barcelona. La cultura de un país se conoce de una manera u otra, según quien la explique. Etxegoien y Portet conversan con DEIA sobre la "vascofilia catalana" o la fusión de tradición y modernidad, entre otras muchas cosas.
Presentar de nuevo 'Orhipean' tras 20 años?
XAMAR: Cuando escribí Orhipean lo hice con un objetivo divulgativo, pero orientado a nuestro propio entorno, a Euskal Herria. No tenía un público definido, solía decir que era como el Tintín, de 7 a 77 años, y pensé que quizá si se traducía podía servir como introducción para conocer nuestra cultura. En ese momento algunos se reían.
La traducción al catalán ha tardado 20 años...
X.: Habría preferido que se tradujera al catalán antes que a otros idiomas, visto el interés que despierta nuestra cultura en Catalunya.
QUIMI PORTET: En realidad, era una anomalía que Orhipean no estuviera traducido al catalán.
¿A qué se ha debido la tardanza? X.: Las traducciones son caras y por desgracia nos hemos encontrado con muchas puertas cerradas a la hora de pedir ayudas. Ahora mismo acaban de denegar una partida a una editorial alemana que estaba interesada en traducirlo. La edición catalana ha sido posible gracias a la Euskal Etxea de Barcelona, que ha apostado por ello.
¿Y cómo llega Quimi Portet a hacer el prólogo de la edición?
Q. P.: Yo leí Orhipean en francés hace muchos años. Ruper Ordorika fue quien me lo puso en las manos y me atrapó. Me dio una visión global de una cultura que me apasionó.
En Catalunya está muy extendida esta pasión por todo lo vasco.
Q. P.: Sí, sufrimos una vascofilia aguda. Pero, ¿cómo puede uno no enamorarse de una cultura y de una gente como la vasca?
¿Qué es exactamente lo que atrae tanto a los catalanes?
Q. P.: El pueblo vasco tiene un punto romántico. La pervivencia de una lengua y unas tradiciones en el sur de Europa tiene mucho mérito. Esos paisajes espectaculares han forjado una identidad marcada y muy natural. Su sociabilidad es especial también, es muy suave, frente a la brusquedad de su entorno y su clima. Nosotros, en Catalunya, todo esto lo hemos perdido.
El libro se escribió como escudo contra la pérdida de la identidad. ¿Qué pone en jaque a la cultura vasca?
X.: Lo que antes llamaban colonización ahora se llama globalización. Un pueblo, una lengua que no tiene un estado para defenderse debe luchar constantemente por mantenerse en la superficie. Esto es un drama mundial.
¿Una lucha por la tradición?
X.: La tradición forma parte de la cultura, y la cultura, si está viva, evoluciona. Los nuevos autores de música, de arte, de literatura recogen el patrimonio de todos y lo impulsan en nuevos formatos. Un pueblo está vivo si la cultura se mantiene viva.
¿La cultura catalana sigue el mismo proceso?
Q. P.: No. Nosotros somos hijos de un mestizaje más salvaje. Somos tierra de paso, los procesos industriales también han influido. Por eso admiramos tanto la cultura vasca, porque ellos sí han sabido conciliar modernidad y tradición.
X.: Me abruma la admiración que muchos catalanes sienten sobre nuestra cultura, no sé si nos lo merecemos.
Q. P.: Otro ejemplo: lo humildes que son. Si nosotros tuviéramos un país tan bonito como Euskadi nos haríamos los chulos todo el día.
En Catalunya ¿existe alguna obra similar a 'Orhipean'?
X.: Cuando escribí esta obra hace 20 años busqué en Barcelona algo similar para tener una referencia y no encontré nada.
Q. P.: Y seguirías sin encontrarlo. No existe una obra con vocación y estilo como Orhipean. Y es algo necesario porque no podemos depender de que terceros expliquen nuestro país por nosotros. No sabemos lo bien que les caemos a esos terceros.
En los tiempos que corren, ¿influye que sean obras con salida real al mercado?
X.: Hace años, a la editorial Pamiela le dijeron que preferían promocionar "el país del Guggenheim" antes que el de Orhipean. Y hoy Orhipean es una de las obras más vendidas en el museo. La gente quiere saber qué país hay debajo del Guggenheim.