Bilbao

APOYado en actitud pensativa sobre una pilastra de mármol de Markina, Giuseppe Verdi parece contemplar atentamente a los bilbainos y bilbainas que transitan por el paseo Eduardo Victoria de Lecea, en un rincón de honor del Parque de Doña Casilda. En la placa de la escultura, realizada por Lourdes Umerez en bronce patinado, que da continuidad al proyecto Tutto Verdi impulsado en 2006 por la ABAO, puede leerse: "Bilboko Udalak konpositoreari. El Ayuntamiento de Bilbao al compositor Giuseppe Verdi, Roncole 1813-Milan 1901".

El próximo 10 de octubre se cumplen 200 años del nacimiento de Giuseppe Fortunino Francisco Verdi, aunque por un error de su madre, el compositor italiano creyó durante mucho tiempo que había nacido el 9 de octubre de 1814, y hasta edad muy avanzada siguió celebrando su cumpleaños en aquella fecha. La fiesta por el bicentenario de Verdi -que, caprichos del destino, coincide con el de Wagner- promete ser un acontecimiento planetario.

En Bilbao ya se han adelantado a la celebración. En mayo la ABAO le rindió homenaje cuando 17 agrupaciones corales vizcainas, casi medio millar de voces, cantaron juntas un fragmento de Nabucco, Va pensiero, uno de los himnos más célebres de la historia de la lírica, en el paseo de El Arenal, coincidiendo con el Día Europeo de la Ópera. Además, la ABAO ha programado este año tres títulos verdianos, Giovanna d'Arco, Rigoletto y La forza del destino, que forman parte del emblemático proyecto Tutto Verdi, puesto en marcha para representar las 35 óperas del compositor italiano en el plazo de 15 años y que ya ha entrado en su ecuador.

admiración mutua La relación de Bilbao con la figura artística y cultural de Giuseppe Verdi es muy intensa y parece estar basada en la admiración mutua. También el compositor italiano habló de la capital vizcaina cuando creó su última ópera, Falstaff, cuando muchos ya le daban por retirado. Pero en esos rayos de lucidez, Verdi recreó Bilbao y puso a la villa en la esfera internacional. "Tengo los huesos quebrados por ser transportado encorvado como una buena espada de Bilbao", dice el héroe de la última ópera de Verdi, que se inspira en Las alegres comadres de Windsor, de Shakespeare, es decir, tres siglos antes. A finales del siglo XVI, las espadas que se fabricaban en Bilbao (y que se llamaban a secas bilbo) tenían una fama increíble por su elasticidad ya que eran capaces de doblarse en círculo sobre sí mismas, de ahí la referencia de Falstaff. Verdi decidió recuperar esa comparación cuando ya nadie se acordaba de esas espadas, siguiendo la estela de Shakespeare y quizá porque en 1890 la siderurgia bilbaina era muy estimada y en Londres se cotizaba diariamente el Buen Bilbao Rubio, el mejor tipo de hierro que se extraía en Bizkaia. No es la única referencia al entorno de Bilbao que realizó Verdi, ya que en Il trovatore, una de las protagonistas canta en "la falda de un monte de Vizcaya", y el vizcaino Piquillo aparece en el coro de toreros de La Traviata, tal y como se explica en el libro Una lama de Bilbao, de la ABAO.

compositor El idilio de Bilbao con el compositor italiano ha ido más allá al reforzar también sus lazos con Parma, ciudad donde nació el músico italiano. Pero, ¿quién era Giuseppe Verdi? "De niño jugaba entre las mesas de la taberna de su padre, de mayor frecuentó la alta soiedad internacional y fue recibido y admirado por jefes de estado. No hay caídas, fracturas, desastres emotivos, ni capítulos azarosos en la larga y ascendente carrera de Verdi, excepto de los años 1838-1840 cuando pierde a sus dos hijos, a su mujer Margherita y fracasa en La Scala de Milán con Un giorno di regno. La vida de Verdi es una línea recta, sin revoluciones, sin inversiones de marcha, sin titubeos de ningún tipo. Si hubiera vivido en el siglo XXI, habría personificado el mito del hombre hecho a sí mismo", se describe en el libro Por amor a Verdi, de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera.

En 1842 adaptó el libreto Nabucco, que se estrenó en Milán con la voz de Giuseppina Strepponi en el papel de Abigail. Fue un éxito que ensalzaba el patriotismo del pueblo italiano contra la ocupación austríaca, representado por la opresión del pueblo asirio sobre el judío. I lombardi alla prima Crociata y Ernani participaron de las mismas características. Son éstos los que el compositor calificó como sus años de galeras, en los cuales, por sus compromisos con los empresarios teatrales, se vio obligado a escribir sin pausa una ópera tras otra.

Verdi compró una casa en Busseto, donde residió con la soprano italiana Strepponi, ya por entonces su esposa. Allí compuso sus grandes éxitos: Rigoletto (1851), El Trovador (1853), La Traviata (1853) o Un baile de máscaras (1859). A partir de este momento compuso solo aquello que deseaba componer. Su producción decreció en cuanto a número de obras, pero aumentó proporcionalmente en calidad. En sus últimos años creó obras como Aida, Requiem, Otello o Falstaff. Murió en 1901 a consecuencia de un derrame cerebral, dejando su fortuna para la fundación de la Casa Verdi para músicos jubilados en Milán, donde fue enterrado mientras miles de italianos cantaban el coro de los esclavos de Nabucco a su alrededor.