eL duque de Edimburgo cumple hoy 95 años como el más fiel escudero de su esposa, Isabel II, al tiempo que sigue siendo el miembro más impredecible de la familia real. El príncipe Felipe soplará las velas con mayor discreción de lo habitual, con la atención volcada en la monarca al coincidir la fecha con los festejos que, desde hace semanas, se celebran en el Reino Unido por el 90 cumpleaños de la reina. De hecho, por ese motivo hay una misa de acción de gracias en la Catedral de San Pablo, en el centro de Londres. Los 95 años del duque se marcarán, como manda la tradición, con 41 salvas de cañón lanzadas a mediodía desde Hyde Park por la Artillería Real a Caballo y, una hora después, volverán a escucharse nuevos cañonazos, 62, desde la Torre de Londres, que resonarán por las orillas del Támesis. El príncipe alcanza esta edad con buen aspecto y estado físico en general, si bien la pasada semana un pequeño sobresalto -no especificado por la Casa Real- hizo temer por su salud. Entonces, por consejo médico, se canceló su presencia en las conmemoraciones de la Batalla de Jutlandia, en la I Guerra Mundial.
El duque ha pasado la mayor parte de su vida acompañando públicamente a su esposa, en quien se fijó cuando ésta era una adolescente de 13 años y él, cadete de la Marina Real, con la que sirvió con honores en la II Guerra Mundial. Casados desde hace más de 68 años, es el consorte más longevo en la historia de la monarquía británica. En sus bodas de oro, Isabel II sintetizó en una frase sus sentimientos hacia su esposo: “Ha sido, simplemente, mi fuerza todos estos años y yo, y toda su familia, y éste y otros muchos países, le debemos una deuda mucho mayor de la que él jamás reclamará, o de la que jamás sabremos”.
imprevisible Los analistas opinan que sus caracteres se complementan: la reina es cauta y convencional mientras que su esposo tiene una personalidad aventurera, activa y tempestuosa, sin duda la más polémica de la realeza. Sus meteduras de pata han contribuido a la percepción que tienen de él los ciudadanos, que lo ven como imprevisible e impetuoso, de humor particular, con tendencia a protagonizar salidas de tono con comentarios inadecuados. Son incontables los episodios documentados por los medios. Como cuando advirtió a un grupo de estudiantes escoceses en China que si se quedaban mucho tiempo se les pondrían los “ojos rasgados” o le espetó a una agente con un chaleco salvavidas en una visita a la Isla de Lewis que parecía “un terrorista suicida”. En una fábrica en Glasgow comentó, al echar un vistazo a un manojo de cables sueltos de una caja de fusibles con aspecto obsoleto, que lo habría instalado “un indio”.
Pero también cuenta con una mente ingeniosa e inquieta y está a sus anchas departiendo en profundidad sobre industria, ciencia, naturaleza, ingeniería y diseño. Felipe de Grecia y Dinamarca nació el 10 de junio de 1921 en Mon Repos, la residencia de veraneo de su familia en Corfú, de la unión del príncipe Andrés de Grecia y la princesa Alice de Battenburg. La familia tuvo que exiliarse tras un golpe militar en Grecia para derrocar a su tío, el rey Constantino I, y con 18 meses fue evacuado por la Marina Británica en una cuna fabricada con cajas de naranjas.
Cambió su apellido Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glucksburg, de origen danés -por la familia real danesa de la que descendía su padre- por el materno, Mountbatten, antes de casarse. Apasionado de deportes como el polo, la vela o el cricket, que practicó en su juventud, entusiasta de la fotografía, los caballos y la aviación, nunca ha dejado de ser, pese a numerosos compromisos personales, el principal apoyo de su esposa.