bilbao
DICEN bromeando que apenas se llevan "dos o tres meses" de diferencia. Se nota que los hermanos Pedro y Ramón Barea no pierden su buena relación aunque uno sea crítico teatral y el otro, actor y director de este género artístico. A esta familia ligada a la escena se le ha unido el hijo de Pedro, Carlos Barea, que trabaja detrás del escenario. Su conexión con el teatro se descubre tras el telón con los componentes indispensables para que una función teatral cobre vida: atrezzo, maquillaje, decoración, efectos especiales...
Aunque en esta "profesión de riesgo" -en palabras de Pedro- puede parecer que en las reuniones familiares el teatro es el "monotema", nada más lejos de la realidad. "Entre nosotros, el tema de conversación son las relaciones familiares, las cosas de los chicos...", aclara Pedro, quien señala que "cuando hay alguna cosa, hacemos el comentario del estreno, de lo que acabamos de ver o el espectáculo que ha dirigido o interpretado Ramón. Pero no es una obsesión".
la crítica del crítico
Aceptar opiniones
El gusanillo de la interpretación picó a la familia Barea y no fue solo uno de los miembros quien puso su atención en el escenario. Pero la eterna discusión entre el crítico y el actor y director no ha pasado más allá. "Ramón tiene la suficiente experiencia para aguantar las críticas. Y yo tengo la experiencia suficiente para contar lo que quiero sin molestar demasiado", asegura Pedro.
El instinto de protección del hermano mayor hacia el pequeño de la casa no ha faltado tampoco en esta ocasión. "Esto es algo que se ha vivido en casa. A mí, como hermano mayor, me producía inquietud que alguien de la familia pudiera dedicarse a algo tan arriesgado como el teatro. Esa misma sensación es la que siento yo ahora con respecto a Carlos, que es el que se dedica en estos momentos a esta profesión de riesgo que es el teatro", explica Pedro. En su opinión, su profesión no ha beneficiado a Ramón. "Por un lado, creo que las opiniones en público son más reservadas y trato de evitar el enfrentamiento personal más allá del enfrentamiento artístico. Yo soy un fan de Ramón y no ha habido demasiados choques en ese sentido".
Su hermano Ramón coincide al señalar que la crítica de Pedro no la ve como un profesional que se dedica a dar su visión de una función. "Me gusta tener su opinión como alguien que asiste al teatro. A mí, me ha funcionado más lo que me ha dicho que lo que ha escrito".
Pero se da la circunstancia de que Pedro apenas ha hecho públicas sus impresiones sobre Ramón. "Me pasa que en gran parte de mi etapa de actor y de director, muchas veces mi hermano no me hacía críticas. Batía récords porque no citaba que estaba yo en esa obra. Era una especie de ausencia. No figuraba o no lo subrayaba de manera especial o cuando había algo más positivo era algo más repartido entre los actores", bromea Ramón, quien añade que en cierta manera no ha sido profeta en su tierra. "En mi caso han empezado a nombrarme antes los críticos de Madrid que en Bilbao".
Frente a él, Pedro cree que la crítica "se magnifica aunque cada vez es más raro que los periódicos dediquen un espacio al teatro". A la vez, confiesa que ha hecho "pocas críticas" sobre su hermano. "Hice una sobre un espectáculo de Bernardo Atxaga que dirigió Ramón y alguna cosa de la primera época de Cómicos de la lengua, que salió en DEIA", recuerda. Ramón, por su parte comenta que "por razones familiares o por razones desconocidas, nadie me menciona. Ya me he acostumbrado a que no me cite".
carlos barea
La familia crece
El tercero en discordia es Carlos Barea, hijo de Pedro, al que en cierta medida sí le han afectado los ambientes en los que se ha movido su familia. "La elección es personal aunque claro que influye la familia de la que provienes. Yo creo que tanto mi padre como mi tío han contribuido. Por un lado, con mi padre siempre hemos estado de teatro en teatro. Por el otro, con mi tío hemos vivido la profesión más desde dentro", explica Carlos.
Su labor desarrollada de espaldas al público, en cierta manera, pasa desapercibida. "Mi padre escribe pero nunca sobre mí. Siempre son críticas hacia el trabajo global", justifica Carlos, quien ve cómo la labor del crítico se dirige más "hacia la parte actoral o de dirección y se olvida más de lo que está detrás del escenario".
Indudablemente, perteneciendo a una de las estirpes artísticas vascas más importantes, Carlos valora con su familia cada proyecto en el que toma parte. "Siempre hablo con mi padre y con mi tío sobre si un trabajo gusta o no gusta. Además, la labor de otras personas la terminas criticando de una manera o de otra".
Lo que en un principio puede resultar de ayuda, como tener un apellido muy ligado al mundo de la interpretación, no siempre es así. "En mi familia siempre me han apoyado, tanto mi padre como mi tío. El apellido Barea cuando estás fuera de Euskadi no sirve de mucha ayuda. Aunque sí conocen a mi padre y a mi tío", asegura el menor de la saga, que añade que el apellido "no abre puertas. Te las puede abrir, si las quieres utilizar. Pero yo no he querido".
Su nostalgia por Bilbao la salva viviendo en Segovia. "Necesito verde a mi alrededor y como estoy trabajando en Madrid, vivo en Segovia que es lo más verde que hay en la zona de Madrid", comenta Carlos que vuelve a su tierra cuando una llamada de trabajo le atrae. "Cuando me llaman, yo estoy dispuesto a ir a Euskadi a trabajar. Aunque ahora mismo Madrid es un sitio de trabajo fuerte". La herencia de los Barea continúa. Algún día igual coinciden tres generaciones en una función.