Bilbao. El músico vasco pone fin a la trilogía tras colaborar con 130 artistas de casi una treintena de países diferentes, de Estrella Morente a Teresa Salgueiro, Juanes, Aute, Calamaro, Lila Downs o León Gieco. En Herria se acompaña de músicos como Glen Vélez, Eleftheria Arvanitaki, Juntin Valli o Dave Douglas, músicos reputados a los que añade coros de Boise, de gospel o de indios americanos, para revisar canciones como Boga boga, Hator hator, Egun da Santi Mamiña, Ene izar maitea, Eperrak o Agur Xiberua. "Cuando se trata de crear, soy ambicioso", explica en esta entrevista Junkera. "Quería compartir este legado nuestro con la mayor gente posible, abrirlo al mundo", apostilla.

¿Satisfecho o extenuado?

Estoy tranquilo. Recuerdo cuando diseñaba el proyecto en una libreta y la energía que tenía entonces. Ahora ya no es la misma, claro.

¿Pensaría ahora embarcarse en un proyecto de tal calado?

No lo sé. Sí me he planteado muchas veces dónde me he metido. Sobre todo porque tenía una sensación de que el proyecto era inabarcable, que había cosas que se quedaban en el tintero. Es que conozco a muchos músicos y, además, se me han abierto muchas puertas. A pesar de todo, miro el resultado y me siento satisfecho. Seguro que lo volvería a hacer.

Los números abruman.

Sí. En Herria han participado más de 130 artistas de 28 países diferentes. En total, en los tres discos, han sido 155 cantantes, 128 músicos, 17 productores, 53 técnicos, 38 estudios de grabación, he visitado 49 países, trabajado con 15 fotógrafos y 3 cámaras... Al final, he grabado 74 canciones. Estoy muy contento porque ha participado gente muy ecléctica, más o menos conocida.

El trabajo más pesado sería cerrar la agenda de tanto músico y país.

Cierto, lo más cansino siempre es la labor de coordinación e infraestructura. Es mandar un e-mail a la gente, la canción traducida, cerrar los hoteles y los días de los estudios para grabar en otros países... Eso, que no forma parte del proceso creativo, quita muchas energías pero también te da alegrías al ver cómo ha respondido la gente.

Para "Herria" ha visitado Nueva York, Casablanca, Atenas, Boise, París, Los Ángeles, San Antonio, Estambul...

En la parte americana, Estambul y Atenas he dispuesto de más tiempo que cuando voy a tocar. Hemos ido con más margen, grabando entre semana y haciendo el calendario a nuestro gusto, encajando piezas.

El disco y toda la trilogía desbordan ambición.

Soy un músico ambicioso cuando se trata de la creación. No he tenido nunca miedo a los proyectos, sí respeto a compartirlos. Eso sí, me ha ayudado estar rodeado de un buen equipo que me ha apoyado siempre. Me he sentido fuerte. También es cierto que hay varios tipos de ambición. Al principio, por ejemplo, es como una necesidad, un ansia de aprender y sentir. Después piensas en crear, en ir más allá de ser un mero músico, de la composición y la interpretación, y ser productor, idear nuevos estadios y construirlos. Eso es una suerte.

¿Se siente más que un trikitilari?

Me gusta que me llamen trikitilari, significa que por fin me han admitido en el club de la triki (risas).

Ha costado ¿no?

Estoy orgullosísimo de haber conocido ese mundo tradicional y formar parte de él. No puedo más que darles las gracias porque sigo admirando a Fasio, Laja, Sakabi, Tapia... Luego sentí la necesidad de hacer otras cosas al conocer otra dimensión de la música. Ahora hay gente que me relaciona con lo tradicional, otros con mis trabajos más globales... Yo tengo la sensación de no poder mostrar todo lo que soy, que siempre se queda algo por ahí.

Habla del aprendizaje ¿no?

Claro, y siempre desde la humildad y la curiosidad. Hay que tener los ojos abiertos porque hay gente muy creativa y con talento que asusta al conocerla. Estos proyectos me han hecho tener una visión cada vez más positiva de la gente y a canalizar la energía de manera creativa.

¿Qué papel juega "Herria" en la trilogía?

