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LA buena vida me llama... mi vida vuela alto". Esos son los primeros versos que suenan en el segundo disco de Imelda May, titulado Mayhem (Universal), en el que la compositora y cantante irlandesa (Dublín, 1974) confirma y mejora, añadiendo elegancia y mejor sonido, el contenido de su debut discográfico. La bellísima May, estrella retro admiradora del vinilo y de la estética más vintage, se confirma como la reina del rockabilly del nuevo milenio, aunque en su música amalgama también country, jazz y blues. "Espero gozar de una carrera larga y productiva", asegura. Seguro que el reciente apoyo de Lou Reed contribuirá a ello.

Imelda May fue una de las sensaciones del último Azkena Rock Festival de Gasteiz. No es de extrañar. Su primer disco, Love tattoo, editado hace dos años y que contenía su éxito Johnny got a boom boom, y su imagen poderosa y sensual, liderando un grupo de cuatro furibundos rockabillies con su marido a la cabeza, el guitarrista con tupé a lo Elvis Darrel Higham, puede inflamar cualquier escenario. La menor de cinco hermanos, Imelda se aficionó a la música con una cinta casete de uno de ellos, al que le apasionaba Elvis, Gene Vincent y Eddie Cochram.

May, que dejó sus estudios de arte para dedicarse profesionalmente a la música, se dedicó a poner su voz a algún anuncio y a participar en otros proyectos y bandas, como un septeto de r&b liderado por Mike Sánchez. Su exposición pública internacional se produjo hace dos años, con un debut en el que mostraba su amor tatuado por el rock y el rockabilly. Recientemente ha publicado su continuidad, Mayhem, cuyo título alude "al lugar idílico" en el que le gustaría vivir y su contenido debería elevar su estatus mediático hasta competir en la Champions League con Duffy o Amy Winehouse, por citar a dos mujeres con éxito masivo.

El contenido de Mayhem sigue las directrices de su hermano mayor, rock con la vista puesta en los 50, en los más grandes, y rockabilly frenético del nivel de Sneaky freak o Let me out. Casi siempre con esa calidez y autenticidad que proporciona el contrabajo de madera, por cierto, al que se suma el exotismo que provoca los fraseos de una trompeta sensual o enloquecida, según el caso, y una guitarra furiosa, con trémolo y deudas con el Link Wray más salvaje, o a The Cramps y Sonics en el garajero Psycho.

Pero la cosa no se queda en el rock primigenio y el rockabilly, ya que como "es muy importante que haya un equilibrio", según Imelda, el álbum se abre también a otros estilos, como el blues en Too sad to cry, en la estela de su admirada Billie Holliday y que sería la banda perfecta de cualquier funeral; el country, en el caso de Proud and humble; o el jazz, que nos hace viajar a New Orleans y a acordarnos de Louis Amstrong en All for you. Y no conviene olvidar ese vals glorioso titulado Kentish town waltz que ha vuelto a grabar junto a Lou Reed y que es su nuevo single.

Mayhem, formado por 14 temas más una regrabación de Johnny got a boom boom, ofrece una docena de cortes firmados por Imelda, un tema de su marido y una versión del legendario Tainted love, acelerada y con tupé. Como el que lleva la propia artista, entre Elvis y Estrellita Castro, cintura de avispa y caderas marcadas en vestidos, al igual que peinados y zapatos, de claro espíritu retro.

Como las estrellas de cine de los 50 del siglo pasado. "Es básico potenciar todo lo que se mueve alrededor de la música", defiende, en alusión a su imagen o el diseño vintage de sus Cds. Y mientras reconoce que sus canciones suenan "más prístinas, claras y elegantes" que las de su álbum anterior, sigue defendiendo "el rock´n´roll como forma de vida". Estética, musical y filosóficamente.