bilbao. Nunca habían pisado un teatro y mucho menos habían pensado en subirse a un escenario. Pero a estas ocho mujeres de etnia gitana, Federico García Lorca les ha cambiado la vida. Gracias a un singular proyecto teatral, han cambiado sus chabolas en El Vacie sevillano, el asentamiento chabolista más antiguo de Europa, por las tablas. Ahora se suben a aviones y duermen en hoteles para ofrecer a los espectadores una versión muy personal de una de las obras cumbres del poeta andaluz, La casa de Bernarda Alba.
Se llama Rocío, tiene 50 años, es analfabeta y ha dejado durante un tiempo la barriada marginal en la que ha criado a sus siete hijos para convertirse en actriz. Rocío encarna a Bernarda, esa mujer que gobierna con mano de hierro su casa y mantiene a sus hijas en un encierro tan claustrofóbico como el que experimentan las más de 800 personas, la mayoría gitanos, que malviven en El Vacie. Ni ella ni el resto de sus compañeras, entre las que se encuentran dos de sus hijas, su sobrina, su cuñada y su comadre, no tenían ninguna experiencia previa en el escenario, lo que no ha impedido que su interpretación de esta conocida obra de Federico García Lorca se haya convertido en todo un acontecimiento teatral. Han conseguido cautivar al público por su autenticidad y fuerza dramática y generar una catarsis en todos y cada uno de los miles de espectadores que han visto la obra hasta ahora. Ayer y hoy el público tiene la oportunidad de comprobarlo en la recién estrenada Sala BBK de la gran Vía bilbaina.
proyecto para las mujeres
El milagro de la visibilidad
El milagro de la visibilidad de estas mujeres gitanas lo ha obrado Pepa Gamboa, la directora de escena que durante más de dos meses ha ensayado diariamente con estas ocho actrices que no pueden estudiarse el texto - la mayoría es analfabeta- pero que compensan sus carencias con entusiasmo. Dos meses de ensayos, que como relata Pepa Gamboa, han sido por la tarde, "porque por la mañana tenían que organizar el asunto de los niños, buscar dinero para hacer la compra... Mejor por la tarde y a ser posible después de la novela".
La aventura empezó hace dos años cuando Ricardo Iniesta, creador del laboratorio teatral Territorio de Nuevos Tiempos (TNT), hizo caso a la actriz Silvia Garzón y convocó al lado del poblado sevillano talleres de teatro para mujeres gitanas analfabetas. La propuesta tuvo tanto éxito que tuvieron que cerrar porque les desbordó la demanda.
En noviembre del año pasado, Pepa Gamboa, directora especializada en espectáculos flamencos, se empeñó en sacar adelante con ocho de estas mujeres una versión "surrealista, cómica e irónica" del drama de Federico García Lorca. "Las frases las pone Lorca pero la obra está construida por estas mujeres. A ellas no les parece una tragedia. He combinado su imaginario con el de Lorca, con el que tienen muchos puntos de encuentro, esa radicalidad, esa visceralidad, esa sofisticación, pero a través de lo sencillo...", explica la directora de este espectáculo, que ya han podido ver espectadores de Sevilla, Madrid, Elche y Castellón. "Nunca pensé que no iba a seguir adelante. Siempre estuve convencida de que íbamos a hacer una obra digna, no para justificar los presupuestos de Asuntos Sociales. ¿Sabes cuál era el sueño de esta mujeres antes de subirse al escenario? Encontrar una casa para limpiar. Ahora quieren representar otra obra de Lorca", confiesa Pepa Gamboa, momentos antes de comenzar el espectáculo.
Rocío es "bernarda alba"
"Ahora no nos dan de "lao"
La directora logró que las actrices, de las que sólo tres saben leer y escribir "algo", se aprendieran sus textos jugando con una pelota y forzándolas a decir sus frases. Mientras Rocío atiende las llamadas de su marido en el móvil, que se ha quedado cuidando a sus hijos y los de sus hijas Sandra y Carina, confiesa que "los ensayos fueron un poco duritos. No había ido al teatro nunca, no sé leer ni escribir. Nuestra vida es difícil. En el poblao la mayoría no tenemos trabajo. Yo he estado trabajando sólo siete años en una empresa y me daban 300 euros. Qué si los niños necesitan un calzado, la comida... Mi marido no tiene carnet de conducir, tiene que ir con un carrito de mano a por la chatarra... Con eso, ¿cómo voy a dar de comer a mis hijos?", se queja.
Confiesa, no obstante, que su situación económica sigue siendo la misma que cuando comenzaron esta aventura. "El otro día me llamó mi marido, me dijo que la casa se estaba inundando. Yo me fui al escenario llorando, nerviosa, ya no sabía cómo actuaba, cómo me salían las palabras... Mi marido con nuestros niños, con los niños de las otras niñas... Ahora la casa está mejor porque no llueve, pero cuando llueve no se puede vivir allí. Tampoco estamos sacando mucho dinero con esto. De los 100 euros de dietas, he tenido que mandar 50 a casa para que coma mi familia".
Pero reconoce que subirse al escenario "ha sido un sueño muy bonito para nosotras. Ahora sentimos mucho orgullo porque podemos presentarnos en cualquier lao. Ya no nos miran como antes. La gente nos tenía miedo, entre los gitanos hay gente buena y mala como en todos los laos. Ahora nos miran bien. Nos ven por la calle y nos dan la enhorabuena", dice Rocío.
Para sus hijas, Sandra y Carina, la experiencia ha significado mucho porque "estamos en una chabola encarraas todo el tiempo. Nos gustaría hacer otra obra de García Lorca. Cuando estamos en el escenario somos felices, pero cuando terminamos, nos ponemos muy tristes. Tenemos que volver a la chabola y cuando llueve, nos mojamos en nuestra propia casa. Y nuestros hijos enferman. Estamos viviendo mal, mal, mal".
Por unas horas, por unos días, por unos pocos meses, estas ocho mujeres de etnia gitana arrinconan sus problemas y se convierten en estrellas del escenario para dar vida al drama de La casa de Bernarda Alba. Pero eso sí, con ironía y humor. Porque para dramas ya están sus propias vidas.