Es la última pata, la que la cierra. Me gustan mucho los tres títulos: Etxea, Kalea y Herria. Casa, calle, pueblo... Se eligieron con los diseñadores que trabajo en Madrid a partir de los bocetos que les presenté. Me gusta meterme en el mundo del diseño y la estética de los discos y en los vídeos. Siempre intento aportar porque ellos saben más, pero tú tienes una visión complementaria que puede servir.

En "Etxea" hablaba de invitar a su casa -metáfora de Euskadi, de su cancionero y cultura- a otra gente.

Sí, pero la idea es más sencilla que todo eso. Era grabar las canciones euskaldunes que me gustan compartiéndolas con músicos que admiro de otros países y lugares. Especialmente, busco que la gente de la diáspora vasca escuche esas canciones que aprendieron en su día interpretadas por gente de su país de adopción. Luego se le puede poner literatura, como hizo antes Saramago y ahora, en Herria, hace Bernardo Atxaga.

En este último disco hay curiosidades tremendas, como la participación de los indios americanos.

Sí, son de varias tribus: cherokees, navajos y cheyenes. Los he hecho cantar juntos con los descendientes de los pastores vascos, la gente de California, Nevada e Idaho.

¿Cómo eligió entre tanto colaborador y tanta ciudad?

Elegí a gente que admiro, conocida como Glen Vélez, la griega Eleftheria Arvanitaki, Justin Valli, Dave Douglas... y otros desconocidos. Y me fijé en ciudades que yo veo como puertas que se abren. Por ejemplo, Casablanca hacia África o Estambul hacia Oriente. También elegí París y Nueva York, donde te puedes encontrar a todo tipo de músicos, de Hawai, de Filipinas, de Pakistán, de Armenia, Irán...

Una vez me dijo que sentía miedo de colaborar con cantantes al ser su música instrumental.

Al principio era una cuestión de respeto y de desconocimiento. Yo soy el productor, junto a otros músicos, y estoy con ellos cuando cantan. Al final, decido yo y la voz me daba mucho respeto. Todos me han ayudado mucho y lo han dado todo, sin divismos. La voz es un instrumento increíble.

Por sonido, "Herria" es el disco más exótico de los tres ¿verdad?

Sí, hay cosas muy curiosas. Hay blues, jazz, gospel, folk de distintas latitudes... Con los indios opté por la opción de dejarlo muy tribal. Con Douglas opté por la improvisación, por dar vía libre a los músicos. Busco que aporten su visión a mis ideas previas. Yo había ya oído estas canciones antes de grabarlas.

¿El resultado final se acerca a esa escuchó en su imaginación?

En algunos casos me ha sorprendido. Como el Hator hator que ha grabado un coro gospel de Lousiana. Es difícil hablar de las canciones, hay que oírlas. Lo curioso del proyecto es que siento que existe un hilo conductor muy fuerte entre los tres discos a pesar de ser tan diferentes los intérpretes participantes.

¿Se ha aceptado la trilogía mejor fuera que en Euskadi?

¡No lo sé! Estoy acostumbrado a gente que me ha animado siempre y otra que me ha criticado. Yo escucho a todo el mundo, pero sigo mi camino tratando de ser humilde y tolerante. Intento entender la crítica, no es bueno pensar que lo de uno es lo mejor.

Imagino que aquella polémica con la subvención millonaria que recibió del Gobierno vasco marca el peor momento de este proyecto.

Es parte de él. Al final, quedan las cosas buenas aunque sí fue una circunstancia difícil. Y lo asumo. No sé si ahora se va a entender el proyecto, al estar concluido. Habrá gente que no lo escuchará, pero soy optimista. Los malos momentos también son parte de uno.

Y curten.

Claro. No lo he tenido fácil nunca. Soy autodidacta y me metí en un mundo, el de la triki, en el que no daba el estereotipo, al ser de ciudad, lo que me acarreó muchos detractores. Y con este proyecto lo mismo. Busco aportar y compartir este legado nuestro con la mayor gente posible. Quería abrirlo al mundo. Y me he sentido con mucha fuerza, lo que me ha demostrado a mí mismo que soy de Rekalde. Es un orgullo ser de barrio, curte en los retos.