"Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor, / y aunque sea un disparate todo existe porque existes, /y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio, / ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo, /y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño". El poema fue escrito por Gabriel Celaya pero pertenece, al menos sentimentalmente, a Amparitxu Gastón, su viuda, que falleció ayer en su domicilio de Madrid tras una larga enfermedad, 18 años después de la muerte del poeta hernaniarra.

Gastón, natural de Donostia, estuvo unida durante más de cuatro décadas a Celaya. Él decía de ella: "Soy contigo lo que soy". Y ella de él: "Es la mejor persona que he conocido". El catedrático Juan Manuel Díaz de Guereñu, que indagó en la correspondencia que el poeta de Hernani mantuvo con su editor y amigo, León Sánchez Cuesta, entre 1932 y 1952, recoge lo que supuso la irrupción de Amparitxu en la vida del padre de la consideración la poesía es un arma cargada de futuro. "Es esencial, el detonante. A partir de la irrupción de Amparitxu en escena podemos hablar de Gabriel Celaya, el poeta. No antes", afirmó en una entrevista.

Celaya se casó con su primera mujer a los 28 años, en 1939, pero se separó siete años después. En 1945 enfermó y sufrió una profunda crisis existencial. Su vida cambió meses después cuando conoció en la calle Miracruz a una chica que observaba el escaparate de una librería. Se enamoró de ella. "Encontró una razón para vivir", resume Félix Maraña, editor de libros y antologías del poeta, y amigo entrañable de ambos.

La influencia de Amparitxu duraría toda la vida. "Sin esta mujer Celaya no se podía explicar", indica Maraña. "Caminó por el mundo con él, quiso estar presente en todo, y lo estuvo. Y si ella no iba, él tampoco". Fue su musa, aunque firmaron tres libros juntos: Ciento volando (1953), Coser y cantar (55) y Música celestial (58). En el 56 decidieron irse a Madrid, sobre todo, "para poner tierra de por medio". San Sebastián, "con la policía detrás", no era un lugar demasiado cómodo, recuerda Maraña. "La oficina de Juan de Bilbao fue un nido de encuentro de poesía, pero también del Partido Comunista", apostilla.

En Madrid su sociedad - "no limitada, sino abierta"- funciona con Caballero Bonald y José Hierro. La viuda era "parte indisoluble de la vida de Celaya. Conozco a muchos maridos de escritoras y a muchas mujeres de escritores pero no he conocido ningún caso como éste", asegura Maraña, quien proyecta editar un libro sobre la correspondencia entre Miguel Labordeta y Celaya, la "última aspiración" de su viuda.

Un periodista de El País recoge , en la entrega del Premio Nacional de las Letras, en 1986, las conversaciones de ambos: ¿Qué harán con los cinco millones del premio? "Poner parches, arreglar la casa para venderla mejor", dice ella. "Y comprar un abriguito. "Porque me dejarás comprar un abriguito ¿no, Gabriel?". "Sí, claro", le contesta él. "Es que no será un abriguito cualquiera", advierte ella. "Entonces te daré para medio abrigo", concluye el poeta.

La diputada de Cultura y Euskera de Gipuzkoa, Mª Jesús Aranburu, mostró ayer su "profundo pesar" por el fallecimiento y recordó que "desde la adquisición de la biblioteca y los fondos documentales, el ente foral ha guardado una estrecha relación con Amparitxu Gastón que incansablemente ha perseguido durante toda su vida que no se perdiera la memoria del poeta".