Bilbao. El escritor Jaume Cabré (Barcelona, 1947) ha publicado Yo confieso, uno de los libros más ambiciosos de la narrativa catalana contemporánea. De su anterior novela, Las voces del Pamano, se han vendido en Europa 600.000 ejemplares, sobre todo en Alemania, Holanda, Francia e Italia. Con su nuevo libro, el novelista catalán aspira a igualar el éxito que obtuvo con sus novelas anteriores.
Cabré viajó ayer a Bilbao para hablar de Yo confieso, "un libro que no es fácil de resumir". Esta novela monumental rastrea el mal en los últimos 600 años de la historia de Occidente. La historia transcurre en épocas y escenarios tan variados como Roma durante la I Guerra Mundial, Barcelona durante la postguerra española o París en los siglos XVII y XVIII. "No resulta sencillo decantarse por un personaje de la historia", explica el escritor. Sin embargo, el protagonista es con el que el lector pasará más tiempo y, según Cabré, con el que llegará a sentirse más próximo.
Adriá es un niño solitario, con padres que no le dan afecto, tiene algún amigo, pero prefiere buscar refugio entre sus juguetes. Durante más de ochocientas páginas el autor desarrolla la vida del chico hasta convertirse en un hombre sabio, culto y lleno de conocimiento. La vida de un erudito que va creciendo y reflexiona sobre lo que pasa en Europa y en el mundo occidental. Jaume Cabré ha decidido dejar la educación y los guiones en un segundo plano para dedicarse en pleno a la literatura. No obstante, no descarta que pronto puedan hacerle una oferta por una adaptación cinematográfica de la novela.
Cabré no se define como "un escritor de café", esto es así porque se siente incapaz de poder concentrarse en un lugar con tanto tránsito y tantos estímulos. Pero lo que él ve imprescindible para crear una novela de esta repercusión es el tiempo. "Tiempo para trabajar y tiempo para darle vueltas, muchas vueltas a las ideas", revela el autor. De hecho, ha empleado ocho años en escribir la novela.
La particularidad de las obras de este escritor barcelonés es que quedan, en cierto modo, "inacabadas". Cabré dilucida que la acción de acabar una obra es relativo, "dejas de trabajarlas en el momento en que más próximo te encuentras a su fin sin llegar nunca".