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Arte y exploración espacial 1900-1930

El cosmos de la vanguardia rusa muestra su trabajo a través de dibujos, pinturas, fotografías y carteles

Arte y exploración espacial 1900-1930Foto: fundación botín

bilbao

lA incidencia del espacio en la pintura o la escultura es una de las líneas de fuerza que lleva a cabo el arte de vanguardia durante el pasado siglo. En las búsquedas de lo nuevo es muy conocido el intenso influjo que hay entre el expresionismo abstracto y la carrera espacial norteamericana, parodiada irónicamente por las obras pictóricas de Mark Tansey (1949). Menos estudiada estaba, sin embargo, la incidencia que tuvo la conquista cosmonáutica en la creación soviética de entreguerras. Una cuestión que se repara con la importante exposición que se presenta en la Fundación Botín de Santander. Cuarenta y siete creadores del más alto nivel hasta el 19 de septiembre.

Procedente de fondos internacionales muy diversos, se reúne un significativo conjunto de experiencias, desde un anónimo icono que muestra la ascensión del profeta Elías hasta el simbolismo de la pintura visionaria de Nicholas Roerich (1874-1947). Además están representados los artistas más significativos de la abstracción, como Wassily Kandinsky (1866-1944) o el creador del suprematismo Kazimir Malévich (1879-1935).

Pero, además de pinturas o dibujos, fotografías y carteles originales de época, la muestra incluye planos y modelos originales de las primeras maquetas de cohetes y aviones. Bocetos y reconstrucciones de vehículos reales para la exploración del espacio que se muestran con buen criterio junto a las apreciaciones estéticas que tales búsquedas producen. Una muy especial manera de poner en conexión las investigaciones interdisciplinares entre el arte y la ciencia.

Al mismo tiempo que cambia la percepción del universo con la investigación del cosmos, también se transforman y evolucionan las ideas artísticas. Una actividad tecnológica que encuentra su representación más imaginativa en los procesos de las artes plásticas.

La visión futurista de la sociedad soviética plantea una tendencia que en todas las artes lleva a repensar lo interplanetario. Es lo que se asume en una importante exposición que tiene lugar en 1927, diez años después de la revolución de octubre. Entre la plástica y la investigación científica se producen trasvases que ayudan a desarrollar el imaginario de un universo nuevo. Un arte que se entiende como invención cuya conquista de nuevo lenguaje se lleva a cabo en el momento en que la sociedad experimenta un cambio total de valores al servicio de un utópico mundo más justo y feliz.

Las obras se hacen conscientes, leves y ligeras. Una nueva conciencia de exploración personal que está ligada a los avances para la creación de un hombre nuevo y una sociedad diferente. La meditación sensible más calmada de Natalia Goncharova (1881-1962) se da la mano con la virulenta explosión espacio-luminosa de las pinturas de Pavel Filonov (1883-1942), cuyos títulos son una soflama que no dejan lugar a dudas. Es el caso de Desplazamiento universal hacia el florecimiento mundial a través de la Revolución Rusa (1920-1922).

Junto a los nombres más reconocidos, hay descubrimientos importantes que confirman que el número de creadores de vanguardia en la URSS fue muy importante y se está lejos de conocerlos a todos. Como curiosidad debe reseñarse el cartel de 1929 para la película Aelita (1924), obra de Izrail Bograd (1899-1938) en la que se pone de manifiesto los ropajes creados por Alexandra Exter (1882-1949). Una cinta de Yákov Protazanov que está basada en la novela del mismo nombre escrita por Alexei Tolstoi. Fue la primera filmación cuyo asunto trata por completo acerca de los viajes espaciales. Transcurre en Marte y ofrece un nuevo tipo de sociedad.

La pintura es la práctica más representada, pero no debe olvidarse la aportación tridimensional de Vladimir Tatlin (1885-1953), cuya reconstrucción de Letatlin (1929-32) es una estructura que aúna el estudio de la anatomía de las aves y la ingeniería aerodinámica más avanzada. El contrapunto lo pone el ingeniero y artista Konstantin Tsiolkowsky (1857-1935), cuyas piezas provienen de los primeros diseños de cohetes efectuados en 1933, antes que el primer Sputnik fuera lanzado al espacio en 1957.

La exposición pone a prueba las revisiones estéticas tradicionalistas. Nada de entender la plástica de manera autónoma y por su mero sentido estético, los artistas soviéticos tienen en cuenta la total revolución de valores e incorporan sus pensamientos a un mejor conocimiento del cosmos. No sólo se amplía el mundo sino también las posibilidades artísticas. Una auténtica constelación de creaciones.