. No son buenos tiempos para la lírica ni para plasmar subjetividades. Es por lo que buscan nitidez expresiva y calado en los contenidos. Parten de experiencias conocidas y generan nuevas contemplaciones y usos. Autoras nada convulsas y reflexivas que ligan escenas disponiendo empatías y vivencias.
La escultora Gema Intxausti (1966) acaba de instalarse en Edimburgo tras haber vivido en distintas ciudades británicas. Su marcha tiene que ver más con una necesidad personal que con el solo desarrollo de su aventura artística. La de Gernika es una creadora que no tiende a prodigarse demasiado. Su sensibilidad y delicadeza se muestran siempre con cuenta gotas. Ahora presenta una sola escultura en el Gabinete Abstracto de la sala Rekalde. Un escaparate ocupado por una frase, cuya superposición y división en pisos lleva aparejada la fisura de una leve ruptura en el ritmo continuado de la lectura. Bajo el tamiz de lo aparentemente neutro, oculta la profundidad de un mensaje que va calando públicamente.
La obra se titula ...Meanwhile... rapture (Mientras tanto... el arrebato) y es de 2013. Se percibe de modo diáfano y en apenas un instante, pero su sentido necesita ser meditado. Habla de la locura social. Según indica, "vamos sobreviviendo como perros, desde el perro domesticado de Pavlov al perro maltratado de Kafka". Más adelante dice que "cuando ya no es posible hablar, y ladrar es un síntoma de locura, es que algo está profundamente podrido".
Mientras Philippe Parreno crea reproducciones de otros artistas cuyas obras invita a ser portadas, Intxausti propone que varios espectadores al unísono lleven los textos, como si fueran pancartas para pasearlas por el lugar. Las señales son alertas que se acumulan sobre la pared de modo ordenado y en tres niveles. Están constituidos por redondeadas letras blancas que se disponen individualmente sobre largos listones. Una fila está detrás y en la parte superior. La de en medio tiene los signos atravesados. Y la más baja está directamente sobre el suelo y con los palos hacia arriba. Las tres permiten realizar una lectura conjunta, cuyas claves son políticas y proceden del Hamlet de Shakespeare. Unas minúsculas "something smells like Denmark" que ofrecen una perspectiva de repulsa. Manifestación pública que necesita del orden de la colaboración para superar la situación social de crisis en la que se encuentran los individuos y las sociedades coetáneas.
La trayectoria de Itziar Barrio (1976) está relacionada desde hace unos años con New York. We could have had it all (Podríamos tenerlo todo) es el título de la propuesta que se presenta en La Taller hasta el 29 de noviembre. El espacio de Zumarraga 7, acoge una muestra dual en la que las interrelaciones y los intersticios operan conjuntamente hasta crear un dispositivo complejo y singular, cuyas referencias son tanto locales como internacionales. Un vídeo y una serie de grabados que transcriben colaboraciones entre diferentes artistas, así como referencias a la música popular, el teatro, el lenguaje, la política y la sexualidad.
El micrófono tiene una forma ambigua que transmite muchas connotaciones y es al mismo tiempo un instrumento de poder para el que lo dispone entre sus manos. Amplifica sonidos y envuelve a quien lo usa, permitiendo un vínculo entre el que lo utiliza y el que se deja transformar por él. Es una herramienta que utilizan mujeres como Adele, cuyo multitudinario éxito la precede, e improvisadoras como la bertsolari Maialen Lujanbio y la escritora Chavisa Woods. La nueva música que surge en el proceso es de Arantzazu Calleja. El lenguaje audiovisual va construyendo una nueva realidad que se desliza lenta y suavemente. Un relato que se metamorfosea mientras que las canciones se intercalan y resemantizan. La glocalización permite asentar paralelismos. Y es que el vídeo muestra el interior del Teatro Arriaga de Bilbao con unas panorámicas que quieren reconstruir los planos del concierto de la cantante británica en el Royal Albert Hall de Londres. La rica y seductora ornamentación interior de la arquitectura es retratada sensualmente en un espacio vacío que va ocupándose con las voces de intérpretes y "repentizadoras". Es continuo el entrelazamiento que se produce entre imagen y música. Una experiencia solemne y atractiva que obvia el espectáculo y penetra en la sensación de esplendor cuyos brillos llevan a la plenitud.
Paralelamente, los grabados aportan una plástica que es algo más pausada y formalista. El desplazamiento entre unas piezas y otras queda fijado por los elementos más significativos del proyecto. Textos en euskera e inglés junto a compactos bloques geométricos se alternan con el rostro de la cantante y los ritmos de los micrófonos. A la artista le interesa recomponer lo sabido para crear una narración discontinua, cuyos relatos son fragmentos que disuelven los límites entre realidad y ficción. Una reivindicación de la mujer que va más allá de la evocación y el conocimiento de un decorado para seducir mediante la fascinación que cada elemento puede despertar.