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Muere el símbolo de la canción francesa

Georges Moustaki, que falleció ayer a los 79 años, deja un legado de buenas canciones y letras intensas

Muere el símbolo de la canción francesaEFE

BILBAO. Se fue la voz ligeramente rasgada, el rostro blanco de barba blanca que escondía dos diminutas perlas negras en el pozo de sus ojos, el hombre que cogió la ola del 68, la del París cambiante, vivero de utopías, que le arrastró a la fama, una onda que no soltó hasta su último suspiro, que tuvo lugar ayer en Niza, aunque hace más de 30 años que Georges Moustaki residía en la Isla de San Luis, en París.

Multinstrumentista y cantautor políglota, Moustaki quiso ser escritor antes que cantante, pero esa hibridación artística hizo que se convirtiera en una de las grandes plumas de la chanson française. Además de publicar 30 álbumes originales, el artista compuso música para teatro y cine, escribió libros y expuso dibujos y acuarelas. Él se definía como un "diletante profesional", un hombre que disfrutaba con todo lo que le ofrecía la vida.

Enemigo de las modas, no se sometió a las tendencias musicales y el acordeón, la flauta y la guitarra le bastaban para componer. A lo largo de décadas mantuvo también su poblada barba, incluso cuando entre los hombres se llevaba el afeitado más apurado. Dio el salto a la fama con Le métèque, palabra despectiva que se usa en francés para designar a un extranjero.

Espíritu libre

Como poeta crítico con el tiempo que le tocó vivir, sus canciones abordan los prejuicios de la época. Hablan de cuestiones existenciales, de identidad, de libertad, de soledad o de muerte, pero sobre todo de amor (y desamor). Se hicieron muy populares sus temas Ma Liberté o Ma Solitude.

Su música, de rasgos poéticos muy identificables (intimista y melancólica), hizo que sus críticos lo tildaran de "poco original". Él ignoraba tales comentarios y se dedicó a hacer casi lo mismo durante 40 años. "Necesito libertad para crear; sin libertad no soy nada", declaró en repetidas ocasiones. Y lo curioso es que, a pesar de las críticas, decenas de artistas de renombre se sirvieron de las letras y composiciones de Moustaki. Escribió para Dalida e Yves Montand, trabajó para Juliette Gréco o Françoise Hardy, pero hubo sobre todo una artista que lo marcó de forma profunda: Edith Piaf. En 1959 escribió para ella Milord, que se convirtió en un clásico, y ambos mantuvieron un romance que duró poco más de un año. "La ternura de Edith es hoy mi recuerdo más fuerte", diría Moustaki años después.

El cantautor tuvo que ganarse a pulso el éxito y el reconocimiento. Nació en Alejandría (Egipto) en 1934, en el seno de una familia griega. A principios de los años 50 se trasladó a París, donde comenzó a tocar en las calles y en los bares. No obtuvo la ciudadanía francesa hasta 1985. Ya enfermo, en 2009 tuvo que cancelar una gira europea y dos años más tarde se despidió de los escenarios.

Los vascos aún recordamos con cariño el dúo que protagonizó con Imanol Larzabal. Juntos cantaron Zergatik, de Jon Mirande.

Ciudadano de los otros, vividor insaciable, hizo de la multiculturalidad su bandera y de la música su mejor pasaporte. Y se fue satisfecho. "Mis excesos me han agotado", dijo en cierta ocasión. Fabuloso: el artista muere henchido de vida. Au revoir, monsieur Moustaki!