Bilbao

de familia de músicos, con diez añitos ya rasgaba una guitarra y, con quince, era el componente más joven del grupo que después se consolidó como Doctor Blues Band, Los Ónices. Mikel Oihenart, Gotzon para los amigos, rockero de origen y explorador de sonidos "de la Madre Tierra", es un autodidacta curioso que comparte con el maestro Jorge Oteiza "su visión del Universo vasco. Él, también, se metía en el agujero de un árbol y se dedicaba a escuchar sonidos", recuerda, y en su caso, sus cinco discos "pretenden recrear la naturaleza y el pensamiento del subconsciente colectivo vasco", describe. Para lo que no duda en meterse en el lugar más recóndito o subirse al monte más alto para escuchar, grabar e inspirarse.

Así, al margen de sus conciertos y grabaciones con Doctor Blues, y sus actividades como diseñador gráfico y en el terreno del multimedia y el vídeo, Oihenart lleva casi toda su vida interesándose por la música experimental, y por recoger cantos de pájaros, gotas de lluvia o rugidos del mar Cantábrico, para luego volcarlos en sus creaciones, que tamiza con ayuda de los sintetizadores. Con ese sentir oteiziano de lo vasco, y con sonidos parecidos a los que manejaba Mikel Laboa. E inspiraciones en Vangelis y Harry Partch, con resultados muy relajantes y que invitan a la introspección.

Y es que la soledad y el silencio son aliados de Oihenart a la hora de salir a la naturaleza y comulgar con ella y sus ruidos y cantos. Cuenta con un fino oído, casi canino -al posar para las fotos detecta en unos segundos "un petirrojo común, una tórtola y eso es un ruiseñor"-, y en ese acto de comunión con nuestro entorno a veces cuelga el MP4 de una rama, para esconderse, como los cámaras de National Geographic, "y que los animales no se asusten y no se callen", explica. Mendizale de toda la vida, le gusta disfrutar de los molinos cercanos a Bermeo y "siempre he estado cerca de la Naturaleza", en tienda de campaña o en bungalow, en escapadas a bosques o alcanzando cimas montañosas. O sumergiéndose en las oquedades de Ekain, dando lugar a su tercer disco de música etnosicofónica. "Primero, tienes que conocer el sitio. Llegas a las viejas cuevas y hay un camino, donde las antiguas ferrerías y las actuales minas", describe. Y, en esos lugares "mágicos, escuchas el río, las aves, las gotas que caen…". Y surgen sus creaciones.

GOTaS MUSICALES Este vizcaino de 57 años ha desarrollado tal capacidad de encontrar musicalidad en la naturaleza que comenta que, cuando oye llover, va hilando en su mente esos sonidos rítmicos y recurrentes y convirtiéndolos en música. Algo parecido le ocurre cuando se aísla sentado bajo un árbol centenario, y al concentrarse incluso repara en los sonidos de su propio organismo. Sin olvidar que, por ejemplo, un ser humano percibe, cuando se halla en el vientre materno, señales acústicas y músicas del exterior. Cualquier sonido de un ser vivo puede volcarse en las obras de Oihenart.

Así, en el caso del cedé que presenta ahora, Lau Haize, "es una recreación meditativa que me sugieren los sonidos del mar, el viento, el agua, etc.", concreta. Se trataría del álbum más experimental de todos, y bucea en la abstracción mental, "ya que somos atrapados por los sonidos que cotidianamente no percibimos de forma consciente pero que a veces sí nos dejamos llevar por ellos". Mikel se siente un miembro más de un amplio Universo que le inspira, y homenajea a su país reflejando sus sonidos, como "cuando vas a Balzola, y oyes esos cencerros, y el viento y los pájaros", evoca.

"Mis trabajos son como la música surgida de un cuadro o de un paisaje", entiende este singular autor, quien también dota de movimiento a la pintura con su música.

Y, pese a lo abstracto de su experimentación, en las distancias cortas es muy directo y campechano, nada etéreo. En Olentzero profundizó en el origen del Universo y del ser humano, y narra cómo hacía el mítico carbonero su trabajo junto a los ríos y montes, rodeado de animales salvajes. "En esa fase en que muere el viejo sol (el equinoccio), se quemaba el tronco en los caseríos de antaño. De ahí viene el nombre Olen-etxe-aroa (el tiempo del tronco en casa). Y es como plasmar una pintura que cobra vida a través de la música".

Con esto no busca ganar dinero. Se pueden escuchar gratis sus discos en Jamendo, y en Amazon, Itunes y Spotify. Amigo de otras músicas étnicas, lo mismo graba con su MP4 que con una cámara de vídeo... Y, para lo de las facturas, da conciertos con su banda o le piden que ponga música a videoclips. Con sonidos del alma.