bilbao. Antonio Ortiz Echagüe formaba parte de la generación de pintores costumbristas que surgió en el País Vasco a principios del siglo XX, entre los que se encontraban Zuloaga o los hermanos Zubiaurre. Pero, a diferencia de sus coetáneos, su carácter cosmopolita y su espíritu de trotamundos le llevaron a viajar sin descanso y a recorrer diferentes países, donde plasmaba con su pincelada enérgica los rasgos típicos y las costumbres propias locales.
Aquellas aventuras pictóricas le llevaron a Cerdeña, donde vivió entre 1906 y 1909, y junto al italiano Camillo Innocenti, influyó mucho en la visión que los artistas sardos tuvieron de su mundo. Por ello, ayer no podía faltar uno de sus cuadros, Comida en Mamoiada, perteneciente a los fondos del Bellas Artes de Bilbao, durante la inauguración en la pinacoteca de la exposición Cerdeña indescifrable. El signo grabado, que acoge obras de diez artistas sardos clásicos y contemporáneos. La muestra se celebra con ocasión del 2º Festival internacional de Grabado Contemporáneo (FIG), que se llevará a cabo en Bilbao entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre.
Pero a pesar del título de la exposición, Cerdeña no resulta tan distante. "Nos va a permitir conocer la isla de Cerdeña, una tierra que parece muy lejana, pero que en realidad no lo es tanto. Tenemos muchas cosas en común como la importancia que le damos a nuestras tradiciones, a nuestra identidad cultural", explicaba Gabriella Locci, artista y presidenta de Casa Facolnieri, el centro de investigación sobre el grabado fundado en Cagliari en 1992. Locci confesaba además que hace unos meses el Gobernador de Cerdeña viajó a Bilbao para conocer la ciudad y "a la vuelta la ha puesto como ejemplo de buen funcionamiento y de cultura hecha con inteligencia".
Gabriela Locci acompañaba en la presentación al director de Cultura de la Diputación de Bizkaia, Gonzalo Olabarria, al director de Bellas Artes y a Iñaki Alonso, director de Grupo Intermedio. También asistió Francesco Delitala, nieto del artista Mario Delitala, y algunos de los artistas participantes en la muestra.
clásicos La exposición está dividida en dos partes, en la primera se presentan 109 grabados de cinco representantes de la llamada Escuela Sarda de Grabado, que se desarrolló durante la primera mitad del siglo pasado. Los grabados pertenecen a Giuseppe Biasi, Mario Delitala, Stanis Dessy, Carmelo Floris y Felice Melis Marini, de quienes se muestran unas obras procedentes de los fondos de los Museos Cívicos de Cagliari.
Todos han reflejado en sus estampas el paisaje y las gentes de la isla italiana. En estos artistas, los aguafuertes (grabado a partir de planchas de metal) se aplican para la consecución de los valores líricos del paisaje, mientras que la xilografía (grabado a partir de matrices de madera) sirve en las representaciones de tipos sardos, en retratos penetrantes y realistas.
renovadores La parte contemporánea muestra diversos trabajos de los artistas sardos más renovadores en activo: Verónica Gambula, Vincenzo Grosso, Gabriella Locci, Rosanna Rossi y Andrea Spiga. Sus obras utilizan indistintamente técnicas tradicionales o experimentales, mezcladas con otros lenguajes como la fotografía o la tecnología digital. Varias de estas obras son de gran formato y proceden de los talleres de los propios artistas o de los fondos de Casa Falconieri, mientras que otras han sido realizadas ex profeso para la muestra.
Así, Vincenzo Grosso transforma los modernos edificios urbanos en apariciones grises, fantasmagóricas e inquietantes. La investigación de Rosanna Rossi (Cagliari, 1937) se centra en la superficie.
Gabriella Locci (Cagliari, 1950) cultiva la abstracción, en la que la potencia de los negros configura huecos oscuros, iluminados por destellos de luz blanca o por resplandores rojizos. Andrea Spiga (Cagliari, 1972) adopta como tema predominante de su producción el rostro humano. Spiga trata los rostros como si fueran "collages", simulando pliegues y superposiciones inexistentes, con lo que consigue unas máscaras de rasgos marcados. Veronica Gambula (Carbonia, 1980) está representada con dos obras, en la principal, de gran formato, un minúsculo personaje forma parte de una muchedumbre, en una metáfora del pulso entre el sentimiento de masa y la conciencia individual. La exposición se puede ver hasta el 12 de enero.