Quizá muchos de los miles de alumnos que estudian en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) desconozcan que en su inicio fue una Escuela Superior de lo más nómada. La primera promoción del curso 1970-1971 tomó sus clases en la tercera planta del actual Museo Etnográfico de Bizkaia (Euskal Museoa), lugar que habilitó la Diputación de Bizkaia.

En el curso siguiente, la Escuela Superior de Bellas Artes -así se denominó entonces- amplió sus instalaciones con la adhesión de la última planta del edificio de bomberos de Bilbao, que alberga el Palacio de Justicia en la actualidad. El recinto fue cedido por el Ayuntamiento de Bilbao. La escuela continuó su expansión al año siguiente, cuando comenzó a compartir las instalaciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Sarriko.

El salto al campus de Leioa llegó en 1980, al derivar el alumnado de primer curso a las clases de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación. En resumen, un largo recorrido hasta que la Facultad encontró su sitio en el actual edificio, diseñado por el arquitecto Mariano Ortega Carnicero.

La Facultad conmemora este año su 40 aniversario, y para el actual decano, Josu Rekalde, sobran motivos para celebrar la efeméride. "La aparición de la Facultad de Bellas Artes ha supuesto una revolución en el panorama del arte vasco", afirma. El decano asistió el pasado 27 de septiembre al acto conmemorativo que se celebró en el nuevo paraninfo de la UPV/EHU, donde se entregaron trofeos a los decanos y responsables de la facultad a lo largo de su trayectoria.

Cada vez son más los estudiantes que se decantan por unos estudios de Bellas Artes que, a su vez, ofrecen más disciplinas relacionadas directa o indirectamente con el mundo del arte. Los ámbitos de la restauración y el del diseño en su más amplio sentido (desde moda a páginas web) ganan adeptos cada curso académico. Para dar cabida a los cerca de 1.400 estudiantes, la Facultad continúa ampliando espacios, con el anexo de varios módulos dedicados a la docencia y a despachos. Además, se prevé habilitar "varios espacios docentes" en la parte inferior del Aula Magna del área Leioa-Erandio.

Pero hace 40 años, la realidad era bien distinta, tanto en el plano social como en lo concerniente al ámbito artístico. "Estábamos muy ilusionados por comenzar una carrera que parecía impensable en Bilbao por aquel entonces", comenta el artista Daniel Tamayo, alumno de la primera promoción y profesor de Pintura en la facultad en la actualidad. De la misma opinión es su compañero de clase Ignacio Silva, vicedecano de Relaciones Internacionales y profesor de Dibujo en la misma facultad. "Teníamos 21 años y nos considerábamos unos privilegiados por participar en algo que no se había hecho antes en Bilbao -sostiene-; vivíamos un momento de mucha eclosión y en el inicio de la década de los 70 asistimos a un cambio total por partida doble: por un lado en el mundo del arte (con los encuentros de Pamplona o la Documenta de Kassel de Alemania como ejemplos), así como en la sociedad en general".

Pruebas de acceso El proyecto de la Escuela Superior de Bellas Artes tiene sus raíces en Barcelona, de cuya facultad vinieron los primeros "jóvenes" docentes, al mando del profesor vasco José Milicua, que impartía clases la Universidad de Barcelona. Milicua fue el encargado de poner en marcha la escuela bilbaina, que comenzó su andadura con "una familia" compuesta de cuatro profesores y unos 40 alumnos. Tamayo aún recuerda las pruebas de acceso a la escuela, que tuvieron lugar en el gimnasio de la Facultad de Económicas de Sarriko. "La prueba consistía en realizar un dibujo de una estatua, y allí recibí la grata noticia de que fui uno de los admitidos entre una larga lista de aspirantes", rememora.

El pintor bilbaino a punto estuvo de no participar en la prueba, pues confiesa que en aquel momento tenía "las maletas hechas" para irse a estudiar fuera después de no ser admitido en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona. "Pensé en irme a París, lo típico", apunta entre risas. Sin embargo, un amigo le comentó que había leído en la prensa sobre la inminente creación de la escuela, "y así es como comenzó todo", relata. Con todo, el carácter novedoso de la escuela conllevó a generar "cierta confusión" en la sociedad bilbaina de entonces. "La gente no tenía muy claro a qué obedecía la escuela, y algunos pensaban que se trataba de una academia privada, de modo que tuvimos que hacer una labor de explicar y dignificar la profesión del artista", cuenta el catalán Luis Badosa, exdecano y miembro del equipo del primer equipo de dirección. Badosa continúa ligado a la Facultad, de la que es catedrático de Pintura.

El reducido número de alumnos y el hecho de que la mayoría provenían de Bilbao o de otras localidades de Bizkaia propició "una agradable sensación de familiaridad" entre el grupo. Prueba de ese clima de confianza es la relación entre los alumnos y el conserje de la escuela, quien dejaba las llaves de la misma a cargo de los estudiantes cuando terminaba el turno y los jóvenes artistas no habían dado por concluidos su trabajo en los lienzos. "Algunas veces pasábamos la noche en la escuela para trabajar, tocar la guitarra, ¡y lo que se prestara!", recuerda Silva. "La escuela la creamos entre todos, con todas las locuras y la información que nos llegaba de todas partes", añade.

Vida bohemia El emplazamiento de la primera sede de la escuela, en pleno Casco Viejo bilbaino, parecía inspirar a los nuevos talentos. "Era una zona llena de vida, repleta de bares y comercios", apunta. "Los alumnos de la primera promoción nos creíamos todos unos artistas, queríamos tener una vida bohemia", bromea. Aquellas aspiraciones, en cambio, no se cumplieron en todos los casos. "La mayoría nos hemos dedicado a la docencia o a la empresa", admite Silva.

En cuanto al profesorado, "joven y progresista", trató de actualizar los contenidos del antiguo Plan de estudios. Así es como se adaptaron asignaturas como Dibujo del Antiguo Ropaje o Liturgia Cristiana, que se convirtió en Historia de la Liturgia Cristiana. "Se primó lo estético sobre lo religioso", aclara Badosa.

La historia de la otrora Escuela de Bellas Artes no está exenta de "pequeños escándalos", como la primera vez que una modelo posó desnuda ante un asombrado alumnado. "¡Qué era aquello! Era dificilísimo encontrar a alguien que posara, porque entonces aquello parecía acercarse al infierno de los dioses", relata entre risas el exdecano.

Tras cuatro décadas dedicadas al arte, los miembros fundadores de la facultad de la UPV aseguran que se mantiene "el mismo espíritu innovador" del aquel memorable curso 1970-1971.