MCENROE llegó ayer a buen puerto. Nostálgicos, partieron en el BBK Live hacia orillas y todas sus canciones, como restos de naufragios, retornaron de nuevo a tierra: Lo hicieron a oídos de numerosos oyentes ansiosos de un menú de melodías de salitre.
Fueron diez años de travesía en bonitos 45 minutos. La voz de Ricardo volvió a ser el sello personal de un sexteto en el que más es menos, en el que "cada uno tenemos claro nuestro papel, es una democracia perfecta", sostiene el cantante. Más saturados que en sus grabaciones, la banda de Getxo soltó lastre con Resurrección, una botella con mensaje que nunca se ha publicado pero "viene muy bien para los directos". En el oleaje inicial se sintieron nervios: Hieráticos, salvo el batería.
Ya en la primera marejada sonora, el oyente pudo apreciar que McEnroe son miles de grupos en uno. El arranque tuvo una atmósfera con delay que parecía ser homenaje directo a The Cure, corsarios afterpunk que los vizcainos estaban deseando ver.
Tras la inédita Resurrección, La Palma remitió a Madrid con episodios de slowcore y desde Mundaka se presentaron a sus grumetes con un "encantados de tocar en casa". Tres guitarras y un trompeta del grupo Mannet volvieron a arropar esas cuerdas vocales vikingas primas de losers como el austral Nick Cave y el asturiano Nacho Vegas, aunque más positivo dentro de su literatura apasionada, nostálgica y madura.
La cara noroeste fue por donde siguieron escalando para hollar el clímax que llegaría minutos más tarde. Sin embargo para entonces, la tripulación de abordo ya coreaba las letras de un grupo que para unos sonaba cercano a El Hijo, Will Oldham o Ida y para otros a Low, Lorna, The New Year. Fueran las influencias que fueran sí obtuvieron un sonido más desnudo, menos preciosista que en disco y vídeos.
Con Los veranos, como un deseo en el cambio de estación, Ricardo comenzó a hacer toma con tierra y a pesar de que el micrófono le daba calambres en los labios, se sintió sin tensiones. Son como quienes en la plaza Garibaldi del DF pagan por los toquecitos: juego que consiste en aguantar una descarga de una batería de automóvil.
Con "ten cuidado, estoy muy cerca" del disco Tú nunca morirás el concierto comenzaba a acabarse pero no a desfallecer. La canción Las mareas removió el 78% del agua -y alcohol- de los cuerpos humanos presentes. También sacó sonrisas agradecidas a los acordes dulces y con un sonido onírico que no pararon "hasta llegar al centro" del corazón. Uno de sus mejores versos se repitió como olas en día de bandera amarilla. "Ya no temo a las mareas que vienen y van, ahora me tumbo en tus piernas a verlas bailar", cantó. La garganta quizás pedía un tono algo más alto.
Cuando los náufragos de la balsa comenzaron a vivir la fiesta llegó la partitura que más se aplaudió según comenzaba a zarpar: Tormentas, su composición más redonda, la que se cuela más directa a las emociones. "Al componerla, salió en un soplido, no hubo que cambiar nada", revelaba a DEIA Ricardo (corazón de) Lezón.
TOCARON EL CIELO Durante la tormentosa letra y granizada distorsionada final de melodía, los tenistas getxotarras tocaban el cielo y también los acarpados ante ellos. Fue una delicatessen el momento de coros con el que se vinieron arriba ellos, público y los tímpanos de la aorta. Uno se pregunta, por qué no hay más coros a tres voces y por qué los pocos que hay son como de tapadillo, como si les diera vergüenza echar ancla en ellos. Cosas del directo, en este hit del grupo del sello Subterfuge, llegando a buen puerto, el recinto se iluminó de luz marina, de faro de Medem. Así, quedó escrito en el cuaderno de bitácora del juntaletras. Y lo que cantaba el vecino ronco de Damien Jurado y de David Bazan, no se iba a cumplir: "Van anunciando el final y el final nunca acaba". Pero con Vistahermosa y tras una faena próspera en su redes de pesca, quedaban escasos 180 segundos en los que volvieron a invitar a Raúl 'Mannet', grupo que Last Tour podía abordar en la próxima edición.
Los últimos compases fueron como un match-point de John Patrick o de Woody Allen. Tras un lapsus del bajista que levantó los aplausos del respetable, el voceras dejó su guitarra y mirando al público sonreía sabiendo que los nervios vienen y se van, como las estrellas. "McEnroe es un grupo, hemos aprendido haciendo canciones. Para nosotros dar un concierto no es responsabilidad, la música es del que lo escucha". Y se la lleva consigo a otros horizontes.