KOBETA. La gran novedad de esta octava edición, el cambio de ubicación de la zona de camping, se convirtió ayer en una caprichosa trampa para muchos aficionados que se asomaban al monte Arraiz, dispuestos a montar sus tiendas y esperar bajo la canícula el arranque de un festival que promete. "No está nada claro cómo funciona esto", se quejaba Enrique, de Valencia, ya en la cima del Arraiz, espacio acondicionado para acoger a cerca de 20.000 campistas (en 2013 fueron cerca de 5.000). "Los autobuses funcionan bien y absorben a la gente en Bilbao y el BEC, pero abajo, en la zona de conciertos (por Kobeta), se produce la confusión, porque la gente se agolpa esperando a unas lanzaderas que no llegan", añade Paula. "En otros festivales no pasa esto y nos ha parecido que había falta de información al respecto", incidía Enrique.
Otro tanto pensaban Jacqueline Di Liscia (Argentina) y Dilleta Bellotti (Italia), recién llegadas de Portugal. A las chicas les robaron el equipaje en Oporto pero no quisieron renunciar a la aventura de acercarse hasta Bilbao. Eso sí, con "lo puesto". "Un amigo italiano que vive en Inglaterra nos aconsejó venir y nos dijo que esto es lo máximo, pero creemos que la distancia que separa el camping de la zona de conciertos es excesiva", se lamentaba Di Liscia.
Por contra, los encargados de la seguridad del perímetro de acampada afirmaban que la situación estaba bajo control: "Es verdad que algunos han subido a pie desde Kobeta, pero son los menos, los impacientes o los que han considerado que tenían tiempo para caminar hasta aquí. El resto está llegando en lanzaderas".
Un miembro de la empresa Alsa, encargado de informar a los peregrinos que llegaban hasta Kobeta, apuntaba en esa dirección, aunque la larga cola que se estaba formando a sus espaldas dejaba en entredicho la exposición: "Cada 20 minutos salen cuatro lanzaderas hasta la zona de acampada (en Arraiz)". Lo cierto es que varios factores ralentizaron el transporte de aficionados: por un lado, los autobuses lanzadera solo pueden circular en un sentido (por tanto, suben y bajan todos de una vez); y por otro, la avería de uno de los vehículos dificultó el traslado de aficionados, algunos de los cuales decidieron subir andando hasta Arraiz. Craso error. La empinada rampa y la calima hicieron el resto. La mayoría llegaban rotos a la zona de acampada.
"No pensábamos que estaba tan lejos, nadie nos ha informado en Kobeta", reclamaba Violeta, una seguidora santanderina de Kings of Leon. "Tendrían que haber puesto más autobuses en la zona de conciertos -insistía-, porque hay gente que ha esperado al sol más de una hora, y claro, los que han decidido subir a pie se han llevado una sorpresa. Eran 20 minutos andando, sí, pero veinte minutos duros, y más teniendo en cuenta que vamos cargados".
CAMPA MULTICOLOR
La marea de aficionados que a media tarde invadió las campas del monte Arraiz se fue acomodando poco a poco al entorno campestre. En pocos minutos, el espacio se fue volviendo multicolor, con decenas de tiendas de campaña salpicando el verde de unas laderas irregulares. "Hemos venido desde Logroño", advertía Debora mientras martilleaba las estacas. "También hay amigos de Bilbao y de Donostia". "Nosotros hemos venido andando porque pensábamos que el autobús había que pagarlo", apuntaba con cara de despiste. Lo que sí tenía claro es el tema de los pertrechos: "Aquí hay que traer poca ropa y mucha comida y bebida, que está todo bastante caro". Al fondo, una de las barras largas instaladas por la organización esperaba a sus primeros clientes. "No, de momento no ha venido casi nadie, pero creemos que la cosa se animará hacia la noche", se consolaba una de las camareras. Mejor cara tenían Ángel y David, recién llegados de Córdoba y Jaén. Llevan 20 años siguiendo a Depeche Mode y tratan de contagiar la querencia a sus vástagos Inés y David: "Hemos dejado el coche en el BEC y hemos venido en autobús. Nos habíamos informado en la web del festival y no hemos tenido problemas".