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NO tiene la brillantez formal y las melodías alegres de The river, ni el romanticismo adolescente de Born to run. Además, vendió una infinitésima parte menos que Born in the USA, pero Darkness in the edge of town es uno de los mejores discos, si no el mejor, de la discografía de Bruce Springsteen, que en la segunda mitad de los 70 se encontraba personalmente en horas bajas. Esa ira y desengaño se traduce en un repetorio de canciones como Badlands o The promised land, que se podrán adquirir mañana con DEIA en edición especial de coleccionista, con un libro incluido, por 9,95 euros (más el periódico).

Desde la portada a lo James Dean se advierte que Springsteen no pasaba por su mejor momento. Su relación contractual con su primer manager, Mike Appel, había saltado por los aires tras descubrir que no tenía control sobre sus canciones. Y los pleitos consiguientes le impidieron editar un disco durante tres años, después del éxito de Born to run. Decepcionado y frustrado, Bruce grabó Darkness on the edge of town tras llegar a un acuerdo "amistoso" con Appel y elegir entre medio centenar de canciones. La grabación se alargó más de lo previsto debido a las ansias de control de todo el proceso por parte del rockero pero, finalmente, salió a la venta el 2 de junio de 1978.

"Señor, ya no soy un chico, soy un hombre", canta en el clásico The promised land. Bruce había crecido, ya no era un adolescente romántico y soñador. Era ya una persona adulta y había sufrido lo suyo, por lo que se sentía desengañado en canciones como Something in the night, el tema titular del disco y Streets of fire, donde parece gritar en lugar de cantar. Y su guitarra eléctrica es una prolongación de su rabia. No suena, aúlla en cortes como Candy´s room, Prove it all night y Badlands, con saxos incendiarios y teclas y pianos (Danny Federicie y Roy Bittan lo bordan) emocionantes.

La acústica Factory, dedicada a su padre y en la que se rebela contra el trabajo diario en una fábrica, y, especialmente, Racing in the streets, una balada que se encuentra entre lo mejor de toda su carrera, una road-movie sobre perdedores que atraviesan Estados Unidos por la noche y en verano pisando acelerador en carreras de coches jugándose la vida y la pasta, destacan del lote.

El libro adicional recoge las letras de las canciones, fotografías, contextualizan el repertorio y ofrecen declaraciones de Bruce sobre la influencia del cine en este álbum que su autor considera "menos romántico" que Born to run. "Trata más del aislamiento", concluye.