Bilbao. A Mariví Bilbao le dejó de funcionar ayer el cuerpo, aunque mantuvo hasta el último momento la energía que siempre le había caracterizado. La actriz falleció de muerte natural en su domicilio de la capital vizcaina a los 83 años, acompañada de su hija Elvira, familiares y amigos. Su muerte conmocionó no solo a sus compañeros de la escena. La veterana actriz bajó el telón entre los aplausos del público. Inteligente, magnífica actriz, lenguaraz y fumadora empedernida -fumaba tres o cuatro paquetes de Ducados al día, aunque en sus últimos años se pasó al rubio porque el negro le "daba un poco de tos",- esta bilbaina, que presumía de su botxo allá por donde iba y fue pregonera de Aste Nagusia en 2006, ha sido una actriz querida por el público y ha destacado tanto dentro como fuera de la pantalla por su carácter afable, divertido, espontáneo e incluso políticamente incorrecto.

A pesar de su larga trayectoria artística de sesenta años, Bilbao vivió la popularidad a la edad de la jubilación, primero en Antena 3, donde trabajó en Aquí no hay quien viva más de tres años a las órdenes de Alberto Caballero y, después, en 2007, en la serie que emitió Telecinco con el mismo equipo técnico y artístico aunque con distintos personajes, La que se avecina, donde fue Izaskun. El pasado verano decidió retirarse de los platós.

María Victoria Bilbao-Goyoaga Álvarez nació en la capital vizcaina el 22 de enero de 1930 ya con ganas de ser actriz, pero para ello tuvo que saltar numerosos obstáculos en una época en la que la profesión estaba mal vista para las mujeres. Tal y como confesó la veterana intérprete en una entrevista a este periódico, luchar por su vocación le supuso marcharse de casa y vivir en la calle, en un 600. "Fue un escándalo horroroso. Incluso mis conocidos y la gente más cercana miraba para otro lado para no verme, hasta que unos amigos, con los que yo había aprendido ballet cuando era cría, me llamaron para ver si quería dar clases y me fui directa, porque no tenía ni para comer", explicó hace poco.

Socia fundadora del grupo de teatro vasco Akelarre, con poco más de 20 años se cambió el nombre para que su padre no supiera a qué se dedicaba: abrió las páginas amarillas y copió el primer nombre que encontró: Ángela Valverde.

Pionera Mariví Bilbao fue una actriz pionera y una mujer valiente. En una época en la que las mujeres necesitaban hasta el permiso del marido para trabajar, se marchó de casa de su esposo y volvió a casa de sus pa-dres. "Entonces llegó la guardia civil y mi abogado nos tuvo que enviar un papel que se llamaba depósito en casa de su padre, porque sin ese papel tendría que haber vuelto con el marido al que ya no quería", confesaba la actriz.

Más tarde, encontró la estabilidad sentimental junto al escritor y pintor Javier Urquijo.

Mariví Bilbao debutó en el cine con papeles protagonistas en cortometrajes como La interrogación, de F. Bardají, y Playa insólita (1962), de Javier Aguirre, o Agur Txomin (1979), de Juanma Ortuoste y Javier Rebollo. Saboreó las mieles de la fama en 1981, con Siete Calles, nuevamente con Ortuoste y Rebollo.

Tras interpretar numerosas obras de teatro, Daniel Calparsoro le ofreció participar en su película Salto al vacío. Bilbao repetiría con Calparsoro en Pasajes (1996) y A ciegas (1997). Y en 2000 llegó para Mariví La comunidad, el gran éxito de Alex de la Iglesia que pudo inspirar las series sobre vecinazgos que darían a la actriz tanta popularidad. Como reconocimiento a su trayectoria, la Asociación de Actores Vascos le concedió el premio El Abrazo (1996).

Entre sus trabajos cinematográficos más recientes figuran Maktub (2011), de Paco Arango, y la que ha sido su última colaboración en el cine: La venta del paraíso, de Barrachina, que se estrena el día 19. Además, podía presumir de haber ido a los Oscar gracias a su participación en el corto Eramos pocos, de Borja Cobeaga, que protagonizó con Ramón Barea. Ayer, Barea recordaba que le llamó desde Hollywood y le dijo: "Ramón, esto es increíble, aquí funciona todo".

Mariví Bilbao protagonizó también una divertida anécdota. Como no había conseguido conocer a Clint Eastwood, la ilusión de su vida, se encendió un cigarrito y retó la prohibición de la organización americana: "Total, si no hemos ganado", dijo, y siguió fumando.