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El Guggenheim y el Bellas Artes se convierten en dos poderosos imanes para el turismo

Alemanes, franceses y catalanes disfrutan de los museos en un día de calor

El Guggenheim y el Bellas Artes se convierten en dos poderosos imanes para el turismoFOTOS: D. DE HARO

BILBAO. Tras un lunes perezoso, con Bilbao despoblada y sumisa, llegó el martes, día de Ignacio de Loyola, guerrero y santo, y la ciudad recobró parte del brío que la caracteriza, aunque el ajetreo estuvo muy localizado: Siete Calles y Abandoibarra ejercían de imanes para la mayoría de visitantes que desfilaban bajo la canícula de finales de julio, con permiso del Bellas Artes, que también mordía su parte.

Tiempo de perros (de ahí lo de canícula) y heladerías que no daban abasto mientras los turistas se afanaban por sacar la mejor foto del Guggenheim, que ya es misión imposible, por repetida. Franceses, alemanes y catalanes, sobre todo, anegaron los aledaños del edificio de Frank Owen Gehry, aunque la mayoría se conformaron con el paseo periférico y se asomaron a la ría por ver si los mubles eran mubles u otra cosa aún peor. Albert y Lorelei visitaban Bilbao por primera vez y se quedaron "maravillados". "Es nuestro segundo día y queremos visitar el Guggenheim y ver el restaurante de Arzak", asumían relativamente desorientados. Seguro que se lo pasaron bomba tratando de buscar la catedral gastronómica que regenta el cocinero donostiarra en el alto de Miracruz, allá por Gipuzkoa.

La familia Del Río y los Romera se mostraron más certeros. "Hemos llegado en un crucero por la mañana y nos vamos por la tarde, así que no tenemos tiempo de entrar a ver los museos. Eso sí, ahora vamos directos al Casco Viejo, porque queremos comer unas tapas", revelaba el padre de familia. Naturales de Soria y Zaragoza, visitaban Bilbao por primera vez. "Nos ha gustado mucho y lo poco que hemos visto nos ha sorprendido. ¡Volveremos!", dijeron desafiantes (al estilo del cascarrabias Douglas MacArthur) y se perdieron entre la marabunta de peregrinos foráneos que buscaban una sombra cada vez más huidiza.

Y del tumulto del Guggenheim a la calma gozosa del Bellas Artes. Mientras en el primero muchos turistas se quedaban admirando las formas imposibles de un museo posible, en el segundo los curiosos se aventuraban a descubrir su interior. Los grabados de Goya son un anzuelo efectivo, aunque algunos se llevaron otra sorpresa agradable, como David, recién llegado de Madrid: "No conocía a José Ramón Anda y sus esculturas me han gustado mucho". En cambio Rafa, Laura y Mireia, de Barcelona, disfrutaban de un receso en el exterior de la pinacoteca. Para Rafa es su tercera visita a Bilbao, "y cada vez la encuentro más bonita", decía, mientras Laura rendía tributo a la quietud del lugar con una sonrisa capaz de parar el tráfico.